A la vida venimos para ser felices. Esa verdad tan sencilla, tan absoluta y deslumbrante en sí misma ya la sabían los griegos en el siglo V antes de Cristo. Así lo escribió o lo dejó planteado Aristóteles en su libro “Ética a Nicómaco”, texto que se consigue en cualquier biblioteca pública, o se puede descargar gratuitamente por internet.
Dice Aristóteles, que para ser felices “esa cosa que todos buscan” (y que los hombres seguimos buscando en la religión, el amor, el dinero, el poder, los vicios, o donde sospechemos que esta…) solo basta ejercer la humanidad.
Ejercer la humanidad significa comportarse y pensar como seres humanos. Y ello implica, obrar bien, pensar bien, hacer lo que nos gusta y tener buenos amigos. Así de sencillo. Nada más.
Que ideas tan claras e iluminadas tenía Aristóteles, no por nada era considerado sabio y sus pensamientos sobreviven a los años. Si leyéramos este libro, si el profesor de filosofía en el colegio se diera el tiempito para explicarles a sus pupilos este cuento, si en la clase de ética universitaria se hablara de este asunto, si el padre de familia diera alguna puntadita sobre éstos temas en sus almuerzos familiares… cuántos desengaños, cuántas mentiras y cuántos problemas nos evitaríamos.
Para ser felices –nos dice Aristóteles– necesitamos templanza para enfrentar los placeres del tacto, la comida y el sexo que son los goces primitivos que nos acercan a los animales; para ser felices tenemos que ser capaces de actuar por voluntad propia sin dejarnos imponer ideas o pensamientos externos; para ser felices tenemos que actuar sin miedo y a pesar del miedo; para ser felices tenemos que obrar con generosidad, con buen humor, con la verdad, con vergüenza; para ser felices hay que actuar con legalidad y justicia en todos los actos de nuestros días; para ser felices hay que hablar con prudencia, sabiduría y entendimiento; para ser feliz el hombre debe hallar placer en lo bueno y en lo correcto y no dejarse tentar fácil por las bajas pasiones; para ser feliz es necesario la amistad honesta, aquella que busca al otro por lo que es como persona y no para aprovecharse de lo que el otro tiene o representa.
Dice Aristóteles que podríamos vivir sin justicia, pero que la amistad es una virtud universal y necesaria para el espíritu del hombre porque permite la generosidad recíproca. Es decir, que lo que dice o hace “el amigo” es, o debe ser bueno para mí de alguna manera, y eso hace que lo respete y acompañe en las buenas y en las malas.
“El amor de los amigos” –nos plantea la ética nicomáquea-, cuando se da honestamente perdura en el tiempo, pero es necesario aceptar al otro por lo que es y como es, y no por las ventajas que me pueda brindar esa amistad.
El hombre es animal social, y por lo tanto, para sobrevivir necesita de otros seres humanos, depende de otros seres humanos, requiere compartir con otros seres humanos. En esa dimensión, “los amigos son los bienes externos más grandes que el hombre pueda tener”.
Bien lo dice la sabiduría popular: Es mejor amigos que dinero.
Nota: En el día del amor y amistad, va mi saludo fraterno y cariñoso para todo el mundo.
· Libros sobre la amistad: Ética a Nicomáco de Aristóteles.
· El Principito, de Antonine de Saint Exúpery.
· Cometas en el Cielo, de Khaled Hosseine.
· Las Aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.
· Lisis, de Platón.
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