MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
Yus kit es la yerba del olvido que se bebe en los rituales paeces para conciliar enemistades entre individuos. Su acción involucra la paradoja de saber que tanto la guerra como la violencia son parte de la vida y que sirven para la protección del territorio.
Eso sí, para los nasa la guerra nunca ha sido vista como un acto de violencia, sino como un mecanismo de defensa. Así sucedió, por ejemplo, cuando llegaron los conquistadores a someter y a expoliar el valle de Neiva y Tierradentro. En ese tiempo, a pesar de las diferencias, los diversos grupos étnicos de la región, unidos y bajo un solo cacicazgo, respondieron a las agresiones.
La leyenda de la cacica Gaitana hace parte de esa historia. Ella logró reunir a comunidades tradicionalmente enemigas entre sí, como pijaos, paeces, andaquis, timanaes, guanacas, aviramas y yalcones, con el fin de defender el territorio del despojo y exterminio que lideraba Sebastián de Belalcázar. El conquistador español, al mando de un centenar de hombres, avanzaba por el continente adueñándose de todo.
Siguiendo las órdenes de Belalcázar, el capitán Pedro de Añasco llegó a Timaná, en 1538, a refundar con violencia una población para su beneficio. Lo hizo despreciando el mando de la cacica Gaitana, sin tener en cuenta que su liderazgo político y sus habilidades guerreras no se podían ignorar. Y no era conveniente hacerlo porque ella era hija del agua, nacida en la quebrada Meza Yú, muy cerca de donde nació Juan Tama.
Una vez instalado, Añasco citó a los caciques de la región para imponerles tributos y obligaciones, pero no llamó a la cacica por ser mujer. En cambio, exigió que viniera a su presencia el segundo al mando. En ese momento, aquella persona era uno de los hijos de la indígena, quien no se presentó. Entonces, sin más motivos, los conquistadores mataron al muchacho. Ejecutaron el ataque en la noche y delante de su familia para acobardar a los demás. Se cuenta que lo quemaron vivo, mientras le preguntaban por la ciencia del indio y el oro escondido.
Tras el asesinato de su hijo, la Gaitana acaudilló a los jefes de la región. Junto a las piedras de la tulpa, mambeando coca, fortalecidos por el fuego y unidos por la medicina tradicional, convocaron a un ejército de seis mil indígenas que mataron a Pedro de Añasco y a Juan de Ampudia. Los dos hacían parte del grupo de carniceros más locos que envió España a conquistar el Nuevo Mundo y que montados a caballo asesinaban indígenas sin pena ni asco.
La estrategia de la cacica fue tirar pedacitos de oro en los caminos. Cuando los blancos comenzaban a pelearse por recogerlos, eran aniquilados con boleadoras que les arrojaban desde los árboles y escondites. Así lo hicieron hasta que lograron capturar a Pedro de Añasco.
Dicen que la Gaitana le sacó los ojos al español con una flecha. Luego lo enlazó de la nariz y lo hizo caminar por territorios del Cauca, Huila, Tolima, Caldas y Valle. Relatan que, una vez conjurada su pena, lo quemó vivo. Después arrojó sus cenizas al río, mientras le gritaba que regresara a su «puta España que lo malparió».
Y por demás, se cambiaron el nombre, ya no son paeces como los bautizó Belalcázar, ahora son el pueblo nasa, nombre más puro, más de la tierra.
Desde entonces, para desarmar el espíritu, se bebe yus kit en busca del olvido y con el fin de conseguir la paz del alma que algunos necesitan. Ese es el secreto de los nasa para no vivir con rabia en el corazón, cuando el espíritu pide venganza.