Popayán, historia y cultura

En la edición de enero 6, 2005, El Liberal nos presenta un artículo: «La achacosa Popayán» cuyo autor Horacio Dorado Gómez, señala dramáticamente los puntos negros de los que adolece la ciudad de Popayán. Pero en la misma edición, el diario nos trae una nueva muy grata: ha surgido un niño payanés, Guillermo Valencia, conocido como el «Prodigio del Toreo» a quien se le augura un futuro venturoso, lleno de triunfos en el dificil y peligroso empleo, como lo es el toreo.

GULLERMO VALENCIA: EL NIÑO TORERO

Por: Mario Pachajoa Burbano

Entre ‘Verónicas y Muletillas’
Un niño caucano con sangre taurina

Foto: El Liberal
http://www.geocities.ws/pachajoa2000/torero.jpg El niño torero, con tan sólo 9 años, ya empezó a construir su sueño de ser un torero profesional. Según cuentan sus padres, desde el vientre manifestó el gusto por la tauramoquia “en una corrida realizada en la Plaza de Toros de Cañaveralejo mi esposa con 8 meses de embarazó sintió que el vientre se movía al escuchar el bullicio generado en la plaza con los ‘olé’ que retumbaban en el sitio con la fiesta brava”.

Los años pasaron y comenzó la integración de Guillermo con este mundo taurino. Al pequeño le gustaba jugar con una muleta construida por su padre y con el perro que había en su casa simulaba el encuentro con el ‘toro’. Desde este momento fue creciendo su afición que tuvo un momento central cuando tenía cuatro años y en una visita con su familia a una finca ubicada en el municipio de Silva, se encontró con un ternero de dos meses aproximadamente y con ayuda de su padre y otras personas, decidió enfrentar el miedo y comenzó sus primeros ‘pases’.

A los cinco años el niño le manifestó a su padre que quería ser torero e inmediatamente inició su preparación mediante entrenos, teoría y dedicación, porque a pesar de su corta edad, Guillermo sabe que si algo se quiere obtener se requiere de esfuerzo y perseverancia. Por eso, en lugar de levantarse a jugar con sus carritos o disfrutar con sus amigos prefiere los novillos que ahora forman parte de su mundo.

Pronto llegó la primera plaza como becerrista, a sus seis años en Silvia el 12 de octubre de 2002, en el Festival Taurino organizado por el cabildo indígena de este municipio. Allí logró sus primeros aplausos, y siguieron más presentaciones en ferias como las de Tacueyó, Silvia, Florida Valle, Timbío y en el sur de Nariño en lugares como Puerres, Linares y Panam, donde salió en hombros. Triunfó además en las ferias de Ecuador, iniciando en Tulcán, después en Tufiño y finalizando en Cayambé.

“Cuando salgo en hombros me da mucha alegría porque estoy triunfando y así me da valor para ir a las otras corridas”, afirmó el niño torero.

Constancia para triunfar

El arte de la tauromaquia no es fácil y por tanto si se quiere triunfar es necesario compromiso, es así como ‘los Guillermos’, padre e hijo, inician sus entrenos a las 7:00 a.m. con calentamiento físico que realizan en las canchas de Santa Inés y en el Parque de Santa Catalina con trote y estiramiento. Esto va acompañado de una teoría en forma didáctica que le indica al niño tanto el vocabulario como la posición que debe tener frente al toro, el manejo de los terrenos, tener claras las normas para evitar acciones indebidas, etc.

Guillermo siente profunda admiración por el torero colombiano César Rincón y conocerlo era su gran ilusión. Su padre hizo realidad este anhelo y para ello lo llevó a una Feria realizada en Quito donde se presentaba el reconocido ‘matador’. Conocerlo no fue fácil, después de luchar para llegar a la parte de barrera lograron entregar a un ‘monosabio’ una foto donde el niño se encontraba en plena acción con un novillo; al recibir esta foto el torero alzó su mano para saludar al niño y a su padre y al terminar la corrida en la puerta de cuadrilla Guillermo pudo ver más de cerca a César Rincón quien lo felicitó y le deseó mucha suerte, motivándolo a continuar con esta profesión.

