En Charlottesville Virginia, al Noroeste de Estados Unidos en medio de una marcha de supremacistas blancos neonazis y pertenecientes al Ku Klux Klan, se produjo el asesinato de un afrodescendiente y al menos 20 personas resultaron heridas. El motivo de la disputa fue el anuncio de la eliminación o derribamiento de una estatua del general del ejército de los Estados Confederados del Sur de los Estados Unidos Robert E. Lee, quien formó parte del bando que se opuso a la abolición de la esclavitud en la guerra civil norteamericana que se produjo entre los años 1861 y 1865.
No es fácil entender cómo se erigen monumentos a personas cuyo proceder ha dejado para la historia recuerdos trágicos e inhumanos, pero más graves es la reacción negativa y violenta de quienes se oponen a su desaparición, como si quisieran perpetuar con ellas los peores años de la historia de una nación. Guardadas las proporciones, es la misma indignación que pueden producir a los indígenas colombianos las estatuas que se erigen a los conquistadores que de manera brutal exterminaron a las comunidades indígenas tal y como relata el padre Fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, esos victimarios que el autor describe con tanta crudeza, son los mismos a los que en muchas de nuestras ciudades se recuerdan con estatuas cual si se tratara de héroes nacionales, en algunos casos se da su nombre a instituciones educativas, barrios y calles, igual que acontece en los Estados Unidos con los héroes de la causa esclavista.
A quienes hemos sufrido en la vida actos de discriminación por el color de nuestra piel, nos producen dolor estas noticias y clamamos porque un día sean solo parte de la historia. Recuerdo una ocasión en la que viajaba de Montería a Cali y me asignaron la silla 3 A que corresponde a la clase ejecutiva. Cuando me aprestaba a ubicar mi maletín en la palomera de la silla 3 A, una azafata vino corriendo para decirme: “señor, señor, usted no puede ubicar su maletín allí, ese sitio es para los pasajeros de clase ejecutiva”, a lo que repliqué, entonces en dónde lo pongo y ella respondió: “Allá atrás donde le corresponde, qué número de silla le tocó”, cuando le dije 3 A, ella respondió, ha sí, 13 A es allá atrás, aclaré que no era 13 A sino 3 A, ella pidió ver el pasa abordo y luego se puso roja de la vergüenza para decirme: “Qué pena señor, usted si puede poner su maletín allí, perdone mi error”.
Ese prejuicio, de común ocurrencia en nuestra sociedad nos muestra en el día a día que a pesar de la abolición legal de la esclavitud hace ya 166 años por don José Hilario López, aún nos hace falta en el proceso educativo trabajar con más decisión para que ningún colombiano juzgue a otro por su origen racial, orientación sexual, sexo, credo o cualquier otro criterio que comporte discriminación. Don Benito Juárez invitaba a los mejicanos a construir la paz a partir del respeto al derecho ajeno, incluso personas como Mahatma Gandhi, Martín Luther King y Nelson Mandela hicieron de su vida un ejemplo de lucha contra toda forma de discriminación y son ellos los verdaderos héroes que merecen grandes monumentos para recordarnos su legado. Ojalá pudieran en Charlottesville Virginia cambiar la estatua del general Lee por una de Gandhi, pues seguramente son más los norteamericanos que saben del primero, que aquellos que conocen la historia del segundo.
Comentarios recientes