RICARDO LEÓN URREGO RUIZ
Llega como un baldado de agua fría la decisión de la actual administración de La Alcaldía de Popayán un decreto que prohíbe las ventas de quienes se rebuscan en la calle el trabajo. A pesar de que esta ciudad no ofrece fuentes dignas de ocupación, sale el alcalde a definir una determinación en contravía con el bienestar y la sobrevivencia de vendedores callejeros que no han tenido otra opción para sostener a sus familias y que por la falta de otras oportunidades el destino los aventó a las calles sin otra opción de vida.
Si la pandemia es el argumento para tomar una determinación tan antipopular con los vendedores, es a la vez oportuno preguntarse si se van a cerrar todos los almacenes y todas las instituciones, incluyendo los bancos de Popayán, porque si por el virus se establecen medidas tan drásticas esas mismas medidas debieran llevar a cerrar todo sin más. Pero aquí resulta que para unos sí va palo y para otros el beneficio del permiso de trabajar y abrir locales sin problemas. Cuando esto pasa debemos pensar en la miseria al interior de las familias que merecen comer y pagar impuestos y que en una ciudad limitada lo único que pueden hacer es salir a las calles a vender y lucharle a un trabajo sin las mejores condiciones.
Mientras estas determinaciones que dejan en la incertidumbre los ingresos de un sector, al interior de esa alcaldía indolente se le suben los sueldos a uno de los cargos de corbata o burocráticos.
Lo anterior aquí anunciado nos hace concluir que quienes llegan a los cargos lo hacen para desconocer principios fundamentales de la política y el fin último de ser político es el servicio a los demás. Pero resulta una lástima que determinaciones tan injustas con el bienestar de familias sean el procedimiento cuando lo esperado es todo lo contrario en aspectos de convivencia y armonía.
Ante la presente prohibición de vender en las calles el alcalde también debe salir a informar sobre las alternativas que tiene para ofrecerle a la gente de este sector informal. Que hable sobre los empleos y programas de capacitación previstos, además de los programas de salud y ayudas alimentarias. Esta ciudad no tiene otras alternativas laborales y por ello es necesaria la solución sin aplazamientos. Para nada resulta valida una medida sin la respuesta indicada. Por último, queda claro la consecuencia de una acción que determinará una reacción, sin pensar en las angustias y necesidades de la gente. Esto nos llevará sin duda, al crecimiento de mayores problemas en lo delictivo y en el rompimiento de la convivencia y en últimas, nos golpea a todos los habitantes de una ciudad. Además esta manera de actuar desde una alcaldía demuestra el desconocimiento demográficos y de los sectores que en verdad mueven una economía en una ciudad como Popayán. Romper la convivencia a nada nos lleva si no entendemos a un sector que no debe ser tratado como problema o como el mal a combatir cuando reitero, aquí no existen otras alternativas de producción.