Los días de cuarentena
HAROLD MOSQUERA RIVAS
No ha sido cosa sencilla, esto de quedarse en casa, mientras la pandemia pasa, con tapabocas y camilla. Hospitales insuficientes, deben atender enfermos, mientras que los dirigentes, actúan como paquidermos. Se va llevando a la gente, para un destino infinito, alcalde, gobernador, presidente, de todos se escucha el grito.
A los infantes respeta para que el mundo lo aprecie, a los ancianos aprieta, queriendo reducir la especie. En China prendió su mecha, y en Italia está abusando. A Persia tiene desecha y en España están llorando. No conoce de fronteras, colores o religiones, tiene sutiles maneras de hacer contaminaciones.
Ha prohibido los besos, los abrazos y caricias, pues castiga los excesos, malos pasos y delicias. Los estadios ha cerrado, igual centros de educación, despide al asalariado y motiva una canción. Tiene a las redes sociales, activas y el teletrabajo, para mitigar los males, se extiende muy tieso y majo. Agota los respiradores, que con fe van a enfrentarle, ataca a los trabajadores, que pretenden derrotarle. Parece que patrocinara, la acumulación de dinero, pues tan solo favorece, al sistema financiero. Produce despidos masivos, en bares y restaurantes, que han encontrado motivos, para aumentar los cesantes. No hay medida suficiente, para el horror detener, el miedo dice presente y el malo siente placer. En la calle abandonado, el indigente la enfrenta, una vez contaminado, ya no canta las cuarenta.
En el hogar reunida, la familia sin porfía, trata de salvar la vida, llena de tecnología, unos ven televisión, otros en WhatsApp consultan; alguien reza una oración, aquellos sus cuerpos ejercitan, mientras al gobierno insultan. Se repiten las recomendaciones: jabón y antibacterial, lavarse en mil ocasiones, para prevenir el mal. Cancelan cada concierto, los aeropuertos sin gente, nadie quiere sepultar al muerto, por temor a ser el siguiente. Como nunca en todos los medios, habla y habla el presidente. Un día pasará la pandemia, pero nada será igual, cuando ponga la academia, fin al toque funeral. Habrán obras teatrales y poemas que lo cuenten, películas especiales, que tantas muertes lamenten.
Libros narrarán los hechos, con algunas exageraciones, mientras los cuerpos deshechos, ya no tendrán tentaciones. Y quizás años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronavirus a sus pies, recordará el día en que un murciélago lo llevó a producir cruel tormento. Será como otras muchas, un registro en la memoria, de la humanidad y sus luchas, que escribiendo van la historia.
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