Popayán, historia y cultura

La batalla de Pitayó,1820,  liberó a Popayán del dominio español. Reproducimos fragmentos del relato del General Manuel Antonio López quien participó en ella.

BATALLA DE PITAYO 1820

De: Mario Pachajoa Burbano

Antes de describir la acción de Pitayó me parece oportuno referir algunos hechos que la precedieron, para hacer conocer los horrorosos efectos de aquella guerra de desolación y exterminio que hicieron los españoles en Colombia.

El 24 de enero de 1820 fue sorprendido en Popayán el coronel Antonio Obando por el Brigadier Sebastián de la Calzada, quien aumentó sus fuerzas con las guerrillas de Patía, consiguió burlar la vigilancia y cuando menos lo esperábamos, fuimos atacados al amanecer del mencionado día 24. Se hizo una resistencia vigorosa hasta las ocho de la mañana en que fue invadida la ciudad por todas partes.

El teniente-coronel Basilio García, comandante del batallón Aragón, español sanguinario y cruel, no dejó con vida ni a los heridos que a su paso encontró en las calles y en la plaza, y mucho menos a los prisioneros que hizo su batallón. Dueños de la ciudad, procedieron a saquear los almacenes de comercio y algunas casas principales; y yo que servía en aquella división republicana, me aproveché de aquella circunstancia para emprender mi fuga por el camellón del Cauca.

Batalla de pitayó

Informado Calzada de que no había tropas republicanas que se le opusieran en toda la provincia salió de Popayán con la división, en febrero, y recorrió todo el valle del Cauca hasta Cartago, talando y destruyendo todas las haciendas y los campos. Las casas de los infelices aldeanos eran entregadas al saqueo y la rapiña:  los soldados de Aragón se aparecían al campamento cargados con inmenso botín de ropa de hombres y mujeres, sin que se les escaparan ni los efectos más ruines y despreciables, así como toda clase de animales domésticos que encontraban a su paso, mientras que Basilio García cometía los asesinatos más atroces.

Temeroso Calzada de que por Guanacas salieran tropas y lo cortaran a la vez por el Quindío, resolvió, en marzo, regresar a Popayán, llevando cuanto ganado y bestias pudo recoger. A su llegada a aquella ciudad, determinó mandar a la Plata al capitán Juan Domínguez, con dos compañías de Aragón. Domínguez llegó a la Plata con sus trescientos hombres, y se informó que un batallón se estaba formando en la capital, lo que participó a Calzada. Calzada confiado en este informe se preparaba a invadir la provincia de Neiva a principios de mayo; pero un accidente inesperado desbarató su proyecto.

El general Santander, luego que tuvo conocimiento de la sorpresa de Popayán, organizó una división compuesta del batallón Cundinamarca, que se formó con los que se salvaron en Popayán, el de Neiva, creado en aquella provincia, el de Albión, y los escuadrones Guías y Oriente, confiándole el mando de esta fuerza al general Manuel Valdez, llevando por su segundo al coronel José Míres, y  la hizo marchar al sur sobre Calzada.

Al mismo tiempo el teniente-coronel Pedro José Murgueítio, fue destinado al Cauca con un cuadro de infantería, llevando armas y municiones, para que desde Cartago empezara a reclutar gente y marchara a reunirse con el general Valdez en Quilichao.

El general Valdez llegó a Neiva el 20 de abril con los cuerpos que llevó de esta capital, incorporó el creado en aquella provincia, y el 22 adelantó al coronel Mires, que tenia 600 infantes y 100 jinetes, el cual con esta fuerza llegó a Paicol el 26, pasó todo el día 27 en la quebrada y por la noche se puso en marcha, logrando sorprender a Domínguez en la Plata, al amanecer del 28. El capitán Reseche de Albión, forzó el puente, lo atravesó con sable en mano dejando catorce muertos a su paso y protegido por el resto del batallón, cargó con impetuosidad y arrojo a los enemigos. Domínguez obstinado en defender aquel punto, pereció allí en medio de 80 de sus más valientes soldados, los restantes quedaron prisioneros: sólo lograron escaparse el otro capitán, un teniente, dos alféreces y nueve de tropa que fueron a llevar a Calzada la noticia de su desastre. Este acontecimiento inesperado para Calzada., lo persuadió a no quedarle duda que marchaban tropas sobre él. Con este motivo salió de Popayán con la división, el 10 de mayo, acampó en Guambía (hoy Silvia) y supo que a la Plata había llegado una división como de 2,000 hombres al mando del general Valdez, y como él contaba con más fuerzas, y se dispuso a esperarlo, confiado en que le sería fácil batirlo a la salida de los páramos.

Entre tanto el general Valdez salió de Neiva con el resto de la división a principios de mayo. E1 28 emprendió la marcha, con el objeto de dirigirse a Quilichao por el camino de Tierra-adentro y reunirse allí con el comandante Murgueítio de quien se sabía que tenía un batallón con el nombre de “Cauca,” y que se le uniría en Quilichao como le estaba prevenido.

El general Valdez salió el día 5 de junio para Pitayó con la mayor parte de la división y el resto con el parque llegó al día siguiente por la mañana. Como no tenía temor alguno de la aproximación del enemigo, dispuso que la tropa se pusiera a limpiar las armas.
Los espías de Calzada que llegaron a Guambía el 4 por la noche, le informaron que habían dejado las tropas republicanas saliendo de Inzá por el camino de Lame, y que indispensablemente debían salir a Pitayó; pero que según las marchas que iban haciendo, lo malo del camino y lo fuerte del páramo, no podrían llegar a dicho pueblo hasta el 7 por la tarde. Confiado en esta relación, se propuso ocuparlo antes que llegara el general Valdez, tomar posiciones y batirlo a la salida del páramo de Moras.

