Popayán, Historia y Cultura

Quintín Lame fue un líder indígena colombiano. Participó en la Guerra de los Mil días y La Violencia bipartidista colombiana y se caracterizó por sus luchas en defensa de los pueblos indígenas

MANUEL QUINTIN LAME

1880 – 1967
Por Guillermo Alberto González Mosquera
De: Mario Pachajoa Burbano

A

mediados de la década de los 80, los colombianos supimos de la aparición de un nuevo grupo armado que operaba en las montañas del oriente caucano, reivindicándose como continuador de las luchas que en la primera mitad del siglo había llevado a cabo un líder indígena carismático y tozudo llamado Manuel Quintín Lame. No eran muchos los que entonces conocían sobre la vida de este caucano, cuyo nombre era tomado como apelativo de la flamante insurgencia. Al historiador Diego Castrillón Arboleda, le llamaron la atención los levantamientos que se presentaron en el Cauca a partir de 1914 comandados por el indio Quintín, y un día tomó la decisión de publicar una biografía del protagonista de ciertos hechos que llegaron a conmover profundamente las estructuras de la tenencia de la tierra en el Cauca. Su libro, «El Indio Quintín Lame», se convirtió pronto en referencia obligada para quienes quisieran conocer más sobre la antigua lucha de los paeces para ampliar los resguardos y entrar en posesión de importantes extensiones de tierra en la cordillera Central.

Quintín Lame, al centro fumando, cuando fue capturado en el Cauca con un grupo de sus compañeros. Fotos: Domino público y del libro El indio Quintín Lame (Castrillón Arboleda, 1973).

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Manuel Quintín Lame había nacido en el año de 1880 en la Hacienda de San Isidro, en las estribaciones de la cordillera, no muy lejos de la ciudad de Popayán. Su madre era de apellido Chantre y tenía origen en el cercano resguardo de Totoró. Lame era el nombre de un resguardo del municipio de Páez en las profundidades de Tierradentro. Por las dos vertientes de su sangre era paez y guambiano, lo que explica el porqué del amplio ascendiente que tendría posteriormente entre las distintas comunidades indígenas del departamento. Desde joven mostró un significativo brillo intelectual y logró que los hacendados de la zona repararan en sus capacidades y pensaran que podría ser útil para sus propósitos de mantener estables los territorios de sus propiedades. No quiso quedarse amarrado al terruño. Pronto se enroló en la guerra de los Mil Días bajo las banderas liberales y fue embarcado a Panamá en donde participó en algunas de las batallas que tuvieron lugar en el Istmo. Cuando se pactó la paz regresó nuevamente al Cauca con el ánimo de organizar a los indígenas y hacer valer sus derechos. Sus primeros reclamos los centra en la negativa para pagar el terraje.

En 1914 el país se hallaba bajo la hegemonía conservadora y gobernaba el Presidente José Vicente Concha, que enfrentaba las dificultades provenientes de la Primera Guerra Mundial con criterios más de jurista que de administrador, razón principal para que el ambiente social se enconara y se precipitaran acontecimientos que perturbaron el sosiego público. Uno de ellos fue la rebelión de Quintín Lame en el Cauca. Antes de organizar la revuelta había ido a Bogotá para entrevistarse con los ministros de Guerra y Relaciones Exteriores, con quienes pretendía conseguir apoyo para algunas de sus reivindicaciones. Marco Fidel Suárez estaba al frente de la Cancillería y Lame pensaba ingenuamente que obtendría sus simpatías, teniendo en cuenta el origen humilde del Ministro. Este no prestó interés alguno al indígena y lo dejó en manos del general Ignacio Leyva, su colega de Guerra, quien tomó despectivamente los asuntos planteados y dejó que la prensa bogotana hiciera bromas sobre Lame. Al volver al Cauca, decepcionado y estropeado, propició y dirigió la primera revuelta entre varias que organizaría en los años posteriores. Fracasó y fue puesto preso en Popayán en 1915. Buscó el apoyo de quienes habían sido sus jefes políticos en la guerra de principios del siglo, pero no encontró sino indiferencia ante su infortunio. Este hecho lo enfrentaría de por vida con las clases dominantes del Cauca. Liberado algunos meses después, no tardó en organizar una nueva rebelión y de nuevo fue sometido a juicio y encarcelado, luego de consejos de seguridad que fueron un motivo más para acrecentar su popularidad en las zonas indígenas. A finales de 1916 se produjo bajo su comando el asalto a Inzá, con muertos y heridos. Perseguido sin pausa por todas las montañas del Cauca, es nuevamente capturado y condenado a cuatro años de prisión, que cumplió hasta 1921.

