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CARLOS E. CAÑAR SARRIA
Hace unos días se celebró el Día del Médico en Colombia y recientemente el Día Panamericano del Médico, en homenaje a estos abnegados servidores públicos que infortunadamente, debido al trato que el Estado y la sociedad les dispensa, están relegados a la condición de profesionales de cuarta categoría.
Sentimos una profunda admiración y gratitud por el ejercicio de la ciencia médica. Como seres humanos, ¿quién no ha tenido necesidad de concurrir a los médicos? La Medicina representa no sólo un reto a la enfermedad sino también al dolor, al sufrimiento y a la muerte. Por eso la actividad médica debe entenderse a la vez como un remedio, una esperanza, una cura, la prolongación de la existencia humana.
El éxito o fracaso de la acción médica depende de no pocos factores y circunstancias. De un conjunto de disponibilidades: la del Estado que tiene la misión y responsabilidad de garantizar a la población este derecho constitucional esencial; del médico para tratar al paciente, de la voluntad del enfermo para curarse, de la voluntad divina, además de todos aquellos medios y elementos esenciales en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, etc.
Enfatizamos que los médicos son unos abnegados servidores públicos. Es la capacidad de servicio de los médicos lo que hace realmente meritoria su profesión, no importa que fracasen-como suele suceder- después de agotar todos los medios que dispongan.
Hay que reconocerlo, el médico es un recurso, una esperanza y una posibilidad de bienestar y vida. Un médico verdaderamente comprometido con la sociedad le caracteriza una continua aproximación humana con los pacientes, éstos son su razón de ser. Es sensible frente al dolor ajeno y en todas sus decisiones y acciones antepone la ética como guía y compañera.
Si hay profesión que exige la recurrencia permanente a la ética es la de la medicina. Es aquí donde la vigencia del juramento hipocrático se hace necesaria, particularmente los preceptos que tratan de la inspiración en el bien de los enfermos para el tratamiento de las enfermedades. Desafortunadamente, no todo está en manos de los médicos, la medicina y la salud están dependiendo sustancialmente de un sistema injusto y perverso.
Desde luego, que ello no significa que deben ser cuerpos gloriosos, pues requieren asegurar unas condiciones materiales y espirituales que respondan a una existencia en condiciones de dignidad, que bien merecida la tienen.
Es fundamental el papel de los médicos, sin embargo, no podemos negar que el Estado y la sociedad les subvaloran. Son muchas las penurias y dificultades que tienen que afrontar los médicos en el ejercicio cotidiano de su profesión. Desde unos salarios de miseria, el pago siempre atrasado de los mismos, acoso de los patronos por la formulación de drogas, por el número de pacientes a atender; la inestabilidad laboral, medios logísticos inadecuados.
No se compensa en absoluto, que los médicos después de varios años de estudio y sacrificio, no vean correspondidos sus esfuerzos al sentirse víctimas del desempleo, el subempleo; el aumento de la cantidad de pacientes, de la explotación de las empresas prestadoras del “servicio” de salud, de la Ley 100 de 1993 que acoge el modelo neoliberal, legislación que no ha podido ser reformada, que atenta contra la salud y la vida de los colombianos y ante la cual los médicos y la misma sociedad no han logrado hacer nada, a pesar de que se cuenta con médicos congresistas.
Son muchas las quejas de las organizaciones sindicales médicas del país. Contratación ilegal en el 80 por ciento de los casos, salarios y prestaciones cuya deuda se acumula hasta un año, clínicas y hospitales en iliquidez, carencia de medicamentos e insumos para el trato adecuado de pacientes, lo cual empeora en zonas rurales. Quejas también sobre el irrespeto de la profesión médica por la tercerización laboral que les desconoce vacaciones y prestaciones sociales, además de quitarles protagonismo a los médicos como debiera corresponder; haciéndolos simples trabajadores del sistema.
Por lo que vemos en lo que lleva del presente gobierno, no hay ambiente favorable en la materialización del derecho fundamental a la salud y muchos menos, reivindicar la profesión médica. Es importante que el Gobierno Nacional y el Congreso de la República, promuevan una reforma sustancial a la Ley 100 que ha hecho crisis. Mientras en la práctica el derecho a la salud deje de ser fundamental, continuaremos con los paseos de la muerte, con el negocio lucrativo de las empresas privadas, con el malestar generalizado de la sociedad y el pronunciamiento de las agremiaciones sindicales médicas, las cuales requieren también del respaldo de la población.
Un Estado que desconoce la importancia del derecho fundamental a la salud y la importancia de los médicos en el abnegado ejercicio de su profesión, es un Estado con vocación suicida.
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