“Siento alegría cuando entro a una plaza y la veo llena de gente, después cuando veo el becerro me dan como nervios pero cuando ya le pego los dos lances o uno, se me quitan y me da ganas de seguir adelante porque se que hay personas que me van a proteger, incluyendo papito Dios” expresó Guillermo.

Guillermo Valencia tiene 14 años y es una de las promesas del toreo colombiano. Este fin de semana actuará en Bogotá, la plaza que lo dio a conocer hace un año. – Foto: Rodrigo Urrego – SEMANA

Propuestas para el 2005

El pasado primero de enero el niño torero en unión con su padre visitaron la Plaza de Toros de Cañaveralejo y lograron hablar con el Gerente de la Plaza. Después de mostrarle las fotos de las presentaciones y de contarle la experiencia del pequeño, lograron que le dieran una beca para que ingresara con todo pago a la Escuela de Toreros de Cali .
Con ‘las puertas abiertas’ en Cañaveralejo el pequeño Guillermo comenzará sus estudios en junio de este año, cuando termine los estudios de primaria que actualmente realiza.
Su próxima presentación será en Cali, el domingo nueve de enero, en el espectáculo que presenta Superlandia internacional.
El niño también toreará a finales del mes de febrero en un espectáculo realizado con niños en la Plaza de toros de Popayán. Por ahora están pendientes seis contratos más para torear en Ecuador y se están negociando dos en el Perú, que se realizarían también en febrero de este año.

 

 

 

MARIA MERCEDES SIMMONDS DE ARBOLEDA

Por: Mario Pachajoa Burbano

Payaneses:

Guillermo Alberto González Mosquera ha escrito los siguientes párrafos «in memoriam» de María Mercedes Simmonds de Arboleda:

Por: Guillermo Alberto González Mosquera
El Liberal, 19 de diciembre, 2000

Siempre se comentó en Popayán, que de los muchos descendientes de Don Carlos M. Simmonds y doña Mercedes Pardo, María Mercedes era la más parecida a su abuela, no sólo en los rasgos físicos sino en el temperamento.

Nadie se atrevió a contradecir la afirmación, pues ambas disfrutaron de una admiración general que provenía de la belleza física y de un carácter dulce y apacible que se les reconocía como innato. Y si alguien quisiera reunir en una figura los mejores atributos de las mujeres payanesas, pues allí estaba María Mercedes que los condensaba todos y lograba con la simpatía personal que la distinguía, inspirar a los demás, tal la calidez de su afecto y la amistad que sabía deparar a los que la rodeaban.

En el verano anterior-siempre la época de verano, presente con sus vientos, el color arrebolado del cielo y el volcán al fondo del paisaje desde los corredores de Calibío- se oyó decir que María Mercedes tenía su salud en vilo por una dolencia que la acechaba inmisericorde, amenazándola no únicamente a ella sino a todos los que pensábamos que eso no podía ser posible, si de verdad existía la comprensión por seres que hacen falta en una ciudad, en una familia y en el amplio círculo del afecto que todos quieren pensar como indestructible y desprovisto de sobresaltos y quiebres del destino.

Infortunadamente, nada pudo oponerse a la fatalidad. Y el destino terminó dando la palabra final, cargada de dolor y de tristeza por su temprana partida.

A la memoria llegan los recuerdos de la juventud feliz en la que fue centro de atracción por su belleza y su inigualable simpatía. Existía la paz en campos y ciudades y se podían alternar los días del colegio y la universidad con la sana aventura de un paseo en el verano, la alumbrada en la procesión del Viernes Santo, una película en vespertina y alguna fiesta con la inigualable música de los sesenta. Luego, la rueda de la vida con sus ciclos inacabables: el hogar que se forma alrededor de los sentimientos del amor y la lealtad, la familia que se agranda alrededor de la madre y abuela temprana y la ciudad con los sitios que se frecuentan, algunas veces junto a los amigos y parientes y otros para acudir generosamente a remediar dolores y ayudar a los que necesitan del apoyo y la solidaridad del prójimo. En el último diciembre del siglo, las suyas fueron manos tendidas con devoción hacia los niños desamparados que María Teresa, María Mercedes y sus compañeras de cristianismo actuante, convocaron para que la Navidad fuera una ocasión de dar antes que recibir.

