Joaquín de Mosquera y Figueroa nació en Popayán el 29 de enero de 1748: estudió en el Real Colegio Seminario que le confirió el título de bachiller el 25 de julio de 1765. El grado de maestro lo obtuvo el 29 de abril de 1767.
JOAQUIN DE MOSQUERA Y FIGUEROA
De: Mario Pachajoa Burbano
Mosquera pasó después a Santa Fe, ante cuya Audiencia se recibió de abogado, lo que hizo así mismo después ante la de Quito. Vuelto a Popayán fue vocal del cabildo, tesorero de la obra del puente de mampostería sobre el río Cauca, y encargado administrativo de construir dos arcos adicionales del mismo puente. Teniente asesor del gobernador
de la provincia en 1774, además de las funciones de Auditor de Guerra.
En 1778 fue promovido a la Tenencia y Asesoría de la gobernación de Cartagena, y asumió las funciones de Gobernador en 1785; luego pasó a Santa Fe como juez de residencia del Virrey y Arzobispo Caballero y Góngora. Fue Oidor de la Real Audiencia, y en ese carácter hubo de intervenir en la formación del proceso a Antonio Nariño por la publicación y traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1787.
El 28 de enero de 1795 fue nombrado alcalde del crimen de la ciudad de Méjico, empleo en que se distinguió, como en todos los anteriores, por la absoluta consagración al lleno de sus deberes, su vastísima ilustración y su inflexible rectitud. Casi no hubo asunto intrincado o complejo en el Nuevo Mundo que el Consejo de Indias no encomendara a Mosquera su esclarecimiento y solución. Entre ellos, el descubrimiento de grandes desfalcos en la aduana de Cartagena en 1782; reglamentación de los puertos de la América española del cobro de derechos de anclaje y expendio de mercancías; en la liquidación de la testamentaría del Marqués de Santa Coa, en Santa Fe; en la creación y organización, en el virreinato de Nueva Granada, del empleo de anotador de hipotecas; en la formación del proceso contra los insurgentes de Caracas (1808); en la reidificación de la Real Casa de Recogidas de Santa María Magdalena, en Méjico, institución sumamente benéfica que se hallaba arruinada; sustanciación de la grave causa de asesinato del Gobernador de Yucatán, confiada a Mosquera por el Virrey de Méjico; formación del expediente contra los salteadores que infestaban el Cantón de Orizaba en el propio Virreinto; en estudio de 601 causas de diversos crimenes, para la aplicación de un indulto, como Juez Asesor, en 1796, etc., etc.
El 10 de julio de 1809 fue elegido Vocal de la Suprema Junta de Gobierno de España, durante el cautiverio de Fernando VII en calidad de diputado por la Capitanía General de Venezuela, embarcándose hacia Cádiz desde la Guaira el 12 de agosto de 1810. En este año se le nombró Ministro togado del Consejo de Indias, que ejercía cuando, el 22 de enero de 1812, entró
a formar parte de la Junta o Consejo de Regencia del reino. Como presidente de dicha Junta tocó a Mosquera sancionar la célebre Constitución política de ese año, que fue el primer ensayo de un
gobierno democrático en la Peninsula. Aquella Junta funcionó hasta marzo de 1813.
El 3 de julio de 1814 Mosquera fue nombrado por el rey Ministro en ejercicio del Consejo de Indias; el 15 de noviembre de ese a@o, Secretario de Cámara del Consejo Supremo; el 31 de marzo de 1816, Secretario Fiscal perpetuo de la Orden de Isabel la Católica, con el suelo de 20.000 reales por año. El 23 de febrero de 1817 se le concedió la Gran Cruz de la Orden, con derecho a pensión. El 15 de marzo de 1820 quedó cesante por la revolución de Riego, pero con sueldo. En 1824 fue restablecido por la fiscalía de la Orden de Isabel la Católica, de que había sido igualmente despojado.
Lleno de honores y consideraciones murió Joaquín en Madrid el 29 de marzo
de 1830.
AURELIO CAICEDO AYERBE
(1921- 1988)
Por: Guillermo Alberto González Mosquera
Cuando Aurelio Caicedo escribió su ensayo sobre Popayán B sin duda el más hondo y reflexivo que se haya publicado sobre la ciudad- el también escritor Jaime Paredes Pardo se refirió con acierto a las calidades intelectuales y al estilo del autor con palabras que lo describen en el ámbito de su vocación literaria y condición de pensador: Ael escritor ha cambiado la elocuencia por la sobriedad, la arboladura de la metáfora por la llaneza que nos muestra a Popayán en estado de plena lozanía, gozosa en sus padecimientos y modesta con el laurel. Oreada por la lucidez de un escritor de primerísima calidad. Fluido, fácil, justo, porque no se atreve a escribir un párrafo sin antes haberlo pensado y medido en toda su dimensión y con poder de sugerencia que lo proyecta más allá del límite de las palabras, de su forzada prisión.
