GUILLERMO ALBERTO GONZALEZ MOSQUERA
En una columna anterior propuse que al estilo de Medellín, que tiene un espacio público consagrado al gran pintor y escultor Fernando Botero, hiciéramos de Popayán una ciudad Negret, dedicando un parque o zona verde a este gran payanés, internacionalmente reconocido y admirado. Si bien el Museo que lleva su nombre es un hito de la ciudad, bien dirigido y admirablemente exhibido, la ciudad debe tener un lugar de más relieve público, en que por ejemplo, se construyera el Monumento a Simón Bolívar cuya maqueta se conserva en Bogotá y que por razones ampliamente conocidas nunca se elaboró. Sería un plus de gran calidad que aumentaría considerablemente los atractivos de la ciudad.
Y ahora, hablemos de una serie de estatuas y monumentos de Popayán, que en mi concepto podrían ubicarse mejor, incrementando su ornato y contribuyendo a su embellecimiento. Siguiendo la línea de Negret, pienso que el homenaje a Juan Tama – una espléndida escultura en metal- está en un sitio donde no la ve nadie. El edificio de la lotería la esconde y la deja perdida. Sugiero muy respetuosamente que la cambien de sitio por otro donde se luzca más. Donde el transeúnte o el turista puedan admirarla y reconocer el significado que tiene como homenaje a nuestros antepasados precolombinos. No veo mayor dificultad en este proyecto, conociendo la idoneidad de los inquilinos del edificio y la historia del monumento en la gobernación del doctor César Negret Mosquera.
Y ahora, considero oportuno relatar una anécdota a propósito de la estatua ecuestre de Don Sebastián de Belalcázar, obra del escultor español Victorio Macho y que se erige sobre la cima del Morro de Tulcán.
A finales de los 60s visitamos con mi mujer la ciudad de Toledo en España. Y como sitio obligado fuimos a la casa-museo de Victorio Macho. Observamos los bocetos para la estatua de Popayán, en los que no aparece el Morro sino la iglesia de San Francisco como marco conceptual. Es decir que el escultor la diseñó para un recinto urbano, no para el enclave rural en que está actualmente situada. A la salida de la visita y en un puesto de revistas, encontramos un pequeño folleto con el título “Victorio Macho, su vida y su obra” y en él un amplio reportaje en que una de las preguntas decía: “Maestro, ¿cuál es su mejor obra? “y el artista respondía: “el Sebastián de Belacázar de Popayán y lo pusieron donde no era”. Hasta allí la anécdota. Que vale la pena contarla para dejar la inquietud del traslado, entre otras cosas porque no es de lógica que el conquistador español pise con su caballo un montículo seguramente de origen sagrado para la raza indígena.
Quedan este par de ideas para nuestros gobernantes.
Comentarios recientes