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Por: Olga Portilla Dorado
@olguitapd
Natalia Urbano Narváez es una joven payanesa, estudiante de sexto semestre del programa de Enfermería, y quien sobre sus hombros tiene la responsabilidad, al igual que cuatro compañeros más de la Unicauca, de ser los voceros de esta Alma Mater ante los demás integrantes del estamento estudiantil a nivel nacional.
Su participación en un movimiento estudiantil no es reciente, pues desde secundaria lo ha hecho, incluso desde muy pequeña en compañía de su madre asistía a movilizaciones y a través de los libros aprendía de la historia de las luchas por las desigualdades del país.
“Mi mamá también es una luchadora social, entonces ella siempre contribuyó para que me fuera por este camino, ella siempre me llevaba a las movilizaciones, me explicaba y me mostraba muchos libros; y uno leyendo también entiende que hay que luchar porque tenemos muchas desigualdades en la sociedad”, cuenta Natalia.
Por eso el apoyo de su familia ha sido constante, pese a la preocupación que han tenido por lo que pueda pasar por el tema amenazas, seguimientos o por las confrontaciones con la fuerza pública; sin embargo según cuenta Natalia, el apoyo es mucho mayor porque desde su hogar se reivindican estas luchas, “porque mi mamá desde el movimiento indígena hace que me motive mucho más y el apoyo que nos da ella, creo que es lo que más nos motiva para construir un mejor país”.
Natalia junto a Sara Klinger, son las únicas mujeres voceras nacionales de la Unicauca, y cuando Sara se fue hacia Bogotá para estar en la mesa nacional de negociación, el rostro y la voz de la representante de la Facultad de Salud han estado en las calles de Popayán, en las negociaciones locales y en los medios explicando el porqué de esta movilización que completa más de 50 días.
“Este movimiento estudiantil tan fuerte no se veía desde hace mucho tiempo, tampoco que organizaciones sociales se unieran tanto por una reivindicación y creo que en este momento es un balance muy positivo al ver tanta gente aportando, construyendo, no solamente a nivel del Cauca, sino a nivel nacional”, dice con entusiasmo Natalia.
De igual forma destaca el papel como un todo de la Unicauca, porque pese a los dos incidentes que hubo con la fuerza pública, la mayoría de actividades han sido pacíficas, “y con eso estamos mostrando cómo a partir de todas las carreras que hay en la Universidad del Cauca podemos defender la educación”.
Natalia habla con propiedad y con orgullo, a pesar de las largas jornadas que pasan tanto en el campamento como en las asambleas y mesas de negociación, a pesar de que hay días que el almuerzo se convierte en comida o que no desayunan bien por estar al tanto de la situación del paro, siente que a nivel personal es una satisfacción grande vivir este proceso, estas experiencias conociendo y aprendiendo de sus otros compañeros, afrontando nuevos retos donde en resumen lo importante es entender que no es “pensar individualmente sino también construir con pensamientos colectivos”.
Así mismo, su rol como mujer en un escenario donde los delegados son en su mayoría hombres, Natalia también destaca que la participación femenina ha venido mejorando, y el liderazgo de las estudiantes poco a poco va siendo más evidente. Precisamente ese es otro de los objetivos dentro de su rol como representante y vocera: que hayan más mujeres asumiendo papeles importantes, construyendo políticas de género y reivindicando su lucha dentro de la universidad.
Junto a ella, también como vocero de la Unicauca a nivel nacional, está Víctor García, estudiante de Biología, quien desde el segundo semestre de su carrera se inclinó por hacer parte de este proceso estudiantil, se empezó a interesar por la dinámica del trabajo universitario, de cómo funciona la universidad y de las dificultades que existen al interior de ella.
Según García son ya casi cuatro años que él hace parte de los procesos de la organización estudiantil en defensa de la educación pública, donde el objetivo ha sido poder contribuir a dar soluciones a los problemas que presenta la universidad, y en el marco de la actual coyuntura pues a articularse con las otras Instituciones de Educación Superior (IES) para dar “esa pelea conjuntamente”.
“Es un logro muy grande por parte de los estudiantes, son más de 50 días donde en ciertos momentos hemos aguantado hambre por estar en reuniones, dormimos muy poco, son varios sacrificios que hacemos con alegría, con mucho amor, porque la mayoría estamos convencidos de que es la única forma que tenemos en este momento para defender la educación pública, y para poder dejar una universidad en mejores condiciones que las que tuvimos nosotros a los que vienen”, relata Víctor.
