«Hacer periodismo en el Cauca es heroico»

Este 15 de octubre el Sello Editorial de la Universidad del Cauca presenta en Popayán el libro La fuerza del ombligo: crónicas del conflicto en territorio Nasa, del laureado periodista payanés José Navia Lame. El Nuevo Liberal lo entrevistó.

El periodista payanés José Navia Lame publica su quinto libro de crónicas: La fuerza del ombligo.
El periodista payanés José Navia Lame publica su quinto libro de crónicas: La fuerza del ombligo.

Cuando se habla de periodismo con José Navia Lame pronto se comprende que se tiene enfrente a un hombre curtido en el oficio, reportero incansable y viajero impenitente que ha recorrido muchos lugares olvidados del país. Y pronto se comprende también que él es dueño de la sencillez propia de quienes conocen de primera mano las múltiples realidades colombianas y saben que de nada serviría presumir de ello, porque lo que de verdad importa, son las historias de los seres anónimos y desheredados que asumen con entereza las dificultades y las violencias, y cuyas voces deberían escucharse por sobre el ruido infame que las ha acallado desde el principio de los tiempos.

Hablar de periodismo con José Navia Lame permite ratificar que este es un oficio que requiere de una profunda pasión que invita a salir a las calles o a las veredas a hablar con la gente del común, a sentir como propias sus tragedias, a asumir riesgos de funambulista y luego volver a casa para sentarse a escribir alguna crónica y entregársela a los lectores para que se reconozcan en esas palabras honestas y sentidas.

Leer a José Navia Lame es como sentarse a hablar con él, porque en sus crónicas está la esencia de este periodista payanés, su concepción del periodismo, su sensibilidad, la difícil sencillez con que asume la escritura y la vida. Su nuevo libro así lo ratifica. La fuerza del ombligo: crónicas del conflicto en territorio nasa, es una compilación de sus trabajos publicados durante los últimos 30 años sobre la zona del nororiente caucano tan golpeada por la guerra. Antes había publicado Historias nuevas para la ropa vieja, El lado oscuro de las ciudades y Confesiones de un delincuente. En La fuerza del ombligo se encuentran testimonios de los tiempos del movimiento Quintín Lame pero también las voces de quienes hoy lideran propuestas de emprendimiento en Toribío, el pueblo más azotado por la guerrilla. El libro incluye crónicas galardonadas con el Premio Simón Bolívar de Periodismo y el Premio del Círculo de Periodistas de Bogotá.

  1. En Popayán no se conoce mucho el trabajo de José Navia. ¿Por qué razón?
  2. Creo que se debe a que me fui de Popayán hace 35 años, cuando tenía apenas 20, estudié periodismo en Bogotá y Medellín y he desarrollado todo mi trabajo periodístico en Bogotá, especialmente en el diario El Tiempo. Allí donde fui cronista por 19 años y luego editor de Reportajes.
  3. ¿De qué se trata La fuerza del ombligo?
  4. La fuerza del ombligo son 22 crónicas. Son, sobre todo, relatos de la resistencia de los Nasa, que viene desde hace 500 años, y de su arraigo y su fuerza para defender, aún a costa de su vida, su territorio y la autonomía que tienen sobre él.
  5. ¿Qué es hacer periodismo de conflicto en el Cauca?
  6. Como reportero he vivido el conflicto en forma intermitente en el Cauca, Putumayo, Sur de Bolívar, Urabá y otras regiones del país. He trabajado bajo la figura del enviado especial; es decir, un periodista que entra, investiga y sale de los territorios de conflicto. Y en esa labor he aprendido a admirar a los colegas que cubren de tiempo completo el conflicto en zonas como el Cauca. Cada vez que vengo escucho a algunos de ellos contar cómo entraron a algún municipio de la Bota Caucana o del norte, en medio de los operativos militares. Lo que hacen ellos es heroico.

Usted ha recorrido buena parte de la zonas indígenas de Colombia. ¿Por qué razón lo hace?

El Cauca es uno de los departamentos con mayor mestizaje del país. Basta con caminar cinco minutos por el parque Caldas para comprobarlo. En mi caso, llevo sangre y apellido Nasa. Y la sangre llama. Creo que, como periodista, tengo la obligación de intentar visibilizar lo que ocurre en esos territorios.

