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    Le tocó al pueblo

    RODRIGO SOLARTE

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    Asumo la noción de Pueblo, como los habitantes de un territorio con todas sus manifestaciones: culturales, creativas, lúdicas, históricas, estratos, frustraciones y esperanzas.

    Desde el 21N de esta transición hacia la dignificación como país, quedamos en el HOY y mañana.

    Las experiencias del pasado con todos sus contenidos y procesos, facilitadas en el hoy por las redes sociales, siguen transformando conciencias y voluntades, nuevas en formación y viejas con resistencias: voluntarias, conductuales, incrédulas y resignadas.

    Como médico, prefiero dejar las enfermedades de toda índole, como la otra cara de la moneda en individuos, familias, grupos y colectividades del amplio espectro humano, a sabiendas de la no existencia, ni la perfección, ni la salud integral en lo físico, psicológico y espiritual.

    Las ciencias como las polarizaciones son creaciones humanas extractadas de la naturaleza, utilizadas por la inteligencia en las diferentes épocas de la historia, de acuerdo a la evolución de las investigaciones para dilucidar los misterios cósmicos, terrícolas y de los mismos seres vivos que de ellas nos beneficiamos.

    Las guerras también son invento humano, para unos imponerse sobre los demás, a las buenas, ganando sus conciencias (las neurociencias ya están siendo utilizadas), o a las malas, con las armas (drones no tripulados, guerra atómica).




    Conciencias ganadas para la guerra y armadas, son asalariados en las empresas de la muerte.

    La corrupción de los valores, no solo los monetarios, es un común denominador auspiciado desde el poder económico y político con sus asalariados militares o civiles. Las y los menos contagiados son las y los jóvenes, que con muchas razones, desconfían de quienes popularmente se dice, ¨ han vivido de la política¨ o se acostumbraron a vender su conciencia al mejor postor o al que más dinero les ofrezca.

    Las crisis son oportunidades para mejorar. Tal noción va desde lo individual y grupal hasta lo social o colectivo. El mejoramiento lo concebimos para la gran mayoría, para lo público, para todos los que se asuman como pueblo, ya rural, ya urbano o en las márgenes de las ciudades y fronteras.

    Entre las cualidades humanas inteligentes adheridas a la ética y moral que nos integra a los valores de la convivencia entre nosotros y la naturaleza, están, entre tantos: la solidaridad con los demás vivientes; la autocrítica constructiva para mejorar sin el egoísmo que culturalmente hemos desarrollado como enfermedad del individuo en sociedad; el diálogo, para aportar y aprender del otro, miembro de la diversidad humana, cultural y de regiones donde habitamos; el aprender a compartir, incluyendo sueños, esperanzas y actividades para concretarlas; asumir como derecho y deber, la protección y defensa de la Vida, la diversidad étnica, cultural y tradiciones potenciadoras del buen trato a la naturaleza y las riquezas existentes en nuestros territorios.

    Todo esto y mucho más, debemos visibilizarlo y dialogarlo con convicción, sin miedo, en estas plurales, pacíficas y creativas movilizaciones iniciadas el 21 N en todo el país, con sus colombianas particularidades en desarrollo de esta transición hacia la irreversible Paz con justicia social y dignidad que mueve a toda Latinoamérica en este siglo XXI.

    La enfermedad social y cultural de los vándalos, hacen parte de la estructural corrupción y deshumanización a la que hemos llegado. Al igual que a los asesinos de líderes y lideresas, defensores de los derechos humanos, territorios y culturas, además de aplicarles la ley sin distinciones de clase social o autoridad formal que digan representar, necesitan procesos de rehabilitación integral, pues también son víctimas de maltratos de toda índole en su lucha por oportunidades y por subsistir, como parte de nuestro mismo pueblo.