Al igual que Natalia, desde su familia recibe un apoyo en esta lucha que hace acompañando la movilización estudiantil, pese a las preocupaciones que puedan haber por los señalamientos por ser un líder visible de estos procesos, el respaldo es mayor, y es algo que también lo motiva a continuar.
Los caminantes, otro capítulo de la movilización estudiantil
El 15 de noviembre en medio de una calle de honor, con la bandera de la Universidad del Cauca ondeándose al inicio de la fila, alrededor de cien estudiantes de diferentes carreras iniciaron su recorrido a pie hacia Bogotá.
‘Los caminantes del Macizo’, como se hicieron llamar, recorrieron bajo el sol, el frío y el agua más de 500 kilómetros para llegar a la capital y unirse al movimiento que otras universidades hacen allá en pro de la educación superior pública.
Quince días después de haberse ido, algunos regresaron al Claustro de Humanidades a continuar en el paro, otros se fueron a descansar a sus casas para recargar energías y volver a “la lucha”.
Entre los chicos que regresaron y que aún permanece en el campamento está Ramón Andrés Meza Rojas, un joven de 20 años, estudiante de tercer semestre de Ciencia Política, oriundo de Tumaco (Nariño), y quien pese a no tener donde vivir actualmente en la ciudad, se mantiene firme en su posición de continuar luchando por la educación, por su universidad.
Él llegó el pasado viernes en la mañana, pero contrario a lo que vivían muchos de los otros caminantes quienes regresaban a sus casas a dejar sus pesadas maletas, a tomar un baño, comer y dormir un rato, él tuvo que quedarse en el campamento y tendrá que hacerlo hasta que consiga cómo regresar a su casa en Tumaco, pues el arrendo en la pieza que pagaba se le venció y tuvo que sacar sus cosas porque su familia no tiene cómo ayudarlo para que subsista en este periodo de diciembre a enero.
“El día antes de irme a caminar estuve trasnochando como hasta las 4:00 de la mañana dejando todo organizado para poderme ir, y entonces a lo que llegué me tocó ir por las cosas, unos amigos de la universidad me hicieron el favor de guardarlas mientras tanto, y pues yo seguiré en el campamento luchando por la educación”, dijo Ramón.
A pesar de seguir cansado, con un fuerte dolor en sus rodillas pues tiene inflamados los ligamentos en ambas piernas, Ramón le pone una sonrisa a su situación, y comenta que una de las cosas que lo motiva a salir a defender la educación pública, es la gente de su pueblo, una zona demasiado violenta y con muchísimas necesidades, donde no todos tienen la oportunidad de salir, y menos de salir a estudiar.
“Mientras caminábamos hacia Bogotá muchos niños salían a las calles a aplaudirnos, a motivarnos con sus palabras, y eso me daba fuerzas; pero también pensar en la gente de mi pueblo para que ellos puedan tener una educación de calidad porque allá es muy difícil; quienes podemos estudiar tenemos que hacer muchos sacrificios, hay días que no comemos porque tenemos que pagar arrendo, eso mortifica a nuestra familia, y a nosotros también el hecho de pensar que ellos se quedan sin comer por mandarnos algo de plata”, explica el estudiante.
Otra de las historias de los caminantes, la encontramos del lado femenino, pues pese a que la mayoría de los que viajaron a Bogotá fueron hombres, también hubo unas “guerreras” que se aventuraron a caminar por la educación, alrededor de 20 unicaucanas según sus cuentas.
Una de ellas fue Viviana Andrea Peñuela, quien a pesar de no contar con el consentimiento de sus padres, iba al lado de alguien de su familia: su hermano, otro caminante del Macizo que no la dejó sola en estos largos kilómetros.
Viviana está en sexto semestre de Derecho, no es de Popayán, ni siquiera del Cauca, nació en Isnos (Huila), creció y terminó su bachillerato en Pitalito, y pese a que allá existe una universidad, aprovechando que fue una de las huilenses becadas por el programa Ser Pilo Paga, escogió la Universidad del Cauca, como la institución donde se formaría.
“Yo presenté el examen de admisión y lo pasé, y cuando supe eso y que era por mérito propio, me motivé a que debía estudiar en la Unicauca, además que acá tengo familia, entonces me vine para acá, y pues uno sabe que la Universidad del Cauca es una de las mejores del país”, comenta Viviana.
Aunque es poco común que los estudiantes de Derecho de la Unicauca se vinculen a estos procesos de paro, de marchas, de campamentos estudiantiles, ella estuvo ahí desde el primer día, más por su propia convicción que por la carrera; “a mí lo que me movió fue que los demás también estaban motivados, que todos querían luchar juntos por la educación, me dije yo también puedo, así fuera mujer y así los estudiantes de Derecho nunca estuvieran en estos procesos antes”.