  1. Con reportajes sobre comunidades indígenas usted ganó el premio Rey de España y el premio de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP. ¿Qué tienen estas comunidades para contarle a la sociedad desde el periodismo?  
  2. En el primer caso se trató de un reportaje multimedia sobre los indígenas yukpas de la Serranía del Perijá, publicado en Eltiempo.com. Son una comunidad bastante pobre, aún cazan con flechas y algunos de sus integrantes no miden más de 1.40 metros.

El premio de la SIP fue por una crónica sobre el retorno de una familia de indígenas desplazada de Colombia por paramilitares. Regresaron, por mar y por trochas, desde un pueblo de Panamá hasta Arquía, en el Darién Colombiano. Ese es otro caso de resistencia y de persistencia en sus costumbres ancestrales.

  1. ¿Cómo visualiza el trabajo periodístico con estas comunidades en el posconflicto?
  2. Sin conflicto armado los periodistas debemos aprender a ejercer una mirada diferente sobre las comunidades, no solo las indígenas. Estamos acostumbrados a mirar solo la destrucción, la muerte. Es muy fácil verlas. Es más difícil detectar historias donde no hay violencia. Y también es más difícil escribirlas, lo que implica un reto narrativo para los periodistas. Pero, de todos modos, no vamos a vivir nunca en un paraíso. Seguramente se generarán otras formas de conflicto a las cuales hay que estar atentos para visibilizarlas, que es lo que podemos hacer los periodistas.

Fragmentos del libro de José Navia

El pueblo Nasa dicta sentencia

“Enseguida, Gabriel Paví presentó a otros cuatro implicados: Arsenio Vitonás Ramos, Robert Pequi Paví, Eduardo Emilio Illo y John Freyman Dagua Ascue. Además, le aclaró a la Asamblea que todos los mencionados son mayores de edad y enfatizó en que el delito de estas personas consiste en haber disparado contra la guardia y la comunidad; pero no son culpables de muerte alguna, sino determinadores.

De nuevo se desató una polémica entre los miembros de la asamblea. Finalmente los asistentes desecharon la idea de castigarlos con fuete. Pidieron cárcel.

“Entonces, a cuantos años…”, preguntó Paví.

La algarabía estalló de nuevo… se oyeron algunas voces de mujeres: “¡cuarenta!, ¡cuarenta!”

“Entonces, ¿cuántos años…? ¿Cuarenta?

¡Siiiiiiii…!

A los dirigentes se los notó la sorpresa por la dura condena que acababa de imponer la asamblea general. Gabriel Paví solicitó que levantaran la mano los que estuvieran de acuerdo con una condena menor de cuarenta años.

La Asamblea se mantuvo inflexible. Ante la severidad de la sentencia, uno de los líderes tomó el micrófono. Se presentó como el gobernador del resguardo de San Francisco.

“Yo entiendo el dolor, pero vamos a tratar de calmarnos y analizar bien. Revisando esto, la sentencia está bastante alta, compañeros. Yo les propongo que sea de veinte años para abajo…

¡Nooooooo!

Bueno. ¿Están de acuerdo en que sean veinte años?

¡Nooooooo!

¿Veinticinco?

¡Nooooooo!

¡Treinta años?

¡Nooooooo!

Entonces, yo supongo que se mantienen en los cuarenta años. ¿Ratifican los cuarenta años? Alcen la mano”.

Casi todas las manos se levantaron. El pueblo Nasa había dictado su veredicto. A los dirigentes no les quedó otro camino que aceptar la sentencia”.

II

Los hijos de La Gaitana siguen creciendo

Son casi las seis de la tarde. A lo lejos, hacia el occidente, el firmamento se pinta de tonos anaranjados, desde uno muy leve, diluido en amarillo, hasta uno encendido, que parece fundirse con la silueta oscura de las montañas.

Minutos después llega su esposo. Es un hombre silencioso que tiene nombre de ejecutivo paisa: Héctor Fabio Villegas. Saluda con timidez y va a sentarse en el fondo del patio. Sofía se levanta a preparar café.

Mientras atiza el fogón, cuenta que ella no sabe leer ni escribir. “Como a los dos días de haber entrado a la escuela mi papá cogió un libro y me dijo: ‘Lea aquí, a ver qué fue lo que aprendió’, y como no podía, me daba rejo. Yo mejor me retiré y me puse a trabajar. Ahora, mirando los libros de los muchachos, es que aprendí a firmar, pero no más”, dice.