Muchos estamos hoy al lado de Ricardo, de sus hijos y nietos, de sus hermanas y del Mister, apretujado el corazón y con pesadumbre en el espíritu, pensando que en esta Navidad hay alguien más que puede interceder junto a Dios, por esta patria atormentada. … «»»

 

LA CIUDAD RESPLANDECIENTE

De: Mario Pachajoa Burbano

Amigos payaneses:

Ruth Cepeda Vargas nos entrega un hermosa página titulada «Nuestra ciudad merece respeto» que reproduce El Liberal (24 de junio, 2001):

«»» … Anoche venía del norte hacia el centro. La ciudad resplandecía bajo las estrellas. Era mágico verla así, tan quieta y sola.

Popayán, la ciudad blanca

Me detuve a mirarla. La luz de los faroles le daba al paisaje un tono de intimidad profunda. Y era tal el sortilegio que de cada ventana, de cada reja, detrás de todas las esquinas, parecía surgir una canción de amor que haría que el encanto que la circundaba fuese total.

Rescatada de escombros, salvada de la muerte, esta ciudad, afrentada por muchos, es cada día más joven. Sus muros que esconden y alimentan la historia salen airosos de todas las batallas. Cuando el desastre, en lo único que se pensó fue en abandonarla. Todo parecía tan perdido, tan sepultado bajo el polvo centenario, que era casi imposible, imaginar siquiera, que ella pudiera recuperarse. Fue entonces cuando despertamos de esa pesadilla y entendimos que nuestro sitio era éste.

Es cierto que se perdieron lugares profundamente amados. Ahora ya no abrimos la alta ventana para mirar la cúpula. Ni nuestros pasos se mueven por los largos corredores de una casa tan antigua como la luna. Sus muros se desmoronaron y desapareció.

Hoy nuestro paisaje es otro. Perdimos espacios, pero ganamos otros. La gente joven se asombra y no entiende que un pueblo pueda luchar por sus sitios de orígen y defenderlos siempre. Pedir respeto por ellos. Cuidarlos y mostrarlos como una hazaña. Es apenas natural. Porque se nos había extraviado la brújula de la infancia. Se había vuelto polvo el paisaje que contuvo y mantuvo nuestros sueños. Se desplomaron espacios irremplazables, colmados de nostalgias, de atmósferas únicas, de jardines secretos, de vivencias cotidianas y humildes. Piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, la ciudad surgió nuevamente. Manos expertas que la conocían y la amaban, rehicieron el muro, la sombra del alero, la profunda escalera, la ventana por donde entraba toda la luz del mundo.La inmensa ánfora que un día se rompió, volvió a modelarse con la tenacidad que sólo el amor da.

Y estamos dentro de ella. Hacemos parte de ella. Uno queda tatuado por la ciudad que habita. Guardaremos su magia para que su sortilegio nos acompañe siempre. Hay sitios en el mundo que no pueden, ni deben perder su identidad. Ese es su sello. Su carta de compromiso con la vida. Su raíz única que ninguna generación puede desconocer, ni atropellar.

«La única forma que tiene el hombre de vivir con dignidad, con cierta esperanza, en estos tiempos, es mirar atrás. Saber en qué eslabón de la cadena nos encontramos. De lo contrario seremos un corcho solitario en mitad del temporal, sin ninguna referencia. Y esta es una situación atroz, de completa orfandad».

Las ciudades no son de un alcalde. Son de todos. Nosotros las habitamos. Las gozamos y las padecemos. Las cuidamos o las destruímos. Popayán es sabia cuando después de cada tragedia, arma nuevamente su gran rompecabezas histórico. Ella sobrevivirá mientras la amemos. Su gran esplendor sumergido, fue rescatado y devuelto al sitio que le pertenecía.

Y hoy resplandece bajo las estrellas. …

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