Aunque caminó de par en par con los hombres, reconoce que para las mujeres siempre existirán factores que las hace más fuertes y que las obligan a sacar ganas y fuerzas de donde a veces no las hay; por ejemplo el tema de la regla menstrual, los cólicos, la fuerza para cargar la maleta, todo eso jugaba en su contra, pero cumplió su meta junto a los demás.
“A mí me dio tendinitis en ambas rodillas, muchos tramos no los pude caminar por lo mismo, porque en la altura de Armenia me dijeron que si seguía caminando iba a perder la movilidad de mis piernas, que los músculos se iban a empezar a atrofiar; fue ahí donde me dijeron: devuélvase, incluso desde Buga me aconsejaban eso, pero fue el empeño, la pasión, la dedicación que uno le tiene al tema lo que me hizo seguir adelante a pesar del dolor, del cansancio, y el apoyo del pueblo, eso fue lo que me motivó para llegar hasta Bogotá”, dijo la caminante del Macizo.
Y es que cada uno de los que hicieron parte de esta caminata tiene una historia de vida que vale la pena conocer, que demuestra que pese a las necesidades personales que puedan tener, la lucha es colectiva y sus dificultades pasan a un segundo plano por persistir en la exigencia de un mejor presupuesto para la educación superior.
“Los negociadores”
El 10 de octubre, cuando se llevó a cabo la primera gran movilización nacional por la defensa de la educación pública superior en varias capitales del país, Popayán fue noticia no solo por la magnitud de la marcha donde participaron miles de estudiantes, sino porque por primera vez un rector de la Unicauca salía a marchar con ellos.
José Luis Diago Franco quien fue elegido como rector el año pasado, era el protagonista de esa historia; hoy, semanas después de esa jornada, señala que ante una marcha donde se estaba pidiendo más recursos para financiación de la universidad pública, lo mínimo que podía hacer era decir que sí estaba de acuerdo con esa necesidad, dentro de la civilidad y la manera pacífica de solicitar un incremento de recursos.
Pero no solo fue la marcha, pues entre los 50 días que han transcurrido de la movilización estudiantil, específicamente durante los dos “puntos negros” que tuvo el movimiento unicaucano, Diago fue el mediador entre esas “fuerzas que chocaron”.
En diálogo con este medio, el rector señaló que su rol en medio de las circunstancias que ha vivido el paro de la Unicauca, se da gracias a la formación que recibió desde la Cruz Roja, “donde nos preparan y nos forman de manera efectiva para prevenir y curar el dolor humano”; por eso para él, quien durante más de 15 años fue mediador humanitario en diversas negociaciones con grupos al margen de la ley, la única vía es el diálogo y no el orden por el orden, “porque si tú impones orden sin un por qué, si limpias y mañana amanece en desorden, no hay sentido; yo llamo primero a la conciencia y después al orden, porque si yo cultivo en el ser humano la conciencia y la responsabilidad social, él ya entenderá porque es necesario e importante preservar ese orden”.
Del mismo modo, señaló que dejando a un lado los dos incidentes: el del Icetex y la Alcaldía, que aún son producto de investigación para conocer quiénes fueron los responsables, su calificación al movimiento estudiantil en la ciudad es sobresaliente.
“Es sobresaliente la manera como los estudiantes de hoy están evolucionando y quieren conocer más la universidad para defenderla, y tienen formas alternativas de hacer movilización social y una de ellas es el campamento, que sin bloquear las puertas están ahí dentro y están ejerciendo su derecho a la protesta”, indicó Diago.
Sobre la mesa de negociación local conformada por representantes de estudiantes, profesores y trabajadores, ya hay una metodología para dar inicio a la mesa y la realización de un cronograma de trabajo, el rector solo indicó que esta será una semana de mucho trabajo para llegar a acuerdos, donde la mayoría de propuestas son viables, y donde él es optimista de que será una negociación para que todos ganen.
Finalmente, en la otra orilla de lo que ha sido la negociación del pliego local y las mesas que se generaron luego de los primeros hechos de confrontación con la Fuerza Pública desencadenados por el desalojo que se hizo al campamento estudiantil que se ubicó en el parque Caldas, desde la administración municipal quien ha estado al frente ha sido la secretaria de Gobierno Alba Lucía Otero.
Otero, ante la no presencia del Alcalde, ha sido la encargada de llegar a consensos con los estudiantes; sin embargo aunque este medio intentó conocer su versión frente a su papel en esta coyuntura, no obtuvo respuesta por parte de la funcionaria.
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