La discusión es sana siempre y cuando se mantenga en el diálogo civilizado y no traspase a los hechos, como tan comúnmente suele suceder en Colombia.
El planteamiento de medidas restrictivas que cobijen a los motociclistas en Popayán hecha por la alcaldía y el rechazo a las mismas expresadas por los dueños de esos vehículos, debe verse como el primer paso para la eventual solución de un problema que afecta al total de la ciudadanía, como lo es la semiparálisis en la que ha caído el tráfico de la urbe a toda hora.
Las autoridades han propuesto restringir la circulación de motos por el centro de la ciudad en horas pico, así como la prohibición del parrillero en zonas donde operan los mototaxistas ilegales. A su vez, los dueños y usuarios de motos han manifestado su negativa a estas posibles reglas. Y lo han hecho, con argumentos que no se pueden desconocer como son el derecho al trabajo y a la movilización por las vías públicas.
No obstante, una mirada más analítica de la polémica podría concluir que si bien el hecho de que se pongan los problemas sobre la mesa es sano, muy probablemente se está mirando el asunto desde el ángulo equivocado.
Es que el caos en el tráfico no se arregla con más medidas restrictivas que atropellan tanto a motociclistas como a vehículos particulares, a los que ya se está considerando aplicarles el Pico y Placa por el día completo.
En toda el área urbana de Popayán lo que hace falta es disciplina de la gran masa de conductores de todos los tipos de vehículos, así como seriedad, voluntad e inflexibilidad por parte de las autoridades para castigar a quienes violan las normas de tránsito.
En otras palabras, si las motos realmente circularan por la derecha como lo exigen las reglas en lugar de tomarse todos los carriles para circular lentamente y bloquear a los demás; si se sancionara a quienes no respetan los andenes y carriles enteros de las calles para estacionar; si realmente se castigara a quienes irresponsablemente invaden andenes, poniendo su propia vida y las de los demás en peligro; pero sobre todo, si se metiera en cintura a los taxis y buses que en su lucha por conseguir pasajeros no solo obstruyen vías enteras, sino que le bajan la velocidad promedio a la ciudad entera, la situación del tráfico sería totalmente distinta.
La ineficacia crónica de las autoridades de tránsito para controlar a los indisciplinados no se puede reemplazar con más restricciones injustas y arbitrarias. En pocas palabras, ya está bien con que sigan pagando los choferes responsables y sensatos por culpa de los imprudentes e irreflexivos.
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