El delantero de Independiente Medellín se forjó en medio de dificultades para llegar al fútbol profesional, pero nunca renunció a su sueño
Por Juan Camilo Palomar
En El Tambo, el triunfo de Independiente Medellín como campeón de la Liga Águila del primer semestre se celebró como si fuera esa la capital de la montaña. No era para menos. En el equipo campeón, esa noche celebraba Leonardo Fabio Castro Loaiza, el goleador, un título que hizo gritar al pueblo clamoroso, por un equipo que terminó siendo el más ‘poderoso’ del rentado nacional.
Él, Castro, de cuerpo menudito y olfato de goleador, se alzó con el título como figura clave de su equipo en un semestre en el que el Deportivo Cali presentaba como candidato a su goleador Harold Preciado, y el Cortuluá erigía al artillero revelación, Miguel Ángel Borja.
Leonardo Castro ha marcado 44 goles en 90 partidos como profesional en dos años, jugando para el Deportivo Pereira y Medellín. También cuenta con el título del Medellín en la Liga Águila este año
Frente a ellos y sus equipos, Leonardo Castro se ganó el cariño de la gente en Medellín, y fue el presidente del equipo paisa el que anunció que, tras una campaña de ensueño en el primer semestre del año, tomaría la opción de compra de Castro, quien pertenece al Deportivo Pereira, club en el que se formó.
La negociación rondará los $3.500 millones, cifra que está pactada en el contrato de Leonardo Castro con Deportivo Pereira, y que Medellín está dispuesto a pagar. Muy al margen de lo que le toque al jugador en la negociación, el haber logrado convertirse en uno de los delanteros más importantes del rentado nacional está a punto de pagar todos los sacrificios que el jugador tuvo que soportar para llegar al profesionalismo.
Una historia de perseverancia
Cuando apenas tenía un año de nacido, Leonardo partió de El Tambo rumbo a Pereira, en los brazos de sus padres, quienes esperanzados en encontrar más oportunidades de trabajo que le aseguraran bienestar a su hijo, decidieron establecerse en la capital matecaña.
Allí su papá fue celador y su mamá trabajó como empleada doméstica en varios hogares, y Leonardo creció con estudio, vivienda y alimentación. Sin lujos pero sin hambre. Eso sí, con fútbol, porque desde pequeño le gustó jugar de forma recreativa en el barrio con los amigos cercanos.
Cuando creció, Leonardo se alejó del estudio en los últimos años de bachillerato y se puso a trabajar, con la esperanza de ayudar a sus papás. Fue obrero y también recogió basuras. Los grandes goleadores parecen formarse primero trabajando lejos de las canchas, como también ocurrió con Carlos Bacca, figura a seguir de Leonardo, quien hasta hace pocos años fue pescador.
Mientras alternaba su trabajo como recolector de basuras, probó suerte con el fútbol en Barranquilla FC, Equidad y Envigado, pero en todos lo rechazaron por su figura menudita, distante a la del estereotipo del goleador robusto, nueve de área, que buscan los cazatalentos.
Su paso al fútbol, para colgar los guantes de recolector de basuras, se lo ganó a punta de goles en el equipo de la empresa para la que laboraba, con la que recibió incentivos por su destacado juego y le permitió, a través de la firma Audifarma, vincularse al Deportivo Pereira, donde debutó en el 2014, fue goleador en el 2015 y salió a préstamo para Independiente Medellín en enero de 2016.
Hoy es uno de los delanteros más cotizados del fútbol colombiano y una figura que seguro durará poco en Colombia si se mantiene en ese positivo crecimiento futbolístico que lo ha llevado a sus 23 años a pasar del fútbol de barrio a lograr su primer título profesional en el país.
Por eso aquel 24 de mayo la alegría fue indescriptible en El Tambo, su tierra de nacimiento. Leonardo fue recibido con una multitud de aficionados que lo aplaudió y coreó su nombre, y lo acogió por haber nacido caucano, por llevar esta tierra en su corazón y llevar su nombre a lo más alto con sus goles ‘poderosos’ en el título del Medellín.
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