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JUAN DAVID ESCOBAR CUBIDES
@JuanDaEscobarC
En metástasis se encuentra el sistema de salud colombiano por consecuencia de la repugnante corrupción. Recientemente, la fiscalía general de la nación sostuvo que el hueco económico equivale a un billón de pesos. ¿Qué pasó allí? Sencillo: ¡Se los embolsillaron algunos para saciar sus ambiciones de riqueza! ¿Y quiénes son los responsables de ello? Más sencillo todavía: Las mafias de las EPS, sus gerentes y algunos de sus compadres asignados en las cajas de compensación.
Lo grave es que así llevamos más de veinte años sin que ocurra absolutamente nada, porque, nos parece normal que en Colombia la corrupción esté infestada. Lo que nos demuestra que somos un país poco serio, plenamente sumergido en la indiferencia, en la desidia y en la inmundicia humana.
¿Y por qué decimos que son los responsables? Básicamente, por tres razones: primero, porque los gerentes hacen y deshacen sin conocer límites ni controles, cuales potenciales rufianes, sedientos de dinero y poder. Segundo, porque administran de manera ineficiente el personal y los recursos para optimizar el funcionamiento en cobertura y calidad. Tercero, porque además de lo anterior, gozan de funciones omnímodas que les permiten contratar a dedo, sin atender el más mínimo ápice de legalidad y transparencia en los procesos de selección. Como si fuera poco, las auditorías son ineficientes, toda vez que, algunas veces, se benefician directamente de las dádivas otorgadas por los gerentes de las EPS. Lo grave es que ello lo hacen, soezmente, en complicidad con las directivas de la caja de compensación. Así, presenciamos una red organizada, la cual debemos desarticular con basto rigor. ¡Se trata de criminales de alta peligrosidad!
Pero, sabemos que la situación es espuria dado que las redes criminales enquistadas en el sistema de salud son un cáncer semejante al terrorismo nacional. Y es así como comprendemos que el terrorista es igual de nefasto al corrupto incrustado en el sistema de salud colombiano: ambos ocasionan genocidios, pero de diferentes maneras. El primero, toma las armas para asesinar a la población con ambiciones de poder. El segundo, se roba los recursos sagrados, únicamente por llenarse sus malditos bolsillos, condenando así a morir a miles de personas que no pueden acceder a un medicamento de calidad o a la prestación de un servicio eficiente, óptimo y oportuno.
¿Encuentran, ustedes, alguna diferencia entre el uno y el otro? ¡Pues no la busquen, porque no la hay!
No siendo ello suficiente, no deja de inquietarnos que, en materia de salud las contrataciones sean perversas, las nóminas directivas poco preparadas y los medicamentos un burdo negocio impetrado por quienes dirigen los deplorables regímenes contributivo y subsidiado. Aunque, lo realmente reprochable es que, ante semejante genocidio comunitario, sean, precisamente, los subdirectores de salud y los presidentes de algunas cajas de compensación y de unas cuantas EPS (Personas supuestamente formadas en principios y valores) quienes pasen de agache por esta triste realidad, todo por miedo a ser removidos o despedidos de sus cargos. Entretanto, los ciudadanos padecen la ignominia de enfermarse y fallecer, mientras esperan meses, y, a veces años, por una miserable cita de 30 minutos o por una vadeable remisión con un especialista de la salud. ¡Qué desvergüenza ser cómplice de ello!
Adicionalmente, encontramos cada vez más a infinidad de médicos quejándose de las condiciones de explotación que padecen en las EPS: les pagan mal o no les pagan puntualmente, les doblan el turno laboral de manera arbitraria, los obligan a trabajar el doble y los envían a cumplir intensos servicios en otros municipios por el mismo sueldo. Y es que, con esos salarios tan paupérrimos que padecen los médicos generales, ¿Cómo pretenden que funcione idóneamente el sistema?
Finalmente, resulta inadmisible que, los directores de la EPS y de las Cajas de Compensación, así como los subdirectores de salud, soporten un común denominador: no tienen idea alguna sobre el sistema de salud, ni conceptual ni funcionalmente, y devengan millonarios salarios. Ello es, lo que merece toda nuestra atención, porque estas entidades deben ser dirigidas por gerentes responsables, que se caractericen por ser conocedores indiscutibles de la materia, y no por torpes figurines de moda analfabetas del tema.
¡Desafortunadamente, en tanto sigamos así, nuestro sistema no progresará!
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