Popayán, historia y cultura

Nina Sánchez de Friedemann y Jaime Arocha Rodríguez en su libro “Herederos del jaguar y la anaconda” nos presentan una historia resumida de los indígenas que habitaban el Cauca andino. De él reproducimos los párrafos correspondientes. Nina, Antropóloga, falleció inesperada y prematuramente el 29 de octubre de 1998.

INDÍGENAS DEL CAUCA ANDINO

Sábado 10 de febrero, 2007
De: Mario Pachajoa Burbano

A

Alrededor de Pubén -hoy Popayán- existía un número grande de aldeas defendidas por cuatro fuertes de los ataques de Petequíes, patías, bojoleos, pijaos y yarapogos. El comercio entre las gentes de la confederación era tan dinámico como las actividades políticas y militares. La responsabilidad de estas últimas recaía sobre los caciques Payán y Calambás. El primero ejercía jurisdicción sobre las áreas planas de la vertiente occidental; el segundo sobre las montañas orientales. Toda esta red de intrincadas relaciones económicas, sociales y políticas se cimentaba sobre una base agrícola bastante sólida.
Los indios confederados sumaban cien mil, cuando la expedición comandada por Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, capitanes al mando de Sebastián de Belalcázar, inició la conquista del Cauca andino. Era el año 1535 y, pese a que el cacique Payán fue dado de baja, los indígenas no aceptaron la autoridad española e hicieron fracasar esta campaña.

Belalcázar organizó entonces una segunda expedición, con más hombres y caballos. En Guazahara se encontró con las fuerzas de Calambás, quien sólo cayó después de un mes de lucha. A partir de esta contienda. las tácticas del conquistador se hicieron más sanguinarias. Hacia Cali, arrasó con todo lo que se le interpuso. En compañía de Añasco y Ampudia, las emprendió contra Pubén. Yazguén, el líder religioso de la confederación, organizó una resistencia de tal calibre, que las propias mujeres combatieron heroicamente en la refriega. Con la muerte de Yazguén, se pudo fundar la ciudad de Popayán.
Pero la gente del Cauca andino siguió resistiendo. Muchos se refugiaron en regiones más apartadas para no someterse, los vecinos de Popayán dejaron de cultivar el maíz de sus campos con la esperanza de que el hambre alejara a los conquistadores. Las consecuencias de esta táctica, fueron desastrosas para los indígenas. Los paeces reforzaron sus alianzas con los indios del valle del alto Magdalena, como los pijaos y yalcones. Gracias a ello dieron de baja a los capitanes Pedro de Añasco, Juan de Ampudia, Francisco García Tobar y Domingo Lozano, quien comandó la decimoquinta campaña infructuosa contra las gentes de Tierradentro.  El propio Belalcázar fue vencido en 1540 en la batalla del Peñón de Tálaga, también en Tierradentro. En 1570 los miembros de la alianza indígena destruyeron a Neiva; en 1571 a San Vicente Ferrer y en 1577 a San Sebastián de La Plata.
Aunque muchos españoles consideraron que era necesaria una campaña de exterminio total, se asignó a los misioneros un papel más sobresaliente en el proceso de pacificación. Fue así como lograron someter a las gentes del complejo guambiano-coconuco a principios del siglo XVII. Empero, los paeces siguieron dando la batalla. Atacaban frecuentemente a Popayán y a Caloto, asentamiento que tuvo que ser fundado cinco veces.  Los paeces fueron cambiando su estrategia de supervivencia a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Los indígenas dejaron de guerrear contra los españoles y comenzaron a adoptar instituciones ibéricas dentro de las cuales daban vigencia al contenido de su cultura. Para seguir existiendo, las deidades paeces entraron a los templos católicos, con nombres cristianos y agarrándose de los nichos de esa liturgia. Dentro de este proceso de transacción cultural pudieron ir logrando cierto grado de autonomía económica y política.
Durante el siglo XVIII surgen los “caciques nuevos”, que establecieron nuevas alianzas políticas entre sus territorios, revitalizando así el antiguo sistema cacical y convirtiendo a resguardos y cabildos en armas contra la dominación peninsular. De esos adalides, Angelina Guyumús y Juan Tama pasaron a ser figuras mesiánicas en razón del papel que desempeñaron en la lucha de los paeces por consolidar su territorio tradicional. Roberto Pineda Camacho sugiere que Juan Tama probablemente fue un indígena tama de la selva tropical amazónica, arrancado por los españoles de su tierra natal y esclavizado. Conocedor de la cultura de sus captores y de la de sus anfitriones, Tama actuó como mediador en la crisis por la supervivencia de los paeces. Fue persuadiendo a los indígenas para que hicieran ciertas concesiones, a cambio de las cuales fueron logrando los títulos de sus tierras.
Pineda Camacho explica que, de acuerdo con el título del resguardo de Vitoncó, Juan Tama y el cacique Calambás compitieron por el liderato de los paeces, hasta que Tama venció a Calambás. Como representante de los indígenas del Cauca, Tama logró que la corona española le reconociera a los pueblos indígenas de esa región los derechos de propiedad comunal sobre sus tierras ancestrales. Tama a su vez le reconoció derechos de herencia a los descendientes de Calambás, hasta la cuarta generación. En cambio, el título del resguardo de Pitayó hace referencia a la alianza entre Tama y Calambás como paso previo a la titulación de los resguardos caucanos a nombre de los indígenas.
A cambio de sus resguardos, los paeces, como los demás indios del Cauca andino, aceptaron el pago de tributo a la corona y desempeño de tareas comunales que no revertían necesariamente en beneficio de las comunidades. Tal fue el caso de los trabajos colectivos realizados en la “manga del padre“, con el objeto de subsidiar la labor del misionero. Pese al poder aniquilador de las instituciones españolas que los indígenas fueron aceptando, dentro de ellas emplearon toda su creatividad para expresar sus creencias, valores y prácticas tradicionales.

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