Por Juan Camilo Palomar
Este fin de semana terminó la Copa Mundial de Fútbol Sala de la FIFA Colombia 2016, en medio de una discreta difusión del evento y promoción de las ciudades sede. En Cali, sede principal, las entradas se regalaron en los juegos de semifinales y en la final, ante la casi nula asistencia en las instancias anteriores.
Bucaramanga, Medellín y Cali recibieron por un mes los partidos del certamen orbital y por ahí desfilaron los mejores del mundo. Falcao fue uno de ellos, así como Ricardinho y el mismo Angellot Caro, anfitrión. La única ocasión en que los escenarios lucieron llenos fueron la apertura y la clausura, sin que tampoco llegara al tope máximo.
Lo bueno
El espectáculo lo brindaron las figuras mundiales. Falcao deleitó en Medellín y Cali, y consiguió en esta última el récord como el más goleador en la historia de los mundiales de fútbol sala, justo en el mundial de su retiro como profesional.
Ricardinho, de Portugal, fue otro de los grandes atractivos del certamen. De la mano de este jugador, los portugueses buscaban el camino al título aunque Argentina los resignó en semifinales.
Además, sin tanto renombre pero con una historia formidable, Elliot Ragomo, capitán de Islas Salomón, dio un sentido discurso en la rueda de prensa del juego en que quedaron eliminados en fase de grupos. En su relato, Ragomo contó que la participación de su país en este Mundial era algo histórico, al punto que en su país todos los seguían por televisión, incluyendo los niños de varias escuelas que suspendieron clases en los momentos en los que Salomón jugaba.
Lo Malo
Pese a las emociones que da el fútbol sala, apodado en Colombia como el fútbol revolucionado, el evento no parece ser el más atractivo para los colombianos.
La constante en Bucaramanga, Medellín y Cali ha sido ver las tribunas de los coliseos vacías, con récords antagónicos de 100 personas en escenarios con capacidad para 10.000 espectadores.
Algunos usuarios denunciaron en redes sociales que querían asistir al evento, pero al momento de comprar las entradas en la firma comercializadora, esta les informaba que no había boletas disponibles, aun cuando en el partido las graderías lucían vacías. Esto hace pensar que los revendedores han acaparado una gran parte de la boletería sin dar muchas posibilidades a los espectadores por los altos costos.
En los partidos finales, la organización local decidió regalar entradas como estrategia para tener más espectadores en tribuna, lo cual dio resultado en Cali para no dejar el sinsabor de un mundial que se iba en medio del desinterés colombiano.
Por otra parte, la eliminación de Brasil a manos de Irán en octavos de final dejó sin el espectáculo de Falcao a todos los colombianos. Este era el último mundial de la estrella brasileña, quien con sus fintas encarriló a la selección carioca en los tres primeros juegos de la fase de grupos. Sin duda, fueron solo cinco juegos en los que Brasil brindó espectáculo en Medellín y Cali.
Lo feo
Una de las denuncias hechas al principio del evento por periodistas colombianos y de agremiaciones como Acord, fue la exclusión sufrida por parte de la FIFA a sus credenciales para poder cubrir el evento.
Las exigencias de la televisión internacional limitaron el acceso de muchos pequeños y medianos medios de comunicación nacionales, que más allá de transmitir querían realizar informes a sus comunidades.
El caso más grotesco se presentó en Cali, donde una carta escrita por varios miembros de Acord seccional Valle le solicitaba a la organización local del evento la acreditación para ingresar al escenario, ya que habían cumplido con el proceso exigido en los plazos determinados. La respuesta de Rodrigo Otoya, director general del evento en Cali, fue textual: “Aparentemente nosotros no podemos hacer nada para lograr la acreditación por no haber hecho el tramite dentro los tiempos establecidos por la FIFA. Vamos a tratar de conseguirle una boletas de cortesía, para lo cual le recomiendo ponerse en contacto con el señor Rodrigo Cobo”.
La respuesta generó indignación en el gremio de periodistas, que le pidieron respeto a Otoya, al aclarar que los periodistas no estaban ‘mendigando’ boletas para ir como espectadores, sino reclamando una acreditación para cubrir el evento en sus medios locales.
Al final, ya con el Mundial en marcha y luego de mucho alboroto, muchos de los periodistas que reclamaban la acreditación la consiguieron, aunque otros se quedaron por fuera del evento.
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