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JUAN CARLOS LÓPEZ CASTRILLÓN
Resulta interesante la teoría de la ‘Revista Sudafricana de Ciencias’ sobre la posible adicción a la marihuana del gran escritor William Shakespeare, lo que sugiere que la yerba gozó de status en la Europa colonial y que se consumía en los círculos privilegiados de la época.
Esto no es nada nuevo, pues existen referencias de su uso lúdico, ceremonial y festivo desde hace más de 5 mil años en Rumania, India y Nepal, y de la utilización del tallo para extraer la apetecida fibra del cáñamo, desde 10 mil años atrás en regiones del Asia.
Todo era normal para las hojas de este arbusto, hasta que su consumo recreativo empezó a crecer aceleradamente a principios del siglo pasado, especialmente en los Estados Unidos, donde se convirtió en una alternativa ante la prohibición del alcohol establecida en 1920.
La presión política de los industriales del whisky y la de los empresarios del nylon (competidor del cáñamo), conllevaron declarar ilegal la marihuana en 1933, la cual se importaba desde Asia y Latinoamérica.
El argumento de doble moral para legislar en ese sentido fue declarar que la marihuana era más dañina que el alcohol. De esa forma la metieron al closet de lo prohibido. Sus amigos, para no olvidarla, la re-bautizaron con un nombre bonito, Mariana. A partir de entonces nació un gran negocio para las mafias de todo el planeta, con las tristes consecuencias conocidas por nosotros los colombianos.
Tras la prohibición, la producción y el consumo siguieron creciendo, a tal punto que la ONU calculó en el 2014 que el 3% de la población mundial la consume regularmente. En 2016, que el 51% de los estadounidenses la habían probado en algún momento de su vida, el 12% la habían fumado en el último año y el 7% en el último mes.
Desde hace unas décadas se reabrió el debate, de sí en efecto el cannabis es más dañino que el alcohol, y dado su alto consumo se lo empezó a regular, legalizando su uso recreativo en Australia, Canadá, los Países Bajos, Uruguay y buena parte de los Estados Unidos, entre otros ejemplos.
Adicional a lo anterior, las multinacionales de la industria farmacéutica corroboraron científicamente su importante función medicinal y vaticinaron grandes ingresos. Igual diagnóstico vienen haciendo los sectores de la cosmética, bebidas, comida y cigarrillos.
En otros términos, en el mundo financiero se dieron cuenta que era la hora de sacar de a poquitos a Mariana del closet de lo proscrito, no por virtud, sino por negocio.
La verdad es que las distintas modalidades de cannabis sí tienen unas poderosas funciones medicinales, por eso muchos países se están poniendo a tono con esta nueva realidad, como nosotros, donde se ha legislado en ese sentido y se le delegó al Ministerio de Justicia la autorización de licencias para la siembra y procesamiento de cannabis para uso medicinal.
A finales del año pasado se habían expedido 214 licencias en nuestro país para ese fin, de ellas 15 en el Cauca, donde las condiciones climáticas y de suelos hacen que esta tierra sea altamente competitiva en este nuevo renglón agroindustrial. Amén de la mano de obra experimentada.
Los productos farmacéuticos con base en marihuana han empezado a proliferar, tanto los industriales como los artesanales, pero el “nuevo dorado” está en la exportación del aceite que se extrae de la flor del cannabis y para ello hay que llegar a los clientes, que son los laboratorios alemanes, australianos, canadienses, mexicanos y americanos.
En ello esta Procolombia, entidad que afirma que este mercado llegará a los 43 billones de dólares en el mundo para el año 2025 y Colombia tendrá oportunidad de competir por una tajada, aunque en la actualidad estamos todavía empezando a caminar en esa actividad.
Lo cierto es que en pocos años la marihuana estará en el inventario de nuestros productos regionales de exportación, a la par del café, el aguacate y el cacao; y se sumará a las fortalezas que están andando, como el turismo, la academia y la tecnología.
Posdata: una bonanza marimbera – esta vez legal – se avizora en el horizonte, y en el Cauca y la meseta de Popayán debemos empezar a prepararnos para ello, fortaleciendo los pequeños esfuerzos que vienen creciendo y gestionando la presencia entre nosotros de los industriales de este nuevo renglón de la economía ¡Bienvenida de regreso Mariana!
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