Radicado en el sur del Tolima, en donde viviría hasta el fin de su prolongada existencia, se dedicó a escribir un libro que tituló «En Defensa de mi Raza»y a dictar conferencias en las que siguió defendiendo sus ideas. Invitaba a reconocer la historia propia para tomar conciencia sobre la identidad de los pueblos indígenas; abogaba por la necesidad de contar en sus territorios con autoridades designadas por ellos mismos; instaba a defender las tierras de los resguardos y a ampliarlas; pedía que cada cual conociera las leyes para luego poder exigir su aplicación. En fin, dejaba una ideología que luego recogerían organizaciones como el CRIC y que utilizarían como razones para la insurgencia grupos armados como el que tomó su nombre y que en últimas, terminaría acogiéndose a procesos de paz durante el gobierno de Belisario Betancur.

El viejo líder murió en circunstancias más que tristes en la población de Ortega en el sur del Tolima. Su tradición de cristiano fervoroso que nunca ocultó, así tuviera en muchas ocasiones enfrentamientos serios con la iglesia, lo llevaba en el crepúsculo de sus días a sentarse por largas horas en el atrio de la iglesia del pueblo, a donde acudían muchachos traviesos a mofarse del anciano a quien el tiempo acorralaba. El párroco del pueblo se negó a darle la sepultura eclesiástica, en un acto más de injusticias repetidas contra quien fue siempre un honesto luchador social. Muchos hoy repiten su nombre como símbolo de unas batallas reivindicatorias aún incompletas.

 

FROILAN LARGACHA

De: Mario Pachajoa Burbano

José María Quijano Wallis en su libro Memorias Autobiográficas Histórico-Políticas y de Carácter Social se refiere así a Froilán Largacha:

“ … El Dr. Froilán Largacha, nacido en Popayán el 15 de diciembre de 1823 y que murió en Bogotá el 5 de mayo de 1892, ha sido el único hombre que yo he encontrado como prototipo de la perfección moral.

Si hubiera existido en tiempos de Diógenes, el filósofo griego habría tenido que apagar su linterna al encontrarse con ese hombre inmaculado. Puede decirse sin hipérbole ni exageración alguna, que el Dr. Largacha poseía el espíritu más noble y más benévolo con que Dios animara el barro humano. Si un hombre, desengañado de las miserias que acompañan a la especie humana se viera sumido en supremo desconsuelo al ver cuantas bajezas e iniquidades fermentan en el corazón del hombre cuando lo domina el vil interés o las malas pasiones, habría hallado un consuelo y una reconciliación con la humanidad al haber conocido y tratado al Dr. Largacha.

Froilán Largacha fue un abogado, periodista, intelectual, economista y político colombiano.

Intelectual de intensa fuerza y de vasta ilustración, ocupó varias veces un sillón en las Cámaras legislativas, en los Ministerios del Estado y en la Suprema Corte Federal hasta llegar a ser uno de los miembros del Poder ejecutivo plural organizado por la Convención de Rionegro de 1863. En todos estos puestos públicos se distinguió el Dr. Largacha por su talento, su instrucción, su pericia y, sobre todo, por su irreprochable honradez.

Murió pobre, después de haber formado una numerosa y honorable familia, pero dejó una huella y un recuerdo imperecedero de bondad, de benevolencia y de verdadera caridad cristiana.

En todo el curso de su larga vida no ejecutó ni la más leve mala acción ni el hecho más insignificante que pudiera vituperársele. Su vida fue una serie de obras buenas, y si algún hombre pudiera señalarse como verdadero imitador del Sublime Fundador del Cristianismo ese hombre y sólo ese hombre habría sido el Dr. Froilán Largacha…”

 

 

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