El día 5 por la mañana, después de combinar su plan de campaña, dispuso: que el teniente-coronel Nicolás López, con su columna de Cazadores, el batallón de los Andes y un escuadrón de caballería, en número de 1,400 hombres, marchara el día 6 a las cuatro de la mañana a tomar posesión de Pitayó, inspeccionar todas las salidas del páramo y colocar la vanguardia en el punto que creyera más conveniente para esperar y batir a los insurgentes, ofreciéndole que le seguiría con el resto de la división el día 7 muy temprano, para llegar a tiempo oportuno.

El pueblo de Pitayó está situado en una hoyada a la salida del páramo de Moras, rodeado de monte alto. Por el camino que viene de Guambía, hay que descender una cuesta montañosa bastante larga y de mal piso, que sólo se mejora un poco y se ensancha la ruta, cerca de la población, la que no se descubre sino casi a su entrada.

El teniente-coronel López salió de Guambía el día 6, a las cuatro de la mañana, como se le había prevenido: la primera compañía de la columna de Cazadores, mandada por el capitán Gil, valiente coriano, en la cual iba de soldado el que suscribe, llevaba la descubierta. Habíamos andado más de las tres cuartas partes del camino, y no se tenia noticia de que el general Valdez con su división estuviera en Pitayó, porque en todo el camino no encontramos una alma que nos pudiera dar razón alguna, ni se tenía la más leve sospecha de encontrarnos con tropas colombianas: tampoco el general Valdez sabía que se le aproximaba el enemigo.

Descendíamos la cuesta en el mayor silencio: el comandante López iba a retaguardia haciendo que la tropa marchara reunida, y serían las doce del día cuando iba llegando a una vuelta del camino desde donde, a poca distancia, se divisan las primeras casas de la población, y de repente un centinela preguntó con arrogancia: “¡Quién vive!”, los ocho exploradores que precedían la descubierta se sorprendieron, y contestaron con una descarga. Aquello sirvió de alarma en el campo del general Valdez y dio tiempo a que la tropa preparara sus armas, entrara en formación y saliera a batirse. El teniente-coronel López, sorprendido también, corrió a la vanguardia descubierta que había roto sus fuegos contra la avanzada del Peñón, la que fue reforzada a los primeros tiros con una compañía de tiradores, y ya no era tiempo de retroceder.

En el acto hizo desplegar la 1a y 2a. compañía, internándolas en el monte al lado izquierdo del camino, para descender a una quebrada.  Al lado opuesto de ésta se presentó de improviso el batallón Albión, que recibió con fuego a las tropas realistas.
El teniente-coronel López, que se vio comprometido a librar el combate sin esperanza de ser protegido por el resto de su división, se abandonó al destino y cargó toda la columna a su costado izquierdo, sobre Albión. El batallón de los Andes fue colocado en la parte más ancha del camino, y la caballería formada en columna a retaguardia, en el mismo camino.

El general Valdez hizo reforzar a Albión con el batallón Cundinamarca, cubriendo su retaguardia el escuadrón Oriente: el resto del batallón Neiva reforzó la línea por el centro y costado derecho del enemigo, teniendo a su espalda el escuadrón de Guías. El fuego se sostuvo con vigor por más de una hora, y sin embargo al observar que nuestros tiros hacían más estrago en las filas enemigas que los suyos en las nuestras, porque aún sin tener parapetos, nuestra posición local era mejor, el general Valdez se dispuso a decidir la lucha, confiado en el valor de nuestra infantería y en el arrojo de la caballería llanera.

En consecuencia dispuso: que medio batallón de Neiva cargara de frente por el camino contra el batallón de los Andes, hasta llegar a un punto que se le indicó, en donde debía replegarse a derecha e izquierda sobre el monte, dejando libre el camino para que pasara la caballería; que el otro medio batallón, internándose al monte por la izquierda, atacase la compañía de tiradores de los Andes, procurando cortarla o batirla  y que Albión, apoyado por Cundinamarca, cargara al mismo tiempo sobre la columna de cazadores, procurando arrollarla, para que saliendo al camino, nuestros dos escuadrones pudieran dar una carga decisiva, lo que se les indicaría ejecutar al toque de ataque.

El medio batallón de Neiva atacó por el frente al batallón Andes, con ímpetu. También el otro medio batallón desalojó del monte a la compañía de cazadores del enemigo, haciéndola emprender la fuga en dispersión. El comandante Lucas Carvajal cargó con sus Guías, rompió las filas enemigas y las puso en desorden. Albión arrolló a bayoneta la columna de cazadores, que en dispersión se mezcló en confusión con los restos del batallón Andes. Toda nuestra caballería sin darles tiempo de rehacerse, les cargó en masa por segunda vez con su acostumbrado arrojo. Algunos perecieron lanceados, y los demás fueron dispersos, refugiándose al monte para salvarse, quedando consumada su derrota  La caballería enemiga huyó vergonzosamente sin esperar la nuestra.

La pérdida del enemigo consistió en un capitán, dos tenientes, un alférez y 130 individuos de tropa muertos; heridos el valiente capitán Gil (que murió) y 80 de tropa. Según informes se les dispersaron más de 300 hombres. Se hicieron prisioneros 3 oficiales y 147 de tropa, entre los cuales rescatamos algunos de los prisioneros hechos en Popayán. Los 3 oficiales fueron decapitados en represalia de los fusilados en Popayán.

Trasmito a la posteridad el doloroso recuerdo de uno de tantos episodios sangrientos de la guerra a muerte para dar una idea de las escenas de horror y barbaridad que se repetían por todas partes en aquella época de la más tenaz y desapiadada lucha contra el despotismo, y que conozcan las nuevas generaciones el precio a que fue comprada nuestra gloriosa Independencia nacional.

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