VICTORIA PAZ ABLANQUE
Despidiéndose de su ahora amo, le dijo el zorro al hermoso niño de cabellos dorados, en la parte final del capitulo XXI, uno de los acápites más profundos de EL Principito de Antoine de Saint Exupéry. Una breve y acertada descripción de la extraña forma en la que los adultos vemos la vida, alejándonos de valores como la sinceridad, la amistad y por supuesto el amor. Un corto libro; sencillo, directo, sin expresiones rebuscadas y arrogantes, a veces tan comunes en quienes osamos escribir.
Adiós – dijo el zorro – . He aquí mi secreto. Es muy simple, no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
Profunda reflexión del hermoso animalito cazador de gallinas; que inmortalizó algunas de las frases más sabias de este clásico de la literatura universal, que de manera incomprensible aparece solamente en la sección infantil de los anaqueles de librerías y bibliotecas. Traducido a cerca de quinientas lenguas, adaptado al teatro, al cine, al ballet y a la ópera; de obligatoria lectura diría yo, para todos los que simplemente sabemos leer.
Otras máximas del Zorro:
- “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”
- “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”
- “Si tú vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres comenzaré a ser feliz”.
Tan ligeras, tan penetrantes, como tantas en el conjunto de la obra; y es que en sus travesías de asteroide en asteroide, hasta llegar a la tierra, El Principito se topa con particulares personajes y situaciones cargadas de superficialidad, que por infortuna afloran en nuestra manera de ser. Uno de los tantos ejemplos: cuando el astrónomo turco que descubrió al asteroide B612 hogar del Principito, presentó su hallazgo en un congreso, pero debido a su apariencia nadie le dio crédito, aceptándolo años más tarde cuando fue elegantemente vestido.
De esta manera, entre baobabs que sí crecen demasiado destruyen su pequeño planeta, la serpiente y su veneno, el rey y su afán de mandar, el borracho y su falta de amor propio, el hombre de negocios y sus cálculos, el farolero y su vida mecánica, el vanidoso y su infinita necesidad de ser elogiado; se pasea El Principito; un personaje que no es más que el niño que todos llevamos dentro y que nunca debió crecer, es ternura, esperanza y sobretodo inocencia que alimenta la vida, que fomenta los sueños, que solo mueren cuando nosotros también lo hacemos.
Gracias Exupéry, por tu humildad, tu sencillez y tu sabiduría, seguramente tu corta vida entre el cielo y las letras te hizo ser uno de los mejores escritores de todos los tiempos, gracias por ese niñito que no olvida una pregunta y que entiende que lo que dibujaste fue una boa que digería un elefante y no un sombrero como pensaron los adultos al ver tu dibujo.
Gracias por la poesía, la humanidad y la emoción que hay en esta obra, por tus espectaculares ilustraciones que la adornan, por dedicar tu libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo y por el amor a tu rosa. Sabes! todas las rosas somos como la tuya; aunque nos protejan y nos amen, somos orgullosas y melodramáticas. Sin embargo, es el recuerdo del amor de la rosa, el que hizo volver al Principito a su planeta.