Mientras la tecnología nos avasalla con imágenes, cuando todo se hace y todo es accequible a través de esta, lo único que nos queda es lo íntimo, lo espiritual. Y hay personas especiales que con el don de la palabra, nos siguen llevando hasta el infinito, hasta la profundidad de la esencia. Tarea nada fácil porque la palabra talla y esculpe lo oculto de cada ser. La palabra es la urdimbre de la existencia e históricamente a través de ella, se han descrito culturas y mitos generacionales. Con la palabra se viaja en la eternidad, pues a veces la palabra no tiene principio ni fin y es atemporal. Desde Homero, Cervantes, Neruda hemos recorrido caminos geográficos, caminos de la fantasía, el camino de los celos y el camino de la Vida.
Nuestra tierra, nuestra generoso Popayán ha gestado prolijos escritores que nos han deleitado con su poesía. A través de la poesía y la escritura, los payaneses han recreado con su pluma momentos dolorosos como el del terremoto, sobre el que algunos hicieron rimas y versos, que referían como… “Se cayeron las Casas, las Paredes y los Castillos, la Tejadas…” haciendo del humor payanés -muy reconocido como la “chispa patoja”, una forma de resarcir el dolor. A quienes presumimos de escribir, sabemos que cada palabra que se escribe, es una espada que se esgrime.
A los escritores ausentes y en especial a la poetisa Gloria Cepeda, si hoy quisiera escucharme le diría que fue un ejemplo de Mujer, que no posó de serlo, sino que trasgredió la barreras de la cultura, imponiendo la voz feminista, la mujer impetuosa y la mujer amorosa, que plasmo en sus libros la construcción simétrica de versos y poemas, denunciando sus inconformidades. Gloria fue una mujer con compromiso político y social. Una mujer que gesta y deja como herencia a las generaciones venideras de mujeres rebeldes, que no le deben temer a hablar, pues la palabra bien dicha tiene el poder de trasformar cualquier realidad.
En honor a esta gran mujer, y como un adiós a los artistas y escritores que nos han abandonado estos días, les comparto este texto de hace unos 17 años; un regalo que me hizo ella, cuando creyó que una mujer podría llegar a la alcaldía sin considerar lo osado o insolente:
“Un Popayán distinto nos espera
Si sabemos pulsar la cuerda necesaria
Un lugar donde el débil sea fuerte
Con la fuerza del Alma
Para que luego de cruzar la vida
Podamos reunirnos en paz con el instante
Sabiendo que volvemos satisfechos
A la plural semilla de la sangre.”
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