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Darío Noguera M.
El día de la apertura de mi obra ‘Ciudad Lírica ll’ fue algo sin duda maravilloso para mí.
Ese día, en el concurrido y emotivo homenaje que contó con la presencia de la doctora Jeannette Sotelo, quien a través de la secretaría de Deporte y Cultura de Popayán tiene bajo su responsabilidad el manejo del Museo Negret, tuve la oportunidad de escuchar las palabras de tres destacados personajes de la cultura y las letras de la ciudad de Popayán. Ellos son Marco Antonio Valencia, Guido Enríquez y Jorge Muñoz. Con todos ellos y con el cálido y respetable público, el autor se siente agradecido.
Sin embargo en la intervención del reconocido escritor Marco Antonio Valencia escuché unas palabras que bien valen una respuesta. Es algo que le he escuchado a más de uno: que con mi obra yo utilizo un recurso elegante y agradable para criticar a Popayán. Se refería a las obras de la serie en que se alude a la lentitud de Popayán. Aunque agradezco, y mucho, el excelente escrito de Marco Antonio que yo incluí en el plegable de presentación, el asunto bien vale una respuesta. Y es la siguiente…
“La tortuga puede hablar más del camino que la liebre”: Khalil Gibrán
En primer lugar ¿quién dijo que la lentitud es un defecto? ¿Por qué no, una virtud? Digámoslo de esta manera: ¿Puede acaso la liebre disfrutar tanto el paisaje y el camino como la tortuga o el caracol?
Popayán es una de esas ciudades que no cayó en la trampa del desarrollo urbano e industrial desmesurado tan propio de las grandes ciudades y cuyo precio lo constituyen males como la contaminación ambiental, el estrés y aún la soledad. En las grandes ciudades, como dice Baudelaire, los habitantes andan solitarios entre la multitud.
Quizá allí residan sus «secretos encantos», para usar una expresión que utilizó mi amigo César Samboní en el hermoso escrito que hizo para la primera exposición de ‘Ciudad Lírica’.
Quizá las cosas feas de Popayán sean aquellas en que se parece a las grandes ciudades, como por ejemplo el parque automotor, al mismo tiempo desproporcionado y ajeno a la ciudad con el que se dificulta tanto la movilidad o el consumismo frenético en los almacenes de cadena, con los que se contribuye, como lo hace cualquier metrópoli, al deterioro del medio ambiente y el planeta.
No, Popayán no necesita parecerse a ninguna «gran» ciudad. Popayán aprendió a ser lo suficientemente grande, pareciéndose a sí misma.
Y muchos aprendimos de paso a quererla con los años, gracias a esos «secretos encantos» que se los debe ¿qué duda cabe de ello? a su metabolismo lento y sin afanes…Como el de la tortuga o el caracol.
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