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Una mujer que lucha por sus derechos
Esta payanesa hoy se destaca por ser una líder feminista y por conformar la fundación Mujer Sola.
Por: Eliana Gómez Hurtado
Especial para fin de semana
Luz Miryam es una mujer de unos 50 años. Trabaja de sol a sol, estudia Derecho para defenderse tanto ella como a las mujeres de su Fundación Mujer Sola. Cuida de sus hijos y ellos cuidan de ella. Vive en Popayán.
Luz Miriam no la ha tenido fácil, pero como muchas mujeres no se da por vencida. Estuvo desde los 5 hasta los 16 años en un orfanato, de allí pasó al servicio doméstico, luego a las aulas de clase en la Universidad del Cauca, y después al trabajo, ese que tanto valora, pues es el que le ha permitido no depender de nadie.
Cuando trabajaba como empleada doméstica, lavaba y planchaba hasta altas horas de la noche: “yo lo consideraba como una obra de caridad que me hacían, atendía tres o cuatro familias, mientras ellos me daban techo y comida, y me mandaban a la escuela”, nos cuenta.
No solo era explotada laboralmente, sino que fue violada por su patrón, práctica muy extendida hasta hace un tiempo en varias regiones de Colombia. Allí, a los 18 años, tuvo a su primer hijo. Con él, su vida dio otro giro y entonces decidió dejar el trabajo doméstico.
Salió desorientada, no sabía bien para dónde coger, inclusive pensó en irse a la guerrilla. Eso sí, tenía claro que a esa vida anterior no volvería. Después de “voltear un poco”, como ella dice, se casó, pero tampoco escogió bien con quien estar. El hombre, su marido, era militar, le gustaba el trago y era maltratador y violento. “¡Aguanté 20 años con él! Hasta que dije: ‘no, tampoco, hasta aquí llego yo’. Eso fue hace 11 años que me quedé sola con mis tres hijos”.
Luz Myriam se independizó, y llegó a ella otra dimensión en su vida, que ahora la llena, crear su propia organización: la Fundación Mujer Sola, compuesta por mujeres que, como ella, a pesar de lo vivido, de la violencia, el desplazamiento y el maltrato al que fueron sometidas, hoy tienen proyectos de vida independientes.
Las mujeres de la organización son sus hermanas, su “parche”; con ellas discuten sobre los derechos que tienen como mujeres y sobre qué hacer para no tener relaciones de dependencia. “Lo que sí me queda claro es que hay que empezar a tejer afectos y mecanismos de supervivencia. Además, las mujeres tenemos que aprender a distribuir nuestros ingresos y a que nadie pueda ejercer ningún tipo de violencia contra nosotras, seamos mujeres o niñas”.
Luz valora el estudio y usa lo que aprende tanto en su vida cotidiana como en la organización que hoy lidera. Primero estudió Administración de Empresas en la Universidad del Cauca y ahora cursa Derecho en la misma institución. Maneja dos restaurantes estudiantiles universitarios, uno con el apoyo de sus hijos y otro con las mujeres de la organización. Allí adelanta un proyecto en el cual, entre la universidad y la organización cofinancian parte del almuerzo de los estudiantes, una labor que “sin duda aporta a la protección de los derechos humanos de jóvenes a través de la buena alimentación”.
Ese mismo proyecto espera llevarlo a otras organizaciones y a otros lugares de Popayán, en los que como mujer emprendedora y empoderada, espera continuar dejando huella.
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La abogada de los casos imposibles
Esta es la historia de una mujer que lucha por la reivindicación de los derechos de su comunidad y de su territorio.
Por: Eliana Gómez Hurtado
Especial para fin de semana
Ansias y expectativa, eso fue lo que sentí aquel viernes 25 de mayo cuando nos encontrábamos próximos a conocer a Roxana Mejía Caicedo. Ella no es cualquier mujer, es lideresa y defensora de Derechos Humanos en Caloto, norte del Cauca.
Ella es una de esas colombianas que se la juega por la reivindicación de sus derechos y los de las comunidades afrodescendientes, buscando ‘frenar’ la minería y la proliferación de la caña de azúcar, ese monocultivo que hace de lado otros productos locales con los que se alimenta la población. También, se opone a la gran industria “que se ha ido metiendo con estrategias como la Ley Páez, las famosas ‘zonas francas’ y que de una u otra manera están cambiando el paisaje, la vida, las redes, la cultura del norte del Cauca”, nos cuenta Roxana.
“No damos más de diez años para que desaparezcamos los pequeños microfundistas y todo sea el verde de la caña, el humo de las chimeneas de las industrias; produciendo, sí, pero a costa del desplazamiento de las comunidades negras, de la vida, la cultura y las costumbres de la población. Y a eso no le estamos apostando”.
No solo su voz es fuerte, su carácter también lo es. Se forjó enfrentando exclusiones y discriminaciones. Incluso ha tendido que salir de Caloto, su territorio, para proteger su vida y la de sus familiares.
A pesar de eso, Roxana sabe que debe continuar: “hay que guerrearla para que nos garanticen una participación real y efectiva como mujeres. Hoy puedo decir que desde la organización trabajamos a la par hombres y mujeres, pero no porque nos hayan regalado este puesto, sino porque lo hemos demostrado durante cada proceso”.
En la actualidad, Roxana, integra el Consejo Mayor de la Asociación del Consejo Comunitario el Norte del Cauca – ACONT, y además es representante legal del Consejo Comunitario de Negritudes Yarumito de esta misma municipalidad.
Sus apuestas vienen de lejos. Desde los 13 años lidera procesos, pasó de ser secretaria de junta a personera estudiantil del colegio, hasta llegar a ser la presidenta de una asociación comunitaria de su zona.
“Desde la vida estudiantil uno se va perfilando. Siempre mis compañeros me decían: la abogada de los casos imposibles, y así fue”. Cuenta que en noviembre del 2015, primero 20 y luego 50 mujeres de Yolombó, se movilizaron hasta la capital del país para protestar contra la contaminación de cianuro y mercurio que había en las aguas de sus ríos, a raíz de la minería y los efectos que esto tiene sobre la vida, la salud y el territorio.
Además de afectar fuertemente la salud, la minería le había quitado a las mujeres una práctica muy común entre ellas, visitar el río como sitio de esparcimiento y de construcción de sociedad.
“Queríamos impedir que el Gobierno Nacional otorgara títulos mineros donde vivimos, esto además del argumento jurídico, es el despertar del liderazgo en la mujer negra en el norte del departamento, es ver cómo hay más mujeres hablando de reivindicación de derechos étnicos, de reglamentación integral de la Ley 70 y la reparación histórica para las comunidades negras. Es un plan para el buen vivir. Somos mujeres negras felices y orgullosas de haber alcanzado metas importantes para todo el mundo”.
*Estas historias se realizaron gracias al apoyo de ONU Mujeres, con su iniciativa para resaltar las mujeres colombianas y concientizar a quienes hacen parte de los medios de comunicación sobre el uso del lenguaje y la no revictimización de las víctimas de cualquier tipo de violencia.
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