Olga Portilla Dorado
A eso de las 8:30 de la mañana fueron llegando, no una por una, sino todas en grupo; algunas se transportaban en buses y otras en ‘chivas’. Primero docenas, luego cientos y finalmente miles de mujeres quienes se desplazaron desde 13 departamentos y desde los 42 municipios del Cauca para llegar a Popayán, y declarar en la fecha conmemorativa del 25 de noviembre su apoyo a la paz, pero también su exigencia a la eliminación de todo tipo de violencia contra ellas.
Campesinas, indígenas, afrocolombianas, mestizas; una diversidad étnica, cultural y social recorría la avenida panamericana de Popayán. De norte a sur se extendía una caravana multicolor, con camisas blancas, negras y moradas que en su espalda tenían impreso el símbolo de la movilización nacional y la frase, que luego se convirtió en arenga, ‘Las mujeres paz-haremos refrendando la paz’.
El largo camino que les esperaba y el sol que las abrazaba por todos los lados, no fue excusa para dejar de caminar, gritar, cantar, andar en zancos, tocar tambores y vivir una ‘fiesta’ pidiendo la desmilitarización de los territorios y de su cuerpo, el no reclutamiento de sus hijos e hijas y otras tantas exigencias, de las que sin duda, sino se cumplen no habrá una paz completa ni duradera.
“Somos un gran número de mujeres que le estamos diciendo al país que la paz es bienvenida, que los acuerdos son necesarios, que los estamos esperando para implementarlos, para hacerle seguimiento, para asumirlos como una condición de justicia social y de que el cuerpo y la vida de las mujeres tengan garantías para que su dignidad se reestablezca y podamos vivir tranquilas y vivir sin miedos, sin ser agredidas por ser mujeres”, comentó Socorro Corrales Carvajal, una de las fundadoras de la Ruta Pacífica y miembro de la Corporación Comunitar.
Mientras se preparaban para salir y así llegar a su punto de encuentro: el parque Caldas, la diversidad entre las mujeres que se movilizaban iba aumentando, unas llevaban turbantes coloridos con sus trenzas colgando, otras con sombreros y gorras tratando de cubrirse del sol, otras más traían capas de colores, y quizás el grupo más grande y más ‘llamativo’ era el del pueblo Misak, quienes con sus hijos a la espalda y su traje típico se iban abriendo paso entre las demás. En ellas también se percibía un ‘detalle’ especial, una cinta de colores que rodeaba sus cuellos, un ‘collar de semillas’, “este collar está hecho de semillas porque nosotros venimos sembrando paz” dijo una de las mujeres.
“Venimos a decir que las mujeres exigimos una paz transformadora en Colombia, una paz que nos deje libres de toda forma de violencia, no solo de la que deja el conflicto armado, porque no solo es cesar esta máquina de victimización que ha significado casi 60 años de guerra, sino también una paz que nos permita vivir sin discriminación, en igualdad de condiciones, de participación política, sin que la casa sea el primer lugar y el primer territorio de peligro para las mujeres”, dijo la congresista Ángela María Robledo, quien acompañó la movilización.
Amas de casa, sindicalistas, lideresas, madres cabeza de familia, funcionarias públicas, estudiantes, profesionales, y de muchas más profesiones, se iban acomodando al lado y lado de la vía. Kilómetros y kilómetros de mujeres refrendando la paz, exigiendo sus derechos y conmemorando una fecha histórica, que en la búsqueda de su reconocimiento ha dejado grandes logros, pero también importantes desafíos por la igualdad, por el respeto y por la dignidad.
María del Carmen Vernaza, presidenta del Sindicato de Hogares Infantiles del Cauca y miembro del Concejo Municipal de Mujeres, comentó que el motivo de la movilización y su gran acogida se debió a que todas las mujeres y sus comunidades saben que la paz no solamente es dejar las armas, que la paz consiste en construir una mejor vida y la eliminación de la violencia en muchos aspectos. “Queremos decirle a este Cauca y al resto del país que las mujeres estamos luchando por la construcción de esa paz, que en realidad haya esa armonía, esa tranquilidad de poder caminar por una ciudad sin violencia, sin atracos, sin drogadicción, debemos de construir una nueva sociedad para el bien de nuestras hijas e hijos”.
