08/06/2020

El Nuevo Liberal

Haciendo ciudadanía

Las clases virtuales


HAROLD MOSQUERA RIVAS

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Después de 32 años continuos, dictando cátedra magistral, por cuenta de la pandemia, pasamos a la clase virtual. El primer paso, prepararse de manera rápida para el manejo de las herramientas tecnológicas que hacen posible la enseñanza virtual. En cursos acelerados, acostumbrarse a términos como actividades síncronas, asíncronas, salón de clases virtual (classroom), plataformas de reunión (meet), grabación de las clases, trabajos de clases y exámenes virtuales, entre otros. Un cambio de modelo que para muchos ya es complicado.

El primer día de clases, de 18 estudiantes, solo 3 superaron el miedo y abrieron sus micrófonos para opinar sobre el tema de la clase. Mientras que, de esos 3, solo 2 abrieron sus cámaras para que el profesor y el resto de compañeros les pudieran ver el rostro. Cómo hace falta el salón físico de clases, en el que se llama a lista y cada alumno responde y levanta la mano, saluda, sonríe con el profesor, pregunta sin temor alguno. Ese espacio en el que el profesor comparte anécdotas, indaga por la región de origen de cada estudiante, conoce de sus dificultades, apoya la búsqueda de solución a sus problemas y establece con ellos una relación que además de académica, es afectuosa e inolvidable.

En la virtualidad, no hay tiempo para las anécdotas, no se tratan los problemas personales, no hay abrazos, nadie da la mano al otro, a veces hay que suplicar para que el otro hable y confirme que se encuentra allí. Sin lugar a dudas, en una nueva forma de educación, que poco a poco se irá imponiendo. En todo caso, hay quienes ya no vamos a disfrutar de este modelo, pues la nostalgia de la clase presencial con sus virtudes y defectos, tan solo nos permitirá cumplir lo poco que nos queda del ciclo laboral, previo a la pensión de vejez, para entregar la posta a la generación de jóvenes docentes que se formaron en medio de la tecnología y la disfrutan con la misma facilidad y pasión con la que se bailan cada reguetón.

Lamento no poder ver el rostro de todos los estudiantes, pensar que mañana, cuando cese la cuarentena, pasaré por el lado de muchos de ellos, sin saber que eran los mismos que al otro lado de la clase se negaban a abrir sus cámaras, por temor o quizás por conveniencia.

Cuánto nos habríamos perdido de los maestros Ernesto Saa Velasco, Jesús María Lemos Bustamante, María Cristina Coral, Antonio Valencia Fajurí, Lalo Simmonds, Hugo Valencia, Samuel Constaín, Matilde Eljach, Iván Mejía Pérez, Luis Afranio Tobar, Hilda Calvache Rojas, entre otros, si sus clases hubiesen correspondido al tiempo de la virtualidad. Muchos profesores en la Universidad del Cauca, ya pasan de los 70 años, en razón a que la edad de retiro forzoso para nosotros es de 80 años. Creo que debemos hacer un gran acuerdo de transición entre los dos modelos de enseñanza, para que la tecnología no nos convierta en simples objetos del sistema y se pueda proyectar el humanismo académico, por encima de los sistemas operativos y los intereses del mercado.

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