Quien haya tenido la oportunidad de conocer la prosa de Aurelio Caicedo, en ensayos, discursos y meditaciones sobre el destino de Colombia, no dudará en ubicarlo como uno de los colombianos con mayor elegancia en el manejo del idioma, sorprendente visión de las cosas, sobrio en la exposición y profundo en el contenido de las tesis, todo ello como producto de una vasta cultura que empezó a desarrollarse desde su infancia en Europa y que luego se vería estimulada por lecturas selectas que fueron siempre inseparable compañía de su vida.
Estudió su carrera de abogado en la Universidad del Cauca y desde entonces participó en la política caucana en donde se reconocieron tempranamente sus calidades oratorias. Durante una visita de Laureano Gómez a Popayán, el joven universitario se lanza al ruedo y sorprende al auditorio por su elocuencia. La palabra escrita o pronunciada en brillantes discursos será en adelante su insignia. Luego de un breve paso por el Concejo de Popayán y la Asamblea del Cauca, se trasladó a Bogotá como Secretario Privado del Canciller Fernando Londoño y Londoño quien ya lo valoraba como una inteligencia prometedora que no podía quedarse dentro de los límites estrechos de la provincia.
En Bogotá se matriculó en las filas del caudillo Gilberto Alzate Avendaño, quien lideraba un sector conservador audaz y altisonante que atraía a las juventudes más radicales del partido. Producido el golpe de estado de 1953, el joven político caucano fue llamado por el General Rojas Pinilla a ocupar el Ministerio de Trabajo. Desempeñó el cargo por un año y luego pasó al Ministerio de Educación, en donde puso especial énfasis en la promoción de los asuntos culturales. Quería que los beneficios de la cultura se extendieran a todo el país y no fueran el privilegio de una clase social o de los sectores que viven en las ciudades. Su talante no era el de alguien que encuadraba en un gobierno autoritario con órdenes perentorias salidas de los cuarteles. Por eso parece extraña su presencia en ese gobierno de tono bronco que contrastaba con el del ministro payanés que más parecía un funcionario salido de la academia francesa. El destino le iría a dar pronto la ocasión de demostrar sus calidades intelectuales en el mundo de la diplomacia.
Del gabinete ministerial pasó a representar a Colombia como Embajador ante la Santa Sede. Sorprende que un hombre que aún no llegaba a los cuarenta años fuera designado para una dignidad que tradicionalmente se ha reservado en Colombia para quienes después de haber ocupado los más altos cargos del Estado, reclaman el derecho de rematar su carrera cerca de la Corte Pontificia. Pero Caicedo Ayerbe era un hombre maduro y talentoso, especialmente dotado para misiones en las que se requería seriedad y sobriedad para salir airoso. Una experiencia anterior cuando se desempeñó en Lima como Ministro Plenipotenciario en la Embajada Colombiana, le había proporcionado la experiencia para manejar casos difíciles y éste en particular, hízo historia en la diplomacia colombiana: el fundador y líder del APRA Víctor Raúl Haya de la Torre, se asiló en la residencia del Embajador colombiano ante la República del Perú y el gobierno del Presidente Odría hízo cuanto estuvo a su alcance para recuperar por la fuerza al destacado opositor, que se había acogido al derecho de asilo. Caicedo Ayerbe manejó el asunto con prudencia y firmeza.
Hízo respetar el derecho y Colombia salió airosa ante la comunidad internacional. No es extraño, entonces, que en el futuro Caicedo Ayerbe se desempeñara como Representante permanente de Colombia, primero ante la UNESCO en París y luego ante las Naciones Unidas en Nueva York. En la Cancillería colombiana se tuvo un profundo respeto por sus condiciones de diplomático y en los sitios en que actuó a nombre del país, sobresalió por su cultura y señorío, por esa conversación talentosa y original en que las tesis eran presentadas con el respaldo de una vasta cultura.
Publicó una obra poética de hondo sentido lírico y corte modernista, que desconcertó a algunos y mereció la admiración de otros, seguramente porque nadie lo encuadraba en un vanguardismo que pudo aparecer contrastante con el tono clásico de su propia manera de vivir. Varias veces llevó la representación de su tierra natal en eventos cívicos o en conmemoraciones históricas, ocasiones en las cuales se destacó por su oratoria, su voz bien timbrada y el manejo elegante del idioma.
Militó en el conservatismo y aunque ocupó destacadas posiciones como miembro del Directorio Nacional de su colectividad y de importantes comités directivos, no puede afirmarse que fuera un político profesional. Lo atraía más bien el debate ideológico, el estar presente en la controversia, en el análisis de una circunstancia difícil en la que se pusiera en juego su capacidad para superarla. Por ello no es extraño que varios Presidentes de la República lo tuvieran como consejero y le encomendaran misiones especiales.
Aurelio Caicedo murió en Bogotá en 1998 a los 77 años. En sus funerales, el escritor Otto Morales Benítez afirmó con razón que con su partida se iba también una parte del Popayán culto y señorial que siempre representó.
PAISAJE Y CLIMA DE POPAYAN
Popayán, paisaje y clima
Por MARIO PERAFÁN FAJARDO
ESPECIAL PARA EL LIBERAL
Domingo 1 de agosto, 2004
Hay un instante en el crepúsculo
en que las cosas brillan más,
fugaz momento palpitante
de luminosa intensidad.
