GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA
¿Por qué Medellín tiene mala prensa si es una ciudad encantadora? La gente sigue visitando la tumba de Pablo Escobar, como si fuera lo único que tiene la ciudad mejor organizada y más atractiva de América Latina. A veces pienso que el Parque Botero con los monumentos bastaría para una visita a la ciudad. Pero no, el viajero puede ver mucho más si se adentra en el único lugar que tiene Metro en Colombia, que posee una maravillosa gastronomía y que tiene el mejor comercio nacional, amable, directo y con los mejores precios.
Recuerdo que Medellín, un día siendo ministro de Trabajo, llevé al director de una Organización Internacional a nivel mundial con el propósito de firmar un acuerdo de cooperación con los industriales antioqueños, que serviría de modelo para muchos sitios. El Director me pidió esa noche que lo llevara a un sitio en donde ofrecieran comida típica. Lo lleve a Hatoviejo, frente al Hotel Intercontinental donde se alojaba la delegación francesa. Pidieron bandeja paisa, que fue servida abundante y deliciosa por ese restaurante y que estaba constituida por frijoles, un chorizo que estilaba aceite, una rebanada de aguacate, carne molida, un huevo frito adornaba el suculento plato y arroz que los franceses de estómago delicado comieron con premura. Yo los observaba previendo con preocupación lo que sucedería luego. Al filo de la media noche me llamaron de la administración del hotel para decirme que los miembros de la delegación Francesa estaban intoxicados. Inmediatamente llamé al médico y vi que los franceses estaban exhaustos, sin separase del baño y que la cosa era grave. El médico recetó bicarbonato de soda e inmediatamente confirmó la dolencia, fruto de mi amor por la bandeja antioqueña que había recomendado con especial agrado. Sobra decir que el acuerdo mencionado atrás no pudo firmarse en las condiciones previstas y que devolvía al señor director con su gente a París lo más pronto posible. Desde entonces ofrezco a los visitantes extranjeros ajiaco, que es sencillamente una sopa con papa y pollo, sin que me haya vuelto a pasar ningún incidente semejante al de Medellín.
Esta ciudad, además de haber recibido el premio como la más innovadora de América, es deliciosa en todo sentido. En sus edificios y habitantes brilla la modernidad. Como lo ha comprobado la pandemia del Covid-19, se ha dado el lujo de reducir las cifras por el mérito y la disciplina de sus gentes, que han comprobado ser los más solidarios de Colombia. Ir a Medellín es sentir la pujanza de sus ciudadanos, el interés de sus museos y la amabilidad de su gente y que siguen siendo un modelo a seguir para los Colombianos de bien, que deben visitar esta ciudad para tomar ejemplos del buen vivir, del buen gusto y de la belleza de las mujeres antioqueñas cuyo ritmo y acento es para nosotros inolvidable. Así como del gusto de una gastronomía que se renueva e inspira a los miles de compatriotas que hemos disfrutado de ella alguna vez.
La vuelta a oriente, pasando por el túnel que comunica a Rionegro con la capital antioqueña, la visita al Peñol y sobre todo el contacto con una raza que se adelantó a todas las demás de este país, creando una capital como Medellín de la cual tenemos mucho por aprender.
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