“Yo no soy un anarquista, yo soy yo. Yo no dejo una religión por otra, un partido por otro, un sacrificio por otro. Yo soy un espíritu liberado, egoísta. Yo obro como yo siento, yo no tengo más causa que la mía”
Tomado de la carta dirigida a Aurelio de Castro
Hoy en día es difícil imaginar una vida alejada de los teléfonos celulares, sin embargo, mucho tiempo atrás, cuando nuestra atención no dependía de ello, la vida de las personas transcurría en las calles, sitios donde se forjaron grandes historias, la que narraré hoy es tan desconocida que se puede confundir con una leyenda urbana.
Vicente Rojas Lizcano, nació en Chinacota (Pamplona) el 26 de octubre de 1879, fue entre otras cosas –como poeta y escritor- el primer anarquista colombiano, según el libro de su autoría Comprimidos psicológicos de los revolucionarios criollos (del cual solo se cuentan con un par de ejemplares), el pseudónimo con el que sería reconocido era: Biófilo, amante de la vida, y Panclasta, enemigo de todo. Convivio y aprendió de las figuras más representativas del anarquismo europeo y de la política internacional, como Vladimir Lenin.
Biófilo Panclasta recorrió el mundo avivando los grupos anarquistas, se puede considerar el primer embajador del anarquismo latinoamericano, su pensamiento lo condeno al exilo en diversos países y a padecer los tratos más inhumanos en las cárceles colombianas y venezolanas.
En sus cartas se puede ver la transición de pensamiento de un joven Biofilo, inicialmente siendo un anarquista individualista, apoyado en las ideas del superhombre de Nietzsche, al anarquista societario.
La lucha social que libraba lo hacía, en sus palabras, para sentirse vivo pues solamente la lucha por los otros le permitía expresar su amor, en 1934 un veterano Biófilo Panclasta convive con Julia Ruiz, en la ciudad de Bogotá, desde esta ciudad empieza a enviar cartas a los diversos presidentes latinoamericanos exponiendo sus ideas, sin embargo, en 1939 fallecio su compañera lo que lo obligo a desplazarse a Barranquilla, en donde intenta suicidarse usando los cables de la luz y la autoflagelación con una navaja. Ese mismo año, es expulsado de Bucaramanga, los delitos que se le acuso fue ser vago y alcohólico. En 1943, con un físico irreconocible, con barba y pelo largo muere a los 64 años por causa de un paro cardiaco en el Asilo de Ancianos de Pamplona.
Sus cartas y muchas de sus obras se pueden encontrar en La Biblioteca Nacional de Colombia, pues ya se consideran de dominio público por haber transcurrido más de 80 años desde el momento de la muerte del autor.