DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS
Cuando la humanidad observa con buenos ojos el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, afianzado con la histórica visita del Presidente Obama a la isla, al mismo tiempo ve con profunda preocupación el recrudecimiento de las acciones terroristas de grupos fundamentalistas en Europa y Oriente, que dejan a su paso desolación, muerte y sufrimiento.
Después de más de medio siglo de tensiones y dificultades, un cambio en la forma de ver la problemática, con un pensamiento liberal y de avanzada, un presidente norteamericano decide darle un vuelco definitivo a las disputas surgidas entre el coloso del norte y el gobierno socialista de la Isla caribeña, para dar lugar a la reconciliación, un paso definitivo en la dirección correcta, cuya esencia de pensamiento se debe mantener.
Sin embargo una nube negra se cierne sobre sobre el horizonte de los Estados Unidos y el mundo entero. Un empresario millonario con ideas reaccionarias que nos recuerda los fanatismos nefastos de la extrema derecha del siglo pasado, está a punto de convertirse en el candidato republicano a la presidencia del país más poderoso del mundo, con un discurso incendiario y excluyente, Donald Trump, cuyas absurdas declaraciones sobre lo que piensa hacer, han generado una gran preocupación. Por otro lado, en el corazón de Europa y en países del Oriente Medio, el fantasma del terrorismo vuelve a irrumpir con una fuerza inusitada, Bélgica, Pakistán, Irán, y quien sabe cuándo y dónde será la próxima escalada de muerte y destrucción.
Mientras tanto en Colombia, a juzgar por las más recientes encuestas, se está acrecentando un escepticismo generalizado en torno al futuro de las negociaciones de paz en la Habana, debido entre otras cosas a que la fecha límite que se había programado por el Gobierno para la firma de los acuerdos, se venció sin que se hicieran los esperados anuncios del fin del conflicto, esto unido a la crisis económica, la baja en el precio del petróleo y la posibilidad de un racionamiento de energía, dan pie para un panorama complicado y complejo en nuestro país.
Sin embargo debemos persistir sin vacilaciones y sin pausa en el propósito de lograr la paz, ese debe ser nuestro objetivo principal, no debemos desalentarnos ni declinar en su búsqueda. Han sido 50 años de violencia que han dejado miles de muertos y desolación. A esta generación que le correspondió la oportunidad histórica de ver silenciados los fusiles, le corresponde persistir en el empeño de terminar el conflicto armado por la vía del diálogo, no más violencia, no más muertes.
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