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MIGUEL CERÓN HURTADO
El sistema capitalista se caracteriza por la acumulación de capital en manos privadas y este fenómeno se convierte en el principal determinante del poder político e influencia social. Pero en el presente siglo XXI, no todos los capitalistas son iguales, aunque ellos, entre colegas, no se “pisen las mangueras”, sin considerar detenidamente cuál es el papel económico y social de unos y otros.
En toda la historia de la humanidad, desde la época del esclavismo, siempre el Estado ha sido manejado y se ha puesto al servicio de las elites de poder económico, por lo cual el capitalismo no iba a ser la excepción. Pero una cosa era cuando el Estado estaba al servicio y conveniencia de los empresarios, representados por los industriales y en el marco global, al servicio de las multinacionales y otra cosa es hoy, cuando el organismo está al servicio de los rentistas, representados por los fondos de inversión, en el marco de la globalización financiera. Los industriales pagaban impuesto al patrimonio, apoyaban el empleo y estimulaban políticas de aumento de la demanda agregada, para lo cual apoyaban el gasto público elevado.
Ahora, en el presente siglo, lo que no han notado los empresarios, o se hacen los de la vista gorda, es que los rentistas los tienen golpeados y a la industrial le ha tocado pagar los platos rotos. Los empresarios pagar impuesto a la renta mientras que los rentistas están exentos; les han cargado la llamada “responsabilidad social empresarial”, para que asuman obligaciones que le corresponden al Estado en materia de gasto social; la política de control a la inflación ha contraído la demanda agregada bajando las ventas de las empresas y perjudicando los negocios de bienes y servicios, fenómeno que se observa en todo el mundo, donde el aparato productivo se está desecando. Ya no hay crédito de fomento como antes, ni el Estado contribuye como gran comprador en el mercado, por las restricciones que le han impuesto al gasto público, cuya prioridad es atender el servicio de la deuda para conveniencia de los rentistas.
Claro que en aquella época, entre los siglos 19 y 20, sí había empresarios; los fundadores del capitalismo: personas que laboraban 18 horas diarias y así lograron forjar los grandes emporios empresariales; mientras que hoy lo que hay son los herederos de ellos, zánganos que no saben hacer empresa y por eso prefieren llevar sus fortunas a los fondos paras que estos especulen en los mercados de capitales y le presten plata al Estado, haciendo de este ejercicio la columna vertebral de la economía postmoderna.
Entonces, es claro que hoy no se puede tomar de manera estándar a los capitalistas; una cosa son quienes utilizan su patrimonio para generar empleo y llevar al mercado bienes y servicios con destino a la satisfacción de las necesidades humanas y otra cosa son quienes entregan su patrimonio a un Fondo y se dedican a vivir de la renta que este dinero les produce, el cual en gran porcentaje, se destina a comprar papeles del Estado, quien se dedica a cobrar impuestos a los pobres para pagarles cumplidamente los intereses y el principal al vencimiento, restringiendo para ello el gasto público que se requiere para dinamizar la economía, por lo cual siempre es conveniente tener claridad sobre la dicotomía entre empresarios y rentistas.
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