Se aterciopelan los ramajes,
pulen las torres su perfil,
burila un ave su silueta
sobre el plafondo de zafir.
Muda la tarde, se concentra
para el olvido de la luz,
y penetra un don suave
de melancólica quietud,
como si el orbe recogiera
todo su bien y su beldad,
toda su fe, toda su gracia
contra la sombra que vendrá…
Guillermo Valencia
Muchas personas piensan que ésta primera estrofa es pura literatura del gran Vente payanes, pero es la realidad: En Popayán se suceden cosas extraordinarias debido a su situación geográfica. ‘El Valle de Pubén’ donde está situada la ciudad está rodeado de una cadena de montañas que le dan a la ciudad una característica especial, por la cual cuando está despejado el día presenta un atardecer fabuloso en el momento en que se oculta el sol tras las montañas de la cordillera occidental justo entre la Cuchilla del Tambo y el Cerro de Munchique, por donde desaparece el astro todas las tardes.
Cierta tarde estando mi hermano Julio César tomando unas fotografías de la ciudad desde la colina de Belén y cuando estaba acomodando el fotómetro de su cámara con una apertura del diafragma en 11 mm. notó que súbitamente se le cambió a 8 mm. Pensando que el aparato se le había dañado continuó tomando fotografías pero notando que las paredes de las iglesias y de las casas a su alrededor habían tomado una “luminosa intensidad”… Luego al cabo de más o menos 20 minutos el fotómetro volvió a su posición inicial sin haberlo manipulado.
En posteriores tomas fotográficas fue comprobando que el fenómeno duraba de 15 a 25 minutos dependiendo de la fecha en que se observaba, siendo más duradero en Junio en la época correspondiente al “solsticio de verano” y menor en Diciembre por el “solsticio de invierno”.
Estas observaciones le llevaron a la conclusión que debido a la cadena de montañas que rodean a Popayán, cuando se oculta completamente el disco solar tras la cordillera occidental, los rayos ya no la iluminan directamente sino que caen oblicuamente sobre la atmósfera y las nubes que están sobre la ciudad ejerciendo un “efecto físico de lupa” que de manera gigantesca cubre el valle de Pubenza y dándole a ésta ciudad una “luminosa intensidad” a la cual se refería el Maestro Valencia en su soneto.
Esta apreciación también fue comentada el siglo pasado por el Barón de Humboldt pero él no se refirió al efecto óptico sino al acústico cuando describió que aquí había escuchado el trueno más fuerte y el eco más repetido en días de tempestades, debido a que el sonido se refleja sucesivamente en la cadena circular de montañas de éste valle.
Los pintores como el Maestro Efraín Martínez tomaron como referencia de sus obras los cielos de Popayán en varias ocasiones y en la más famosa el óleo sobre “El Canto a Popayán” que está en el Paraninfo de la Universidad, el mismo lo describió; “Sobre la ciudad se cierne la tempestad, personificada en la espectral figura de mujer que cruza encendida “el espacio, portando la radial ofrenda. El cielo presenta ese contraste caprichoso y frecuente de nuestro fenómeno atmosférico: tempestad y cielo azul, simultáneamente…”
El insigne poeta y escritor Baldomero Sanín Cano, amigo íntimo del Maestro Valencia, en el prólogo del libro “Obras Completas de Guillermo Valencia” publicado en 1948 al describir a Popayán escribe: “… una atmósfera tibia, una temperatura constante, sensibilizan exquisitamente los nervios. La vecindad de los altos montes y volcanes nevados, la dirección de los vientos, tienen de continuo la atmósfera en máxima tensión eléctrica, que se descarga periódica y frecuentemente sobre el poblado en sonoras y luminosas tempestades. Los cerebros parece que se resintieran de la presencia del fluido: son vivaces, explosivos, luminosos…”
Hoy en día fotógrafos como Luis H. Ledezma y Diego Tobar se han especializado en tomar estos bellísimos paisajes.
En el libro de Jaime Paredes Pardo “Popayán 18 segundos”, editado después del terremoto de 1983, fueron publicadas 36 fotografías de mi hermano Julio César sobre la ciudad, antes del siniestro, destacándose una que tomó desde el último piso del Banco del Estado de la silueta de la Iglesia de San José en un atardecer y que sirvió como base para publicar enfrente de ella el soneto del Maestro Valencia a que me refiero al principio de éste escrito.
Por eso es que en Popayán se vive del paisaje y del clima…
Popayán y su hermoso paisaje.
Sin duda que Joaquín Mosquera y Figueroa, ha sido el payanés que más prestigio tuvo en la época de dominio de la Corona española, de la que fue leal, hasta su último suspiro, muriendo en tierra de sus mayores, rodeado de aprecio, sería interesante asociarlo al Bolívar arrepentido, al de “Aré en el mar, Edifiqué en el viento. Si mi muerte contribuye a la unión, bajaré tranquilo al sepulcro” Para organizar desde Popayán una campaña, para volver a unir el mundo hispanoamericano, única forma de ocupar el espacio que nos corresponde en el concierto de las naciones