Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría.
Proverbio árabe
Por: Elkin Franz Quintero Cuéllar
Un estado es el resultado de un constructo social; los mundos que lo constituyen han determinado por siglos sus tradiciones, literaturas, identidades, miedos, utopías y fantasmas. Sin embargo, con el tiempo se dinamizan y movilizan al punto de inmortalidad. En este sentido, la simbiosis nacida de sus valores contribuyen en la estructuración de sus ordenes culturales, políticos, educativos y sociales.
Desde la perspectiva anterior, estamos llamados a fortalecer los vínculos que nos unen y dejar de lado las historias que nos fragmentan. Por lo tanto, desde todas las instancias e instituciones se deben impulsar estrategias y métodos que permitan ir más allá de las teorizaciones, porque nuestra conciencia sigue y seguirá buscando la paz, la libertad y la felicidad. Sin embargo, en nuestros territorios y en muchas instituciones muchas veces se olvidan de los fines y objetivos con la mera y deslucida disección del “después”, “a lo mejor”, “ en otra ocasión”, “falta voluntad política” “no hay presupuesto”, y otras tantas majaderías que al final de cuentas, dejan a la cultura y a la sociedad sin oportunidades.
Sin embargo, propuestas como POPAYÁN CIUDAD LIBRO, con sus excelsas representaciones no sólo personifica la identidad cultural de las comunidades a través de la escritura, la oralidad y un sinnúmero de expresiones artísticas, sino que coadyuva en la construcción de una identidad colectiva.
Estaríamos de acuerdo al expresar que la noción de identidad que emerge desde la la literatura, se materializa en la práctica con la interacción social y es a través de una comunidad de individuos con un determinado conjunto de condiciones de vida lo que permitirá siempre que una constelación común de significados sean asumidos como patrimonio y por lo tanto, dignos de defenderse y preservarse. En este orden de apreciaciones, Popayán Ciudad Libro 2022 tiene como fin último, reivindicar el papel trasformador de la lectura, la escritura y la oralidad en un territorio mágico y natural como lo es el departamento del Cauca.
En el texto de hoy, hablare de la poesía. Convengamos que la poesía es arte, y en este sentido se convierte en el estado perfecto del ser. Sin la intención de llegar a demeritar las otras artes; ella, hace parte de esa necesidad humana que siempre estimula la reclamación del derecho humano de vivir, amar, construir y soñar. Asimismo, queridos lectores, no olvidemos tener claro que en la poética se concibe el horizonte más profundo de nuestra condición humana sin restricciones temporales ni ideológicas.
Sobre el particular, la poesía en pleno siglo XXI no puede tener un centro gravitacional, ni cánones bajo los cuales adquirir valores artísticos. Así, uno de los elementos que debe gobernar en el imperio de lo poético deberá ser la redescripción metafórica de los valores para intentar así confeccionar en el mundo un escenario digno de vivir y morir. Es decir, la poesía con su cúmulo de vocablos es efectiva y siempre pretenderá la expresión máxima de las emociones y sentimientos a pesar de sus angustias, magias y triunfos. Quien se aventure en la construcción de textos poéticos deberá despojar las palabras de su literalidad para sugerir significados que permitan expresar nuestras formas de experimentar la angustia del tiempo, el éxtasis ante lo sagrado; de percibir lo incorpóreo y relacional que nos persigue desde antaño.
Esta puede ser la razón por la cual surgen mentes ávidas capaces de soñar mundos posibles como Matilde Espinosa, Rafael Maya, Guillermo Valencia y otros miles más que desde diversas atmosferas lucharon por una poesía que lidere una fuga y construya una vía alterna a la demencia generada por la sociedad. Es por ello que no se trata de crear un télos, sino un ethos capaz de romper las cadenas que nos atan. Sin embargo, para lograrlo debemos alejarnos del bullicio y de la saturación de imágenes, es vital reconocer que la actividad poética es un acto solitario porque su construcción deja en suspenso lo obvio y a priori del mundo al realizar una plática insondable con lo incierto.
En otras palabras, la poesía nos permite saltar las normas del tiempo. El peligro puede ser que en algún momento la abordemos con un exceso de pensamiento o quedemos paralizados ante su fuerza declaratoria. Por tal razón, el verso debe ser siempre una experiencia pensante, lo que equivaldría decir, plenitud en su máxima expresión. De hecho, para lograrlo, las y los poetas debemos proponernos catapultar a la poesía a un sitio de privilegio.
Del lado de lo sublime, quien se atreva a construir poesía, debe aspirar a dar cuenta con las palabras lo que percibe más allá de la red del lenguaje. En consecuencia, deberá infringir la estructura de la representación de lo real, avivar su ingenio con la firme intención de producir efectos de musicalidad, quebrar las parábolas de la lengua corriente y revitalizarlas, romper el traje de las palabras y erigir desde su miseria nuevas significaciones, dominar el concepto de la linealidad del tiempo para alcanzar el estado perfecto. Debemos ser osados para quebrar la realidad, porque al hacerlo, estaremos quebrando lo establecido y convocaremos la presencia de las musas que nos revelarán en la luz poética la paz añorada para un país constreñido por la violencia. Solo esta actitud prometeica la convertirá en ARTE.
En conclusión, el devenir de la cultura, a lo largo de la historia de la humanidad, no ha sido inocente, continuamente han estado implicados el poder y otras variables de las cuales se ha nutrido la literatura en especial la poesía. El carácter reflexivo de esta, desde sus orígenes siempre ha convocado al pensamiento crítico, porque su función provoca reconocimiento, rebeldía, identidad, libertad, catarsis. Por tal razón, la literatura en en su máxima expresión permite la reflexión de la vida, los valores y, claro, la política en un departamento pluriétnico y multicultural como lo es el Cauca.