MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
Un día llegaron una docena de voluntarios gringos a Tierradentro, con el fin de convertir la oralidad del nasa yuwe en un sistema de escritura convencional. Querían que el pueblo nasa pudiera leer, en su propio idioma, la Biblia católica.
Los gringos pertenecían al Instituto Lingüístico de Verano. Con paciencia y mucho tiempo lograron a medias su cometido, porque la gente no le caminó del todo a la idea. Hoy esa traducción reposa en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y es una leyenda entre los nasa. Algunos ya son bilingües y pueden leer en español la Biblia y otros libros de su creación en nasa yuwe.
Los gringos preñaron la vida de Tierradentro de cosas buenas y malas, según el cristal con el que se mire la historia. Lo cierto es que vinieron a enseñar a escribir con letras y palabras convencionales, pero se sorprendieron al descubrir que la comunidad rechazó el plan. Los indígenas argumentaron que todos sus saberes, procesos, luchas y pensamientos ancestrales estaban hilados y se podían leer y aprender en mantas, mochilas y ruanas.
En el tejido, en el cruce de hilos y nudos, no solo se ven piedras, montañas, plantas, lagunas, animales y seres humanos, les explicaron a los estadounidenses. Las figuras de cada tejido muestran la biografía de una persona. Los tejidos dan cuenta de lugares caminados, de encuentros y cruces, de luchas y procesos. Pero también, las mujeres y hombres nasas tejen para equilibrar la vida, armonizar el espíritu y conseguir la fuerza ancestral que se necesita para existir.
Tejer como labor, les dijeron, es ligar el cuerpo y el pensamiento a la Madre Tierra, a la ciencia de los dioses que dieron la vida. Tal vez sea algo parecido a rezar padrenuestros y rosarios cristianos. Tejer es orar y da la fuerza para insistir en sostener la tradición de su pueblo. En esta habilidad se encuentra la sabiduría y la maduración espiritual nasa, la cual inicia en la niñez haciendo trenzas de cabuya (Puç keem o keejxam), luego jigras (Baç Ya´ja) y también manillas. Es la forma de hacer memoria y entender la realidad de su destino.
Los adolescentes deben mostrar finura al tejer mochilas y lazos para amarrar leña o animales. Y cuando una mujer está preparada para el matrimonio, debe hilar su cuetandera (kweta´d Ya´ja) demostrando que ya tiene madurez para ser esposa, leer el tiempo de la siembra, reconocer las semillas, sembrar, preparar alimentos y trabajar con el propósito de sostener a su familia.
Un hombre, por su parte, estará listo para el matrimonio en el momento en que termine de tejer sus dos sombreros: uno para ofrendar y otro para la compañera elegida. Así mismo, cuando las señoritas se enamoran, les regalan a sus prometidos una mochila hilada por sus propias manos.
Aprender a tejer para los nasa es fortalecer el espíritu de la tradición; es caminar con firmeza en las costumbres originarias de su pueblo. Cuando los gringos entendieron eso y aprendieron a tejer sus propias mochilas, empacaron sus cosas y se fueron.
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