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MIGUEL CERÓN HURTADO
La reforma tributaria anunciada, que el gobierno argumenta con los consabidos engaños y mentiras como el que está diciendo de generar empleo cuando la verdad es el pago del cuantioso servicio de la deuda de los próximos años, es de enfoque neoliberal. Es decir, basada en impuestos indirectos, que gravan más a los pobres, y exenciones a los ricos. Por supuesto, para que la propuesta pase en el trámite del Congreso, el gobierno tendrá que repartir mermelada de puestos y contratos a los congresistas, pues es bien sabido que estos personajes nunca votan gratis favorablemente un proyecto de ley.
Pero ese no es el único enfoque de política que existe. Sabemos que también está el enfoque socialdemócrata cuyas propuestas para una reforma tributaria que incremente los ingresos corrientes de la nación, son diferentes. En el caso colombiano, se trataría de acciones como las siguientes: volver a establecer el impuesto sobre el patrimonio que existía el siglo pasado; acabar con el cuento chimbo de la doble tributación que libra de impuestos a los propietarios con el argumento de que las empresas ya pagaron; hacer que las empresas de minería paguen impuesto a la renta, que no tributan con el argumento de que pagan regalías, sin considerar que son dos cosas diferentes; eliminar los tratamientos privilegiados a las multinacionales extranjeras; cobrar impuestos justos y equitativos por la remesa de utilidades para el exterior; cobrar aranceles a la importación de productos elaborados en el país por empresas nacionales; pero sobre todo, cobrarle impuesto de renta a los verdaderos ricos, que hoy son los capitalistas rentistas de todo el mundo, agrupados en los fondos de inversión, los especuladores internacionales del dinero, que ahora les llaman inversionistas y que con el sometimiento que han hecho al Estado, son los verdaderos causantes de la crisis fiscal que viven casi todos los países del mundo occidental. Ah, y que Carrasquilla pague impuestos por el dinero que tiene clandestinamente en Panamá.
Es apenas lógico que, si el Estado quiere aumentar sus ingresos por la vía tributaria sin acudir a la fórmula de emisión de dinero, que fue la que le dio la magnitud al Poder de Estado durante dos siglos en época del Estado Moderno, debe acudir a quienes tienen plata; pues no habrá mucho que recoger buscando dinero donde no hay, como ocurrió con la reforma tributaria de Santos, que fue un fracaso porque no incrementó los ingresos corrientes del gobierno. Siempre se ha dicho que los negocios con pobres son malos, de modo que, además de los problemas sociales que ocasionará el enfoque neoliberal y los perjuicios en materia de reactivación económica derivados de la contracción de la demanda agregada por afectar el consumo final, no le proporcionará a las finanzas públicas, el aumento de ingresos esperado y la situación seguirá igual, mientras no cambie la estructura de financiamiento del Estado.
Por supuesto, para aplicar otro enfoque de política tributaria, tendría que haber ajustes en la estructura de financiamiento del Estado, que hoy es correspondiente al Consenso de Washington de 1989 y que se introdujo mediante la Ley 51 de 1990; lo cual significa, también, que debe haber cambios políticos que permitan orientar el funcionamiento del Estado con propósitos diferentes a los actuales, que consisten en colocar el organismo al servicio del capitalismo financiero internacional. Pero por ahora esto no será posible, por lo cual es perder el tiempo criticar la propuesta de Carrasquilla, que está en el cargo cumpliendo el cometido parta el que fue nombrado y en concordancia con los intereses de quienes legalmente detentan el poder porque el pueblo colombiano así lo quiso y por lo tanto no hay forma de cambiar el enfoque de política tributaria.
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