Los parientes Primates, Simios o Monos

Si bien los primates han casi desaparecido de las zonas que presentan mayor intervención humana, este simpático taxón cuenta con algunos honrosos representantes entre la fauna local, cuya área de distribución en algún momento comprendió la meseta de Popayán.

Por: Andrés José Vivas Segura

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n la historia natural de nuestro planeta existe un grupo biológico muy interesante y ruidoso que se ha distribuido por amplias zonas de la superficie terrestre, que disfruta de los árboles tropicales y se alimenta principalmente de vegetales, aunque algunas especies pueden variar su dieta con proteína de fuentes animales. Su presencia puede generar amor, regocijo, admiración o temor, según sean las condiciones del encuentro y que, por ello, habitan permanentemente en nuestras historias, se esconden en nuestros sueños y forman parte de nuestro imaginario colectivo: se trata de los simios, monos o primates, epítetos que han sido tradicionalmente usados como sinónimos en la literatura, y que no son más que nosotros mismos.

Para ponerlo en términos taxonómicos, estamos hablando del orden Primate, que es un grupo de mamíferos placentarios al cual pertenecemos los seres humanos y nuestros parientes más cercanos, con adaptaciones evolutivas muy importantes para la vida arborícola, como las manos y colas prensiles, una visión estereoscópica mejorada para ubicar los alimentos y los depredadores, el crecimiento del cerebro o el gusto por el dulce de las frutas, entre otros. La forma de la nariz divide al orden en dos subórdenes: los loris y lémures, que tienen nariz torcida (Strepsirrhini), y los de nariz simple (Haplorrhini), entre los cuales están aquellos animales que usualmente conocemos como monos o micos.

Alouatta seniculus - Wikipedia, la enciclopedia libre
Mono aullador rojo (Allouatta seniculus)

En este último grupo se ubican los Simiformes, que quiere decir, “con forma de simio”, con dos importantes divisiones: por un lado, están los llamados monos del Viejo Mundo, caracterizados por tener los orificios nasales hacia abajo, con treinta y dos dientes, y su cola no es prensil o no es evidente; comprende más de ciento sesenta especies entre las cuales está la familia humana,en cuyo frondoso árbol se encuentra toda la parentela: gibones, orangutanes, gorilas, chimpancés, chimpancés y humanos. Nos he nombrado en últimos para dejar el suspenso, mas no porque seamos el último grito de la evolución, ni la cúspide de la pirámide evolutiva, ya que no existen tales criterios sobre la superioridad de una especie sobre otra.

Este grupo ha causado fascinación y terror por parte de la humanidad, al verse reflejada en unos rasgos y gestos muy familiares, en los comportamientos simiescos de los seres humanos y, en la otra mano, en los comportamientos humanos de nuestros primos, si se me permite la expresión. Cuentan que en el siglo V antes de la era cristiana, Hannón de Cartago zarpó en un periplo de exploración hacia el África occidental, donde narró su primer encuentro con unos seres salvajes con cuerpos peludos, que los intérpretes llamaron “gorilas”, con consecuencias trágicas para los melenudos primates. Desde entonces fue tradicional conocerles a través de las jaulas, hasta la llegada de la fotografía y el video.

Con el tiempo la civilización europea conoció más de cerca a los primates superiores, a través de la exploración y la existencia de zoológicos, donde la sociedad cristiana de la Europa medieval (y luego renacentista) tomó a los primates no humanos como símbolo de extrema fealdad, de las tendencias pecaminosas, de la ridiculez y la lujuria. Sin embargo, los primates no humanos adolecen de todas esas cualidades y defectos que, sin cesar, les achacamos. Resulta increíble que este imaginario haya subsistido -casi sin cambios- hasta nuestros días, en el inconsciente popular. Como dijo sabiamente Carl Sagan, “Al parecer, hemos puesto sobre estos seres una pesada carga de símbolos, metáforas, alegorías y proyecciones de nuestros temores sobre nosotros mismos.” Nuestra soberbia e ignorancia han turbado la capacidad de admirarnos en nuestra diferencia interespecífica, y aún dentro de la especie humana en sus diferentes manifestaciones.

Pero ya estuvo bueno, salgamos de la parentela cercana para adentrarnos en otra rama del árbol familiar, digamos unos parientes más lejanos, que tantas otras reflexiones mortificadoras nos han causado, pues en el otro lado están los llamados monos del Nuevo Mundo, distribuidos principalmente en Centro y Suramérica, con unas 120 especies, caracterizadas por tener tamaños pequeños o medianos en comparación con sus parientes del Viejo Mundo, con largas colas prensiles, que llevan en la superficie terrestre la bobadita de 40 millones de años. Ellos han sufrido la fragmentación reciente de los bosques a causa de la deforestación y los incendios en las selvas bajas y montañosas de nuestro país, el avance de la frontera agropecuaria, así como por la caza indiscriminada y el tráfico de especies, entre otros conflictos, al menos en los últimos 200 o 300 años.