En todo el recorrido que inició en el centro comercial Campanario y siguió por toda la avenida panamericana hasta la Esmeralda, para luego continuar por la calle quinta que conduce al centro de Popayán, las mujeres no dejaron de gritar arengas como: ‘No parimos hijos ni hijas para la guerra’, ‘Para la paz todo, para la guerra nada’, ‘Las mujeres paz-haremos refrendando la paz’…Ellas se robaron las miradas y la admiración de los payaneses, hombres y mujeres, algunos se unieron a la movilización, otros las miraron desde lejos, viendo cómo con paso firme y con voz alta compartían sus frases, con la misma firmeza con la que han resistido el conflicto en sus territorios y con la fuerza que las ha caracterizado para sobrellevar el dolor al perder a sus seres queridos.
“Estamos aportando, contribuyendo nuestro grano de arena con el país, con la paz, porque nosotras somos las que parimos, nosotras somos las que sentimos las víctimas, somos las que parimos los hijos. No queremos más hijos para la guerra, nosotras queremos hijos que contribuyan a la construcción de paz, de país, que trabajen en armonía y que vivamos todos en bien”, dice Nohenci Mosquera Martínez, cantaora de Quibdó, Chocó.
Alix Morales Marín, miembro del Comité de Mujeres de la Asociación Campesina de Inzá-Tierradentro (Acit), también afirma que a raíz de los diálogos de paz, desde sus territorios ven como llega la posibilidad de tener una desmilitarización de su campo, de sus cuerpos y de sus vidas, porque son sus hijos los que han sido reclutados para la guerra por grupos al margen de la ley, pero también por el estado. “Ellos tienen que ir a una guerra que no es nuestra, una guerra que el estado mismo ha librado y no nos corresponde a nosotras poner a nuestros hijos como víctimas o como carne de cañón para este conflicto armado”.
Ella, como miles de mujeres campesinas del Cauca y de toda Colombia han sido testigos presenciales de esa guerra que ha tocado sus pueblos y ha marcado sus vidas, pero que en la búsqueda de un futuro alentador han sabido resistir, perdonar y ahora buscan una justicia y condiciones para una vida digna.
“Nosotras las mujeres campesinas estamos haciendo mucho trabajo para conseguir y para construir una paz con justicia social, desde el campo las mujeres tenemos diferentes apuestas, hemos aprendido sobre derechos humanos para poder hacer exigibilidad de ellos, estamos todavía luchando para la participación real en los espacios de poder público, tenemos unas estrategias y un trabajo desde las apuestas de seguridad alimentaria, además tenemos unas estrategias de economía solidaria y popular que hacen que podamos vivir en el territorio, que hacen que podamos permanecer en ellos”, expresó la líder campesina de Inzá, Cauca.
Desde lugares tan apartados de la ciudad como la Costa Pacífica, también llegaron lideresas que se están organizando para trabajar unidas, para denunciar, participando de talleres y aprendiendo sobre cómo exigir sus derechos. “Desde la Costa estamos construyendo la paz en el territorio haciendo incidencias políticas en algunas comunidades, por ejemplo haciendo talleres, charlas, conversatorios puerta a puerta, para construir un escenario de paz. Nuestra organización Comujeres está articulada a la organización CocoCauca, entonces desde ahí se está trabajando la parte política, económica y social de las mujeres tratando de decirles que tenemos derecho a participar en todo lo del proceso de paz”, comentó Aura María Grueso Castro, miembro de la organización CocoCauca, Costa Pacífica caucana.
