La unidad



HÉCTOR RIVEROS

@hectorriveross

El horrendo atentado cometido en la Escuela de Policía General Santander generó unánimes manifestaciones de rechazo, acompañadas la mayoría de ellas de llamados a la unidad nacional y a acabar con la polarización: tenemos que estar unidos, hay que actuar juntos, fueron algunos de los múltiples lugares comunes que se han repetido una y otra vez.

El Presidente Duque dedicó sus dos primeras intervenciones a hacer llamados a la unidad y en la de anoche, en la que ya adoptó el tono de mano dura, la dio por sentada y la mencionó una vez, para decir que así era como habían reaccionado en Paris, Londres, Madrid, Nueva York y etc cuando habían sido víctimas de actos como éste.

En las más importantes emisoras de radio, “la unidad” se volvió el tema. Voceros de gremios, dirigentes políticos, académicos, todos clamaban por la unidad.

A pesar del consenso alrededor de la necesidad de “la unidad”, hay dudas alrededor de sobre qué nos vamos a unir y respecto de qué es que estamos de acuerdo: la respuesta más fácil es decir que es alrededor del rechazo a la violencia y al terrorismo, o sea sobre algo respecto de lo que ya estábamos de acuerdo, porque ninguno de los que llamó a “la unidad” aceptaba la violencia antes del atentado, ni la Farc que precisamente renunció a ella en el acuerdo de hace dos años y que emitió un comunicado en el mismo sentido.

Mostrar como gran acuerdo algo sobre lo que ya coincidíamos resultaría inútil, el acuerdo que serviría sería sobre cómo actuar frente al ELN, pero ahí “la unidad” parece más esquiva.

En las ciudades donde el Presidente dijo que habían actuado unidos se pusieron de acuerdo sobre las medidas para enfrentar el terrorismo con base en unas reglas mínimas de la democracia, que pueden ser una especie de check list para ver si podemos alcanzar la tan mencionada “unidad”.

La primera regla implícita es la Constitución: cualquier acuerdo es dentro de lo que la Constitución permite, por ejemplo, si se decide que se va a enfrentar militarmente, tendrá que ser dentro del marco del respeto a los derechos humanos.

La segunda regla es que el Presidente, en ese caso, que actúa como Jefe de Estado, es el que dentro de ese marco toma las decisiones para lograr el objetivo común y los demás las respaldan. Eso es lo que en ese lenguaje de lugares comunes llaman “rodear al gobierno”. Claro que para lograr ese consenso hay que consultar e informar a las fuerzas políticas, es decir que las llamadas que ayer hizo el gobierno a oros gobiernos y embajadores debió haberlas hecho a dirigentes políticos y sociales nacionales.

El sentido de unidad consiste precisamente en que todos estamos dispuestos a respaldar decisiones para enfrentar la situación, aún si fueran distintas a las que cada uno tomaría de acuerdo con sus propias convicciones y en un estado democrático ese es el sentido de que un gobierno sea “el gobierno de todos”.

La tercera regla, que si es entre personas decentes estaría implícita, es que nadie va a sacar provecho político de la situación, de las decisiones, ni de los resultados. Es una especie de decisión compartida para que “la unidad” sea sólida. La política es una competencia y no es realizable un acuerdo que de ventaja a uno de los competidores.

La cuarta regla es que no hay reproches relacionados con el problema que se decide enfrentar en forma conjunta. No hay acuerdo posible sobre asignación de culpas en relación con por qué llegamos a ése punto. Ésta regla está íntimamente ligada con la anterior y en España, por ejemplo, el Partido Popular perdió el poder por romperla.

La quinta regla es que el gobierno se compromete con conseguir el resultado y a responder políticamente si no lo logra. Esa regla es el correlato de la segunda: “usted toma las decisiones, nosotros las respaldamos, pero usted responde porque esas decisiones sean las acertadas”.

En este caso el objetivo común es acabar con el Eln como organización armada, hay básicamente dos maneras de lograrlo: por la vía de la confrontación armada y por la vía de la negociación, o por una mezcla de las dos. Si hay “unidad”, el Presidente escoge y avanza y los demás apoyamos.

En Colombia, desgraciadamente, el problema de enfrentar grupos armados ilegales es un problema viejo y hemos ensayado las distintas posibilidades y muchas mezclas. Hay algunas que han probado ser más eficaces que otras, unas más dolorosas que otras y el Presidente tendría que escoger la que, a su juicio, resulte la más eficaz y menos dolorosa.

En su momento cada uno de los Presidentes escogió la que le pareció correcta, algunos lograron resultados parciales otros fracasaron estruendosamente. Sobre esas lecciones aprendidas es que debe actuar el gobierno y lograr “la unidad”.

La solución negociada no depende de “la voluntad” como equivocadamente se ha repetido una y otra vez en éstos días, sino de alcanzar las condiciones miliares (se trata de una confrontación armada) y políticas para hacerla posible.

Con las Farc se alcanzó lo primero y lo segundo no se termina de lograr. Con el ELN no se ha alcanzado ni lo uno, ni lo otro, esta es la oportunidad para lograr las condiciones políticas, para eso es que sería útil “la unidad”.

Un rechazo contundente y permanente a las acciones de la guerrilla y el respaldo a las decisiones del gobierno sin ventajas políticas podría hacer que el dolor y la tristeza de éstos días no sean en vano.