Si bien los primates han casi desaparecido de las zonas que presentan mayor intervención humana, este simpático taxón cuenta con algunos honrosos representantes entre la fauna local, cuya área de distribución en algún momento comprendió la meseta de Popayán, y que ahora se encuentran casi extintos en el altiplano por la sobreexplotación y por la destrucción de su hábitat, que son los bosques andinos. Si bien no pude encontrar en la literatura o en las colecciones la existencia de algún vestigio de primates en el altiplano, la bióloga Sara Bennett menciona que este territorio ocupó alguna vez el área de distribución del mono nocturno andino (Aotus spp.) y del ruidoso mono aullador rojo, cotudo o araguato (Alouatta seniculus).

Me imagino las pequeñas manadas de micos de noche, de tamaño pequeño, que son los únicos primates nocturnos del Nuevo Mundo, al trepar asiéndose de las ramas de los árboles nativos, en la luz cenicienta de la noche provocada por la Luna llena, jugando y alimentándose mientras la noche les brinda refugio de las aves rapaces. Por el día, mi ensueño me lleva a pensar en los monos cotudos deambulando por las montañas que rodean el costado oriental de la ciudad de Popayán, en pequeños grupos que van peinando los frutos y los insectos, posados sobre largas ramas horizontales, codo a codo, rugiendo hacia el horizonte, como agradeciendo al Universo, como un comportamiento grupal para ubicarse unos a otros y demostrar su poder a través de las vocalizaciones.

El célebre investigador vallecaucano Víctor Manuel Patiño narra cómo en la época colonial y republicana las poblaciones ubicadas en las estribaciones de las cordilleras debieron soportar las invasiones de grandes bandadas de micos que descendían de la loma, atacaban sus cultivos y causaban estragos en las casas y solares por donde transitaban, con episodios eventuales de ataques y mordeduras a los habitantes. Estas especies desaparecieron conforme avanzó el desmonte de la vegetación original que, como hemos dicho, se realizó a punta de hacha y fuego, espantando las poblaciones de nuestros parientes simios hacia regiones más altas, inaccesibles o lo suficientemente lejanas para no perecer.

Pues bien, en el Cauca aún sobreviven poblaciones de monos silvestres que debemos proteger, con acciones reales para la protección de su hábitat que son los bosques tropicales. Aquí coexisten los monos del Nuevo Mundo, desde hace algunos millones de calendarios, con su envidiable prensilidad, y aquellos recién llegados del Viejo Mundo, apenas hace quinientos años, con sus costumbres relacionadas con la eliminación del bosque, que atrae la civilización, y la objetivación de la vida como medio para el progreso material. Afortunadamente también somos capaces de realizar grandes acciones, casi diríamos heroicas, cuando es nuestro propósito. Que sea este el de la nueva ciudadanía, la relación armoniosa entre las diferentes formas de vida.

Dadas las razones anteriormente esgrimidas, no es deshonroso ser llamado simio (o animal, en un sentido amplio), puesto que es innegable que lo somos. Pero sí resulta deshonroso para el conocimiento humano y para la dignidad de nuestra especie, que se trate de usar este argumento para descalificar a alguien. Es lamentable. Por el contrario y, aprovechando el pasado día mundial de los animales, podemos sentirnos felices y orgullosos de nuestra herencia animal y primate, la cual está presente en cada momento de nuestra cotidianidad humana.

Un comentario sobre «Los parientes Primates, Simios o Monos»

  1. Hay un problema muy grave, al no estar relacionados los relatos literarios, religiosos, y científicos. Cuando se acepte que nuestro origen es negro africano, todas las representaciones de Adán y Eva deben coincidir, y que a medida que poblaciones se desplazan, se van cambiando los rasgos físicos y espirituales, dando lugar a las tres grandes familias humanas: Negra, Amarilla, y Blanca. Al existir sociedades como la hispanoamericana, donde conviven las tres, siendo la mestiza, la que ocupa el primer lugar, pero con un manejo catastrófico después de la Independencia, en el que se confundió irse contra la monarquía, a irse contra España, lo que en Mestizos y Blancos equivale a escupir para arriba, como el !Pobre Lara!, y envalentonando con discursos como el de López Obrador y seguidores, al exigirle al rey de España y al Papa, pedir perdón, por su presencia en América, para que los nativos consideren que Negros, Blancos y mestizos deben desocupar por invasores. Construir el Ser Universal, es bien difícil, mientras los Amarillos, mal llamados indios (de eso no tienen un pelo) con su reserva natural, donde sus rasgos y su mentalidad es no manifestarse ante el extraño, el Blanco se siente el más bello e inteligente, más si tiene cabellos de oro, ojos cielo, y boca cereza, y el Negro con sus carnes firmes, y rasgos fuertes, hace que la fusión sea tan difícil, dando lugar más bien a una mezcla, donde cada componente, mantiene su identidad, de ahí el “Se le salió el indio”. Solamente con un manejo inteligente, la población mestiza se sentirá feliz, de serlo, pues si acepta que la parte de su sangre española es despreciable, no hay nada que hacer, con acomplejados, sin autoestima, no hay nada que hacer, y los nativos mientras no reanuden relaciones con sus raíces genéticas, para aprovechar sus excelentes modelos educativos, y ponerse al día, seguirán de figuras de museo pero vivas, algo contra natura, en los humanos todo es perfectible. Y los Negros deben estar al tanto de sus excelentes desarrollos, sobre todo en los Estados Unidos, para implantarlos aquí. No podemos ser tan brutos, de convertir nuestra mayor riqueza, que es la diversidad, en nuestra mayor tragedia.

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