Así mismo, desde el resguardo indígena de Pitayó llegaron a la ciudad más de 65 mujeres, su lideresa María Teresa Ijibio, comentó que su comunidad construye la paz desde los saberes de sus ancestros, desde la armonización del territorio y la familia, “uno ve muchas cosas trágicas, pero gracias a Dios en nuestras comunidades no pasa tanto como se ve en la ciudades, no sé si será por el ambiente o la tensión, mientras que nosotros en nuestro resguardo como territorio, en nuestro campo se respira todavía esa tranquilidad que ya no se vive en las ciudades”.
A pesar de que muchas de ellas no se conocen, tienen varias cosas en común, sus ideales y sueños confluyen en ofrecer un lugar tranquilo para sus hijos y nietos, para las nuevas generaciones, dejarles una ciudad y un campo en paz. “Con fraternidad, cooperando, con lazos de amistad, así se construye la paz, desde las comunidades, que a pesar de tener unas necesidades insatisfechas, nosotros permanecemos en nuestro territorio, a pesar de todas las vicisitudes que tenemos en el territorio aquí estamos construyendo paz”, puntualizó la líder de la Costa Pacífica.
Las mujeres y los diálogos de paz
Mientras caminaban, muchas de ellas iban recordando lo que ha pasado en los diálogos de paz de La Habana, algunas coinciden en que a pesar de que esta mesa de negociación es un momento histórico para el país y todas las personas que han sido víctimas directa o indirectamente del conflicto, aún hay varios puntos por debatir sobre todo en el tema territorial y de género.
“La subcomisión de género es un espacio que no inició con los diálogos, pero las demandas de las mujeres a través de los procesos organizativos empezaron a hacer una exigencia a los diálogos para saber dónde estaban las mujeres, claro que hay mujeres que están en esa comisión de las Farc, del Gobierno, pero no estaban las organizaciones; entonces en esa subcomisión se abrió esa posibilidad de que las iniciativas históricas, las demandas, las lecciones aprendidas, los retos, y toda la corazonada pueda estar en esos diálogos”, indicó Socorro Corrales, líder de Comunitar.
El deseo de Socorro así como el de las miles de mujeres que hacen parte de la Ruta, que están en las organizaciones y que han luchado históricamente por un país con igualdad, es que esa subcomisión prospere mucho más, que haya más diálogo con todas las organizaciones y que se generen esas pistas para trabajar mancomunadamente.
Por su parte la representante a la Cámara Ángela Robledo comentó que desde el Congreso han estado trabajando en varias leyes para apoyar a las mujeres en el escenario de los diálogos y de lo que será el posconflicto. “Hay una Comisión de paz del Congreso de la República, hemos viajado a La Habana, he estado en la mesa de género de los diálogos de paz llevando el conjunto de leyes que el Congreso de la República ha expedido para garantizar los derechos de las mujeres, la Ley 1257 por una vida libre de violencias, la 1719 para impedir la violencia sexual contra las mujeres en territorio de guerra, la ley de economía del cuidado, en fin, hay un conjunto de leyes en el Congreso de la República que es otra forma de apoyar esta paz, pero que necesitamos que se cumpla.
Durante el recorrido, ni el sol ni las fuerzas de las mujeres para caminar y seguir manifestando sus exigencias menguaron. Las casi dos horas de recorrido terminaron en el parque Caldas, el sitio de encuentro donde una tarima estaba dispuesta para la presentación cultural y el concierto ‘antimilisonoro’, cantos y ritmos para decir no más campos en guerra. A eso de las 6:00 de la tarde la cantidad de mujeres fue disminuyendo, la gran ‘fiesta’ de colores empezó a dispersarse, los buses y las chivas empezaron a coger su ruta de vuelta a sus hogares. El parque Caldas quedó solo y las mujeres de Popayán, el Cauca y Colombia salieron satisfechas con la conmemoración de este día, con la gran acogida que tuvo su llamado y con muchas ideas y propuestas para seguir caminando por la paz y la no violencia contra ellas.
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