La sacra junta y el maldito dinero

EDGAR PAPAMIJAEDGAR PAPAMIJA

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No tengo el gusto de conocer a Alejandro Zúñiga Bolívar, con quien comparto la afición de opinar en este diario. Por la foto que acompaña sus columnas, supongo que es un joven inquieto, irrespetuoso y altanero que se ha atrevido a meter la nariz en los archivos polvorientos y mohosos de la Junta Permanente Pro Semana Santa, y con inusual desparpajo ha cometido el grave pecado, no se si venial o mortal, pero muy grave, de preguntar; y preguntar es de muchachos díscolos, sobre los rubros que manejan los ecónomos que administran los denarios de la Semana Mayor.

Lea aquí la columna de Alejandro Zùñiga ‘No sea atrevido, con la Semana Santa no se meta’

Pues bien. Nuestro colega, si me permite, llamarlo así, aunque somos de épocas distantes, ha recibido soberana paliza por preguntar lo que uno no debe preguntar; y tengo entendido que, como estamos en vísperas de la Sacrosanta Semana, hay un debate sobre el merecido que se le debe dar al novel preguntador. No faltan algunos que proponen montarlo en el paso de los azotes, no como moquero, sino como reemplazo del Nazareno, para que pague con sus huesos, tamaño atrevimiento. Los más benévolos han pensado ubicarlo en reemplazo de Simón de Cirene, para que ayude a cargar el pesado madero y así pueda salvarse del castigo eterno que es, en concepto de los más avezados semanasanteros, la mínima pena a que se ha hecho acreedor el sacrílego curioso Zúñiga Bolívar.

Desde esta columna yo quiero contribuir a enriquecer el debate. De las sanciones que merece este joven averiguador, se encargarán los depositarios de la Santa Inquisición, que fieles a la tradición, tienen la hoguera y el cadalso listos para avivar el fuego y sacarle filo a los instrumentos con los que nuestra Santa Madre Iglesia, enseñó a no husmear ni en las sacristías, ni en los libros sagrados de cuentas. Dos ejemplos: Lutero y Calvino fueron lanzados al Averno, por meter las narices en las platas de las indulgencias; y los que intentaron meter baza en el Banco Ambrosiano, terminaron en el camposanto.

Yo quiero sumarme a la voz de los atrevidos, entre otras cosas, porque a mi edad, no creo que resista el “potro” o una colgada “patas arriba”, para preguntar, muy respetuosamente, qué diablos es lo que molesta tanto a los prohombres de la JPPSS, que elevan gritos al cielo, plegarias al Altísimo y se rasgan las vestiduras, en lugar de dar una respuesta, cordial y amable, al cuestionario de un catecúmeno desprevenido que, simplemente, supongo, quiere conocer la situación del Economato y sobretodo el monto y la relación de los estipendios.

Supongo también que el espíritu investigador del joven Zúñiga Bolívar, obedece a la mala influencia de Francisco. A Francisco, Pacho, para sus amigos argentinos, le ha dado por predicar pobreza, pidiéndole a los curas, a los obispos y a la Iglesia, que dejen de hacer plata y se dediquen a imitar a un Señor que hace dos mil años anduvo en Palestina y otras regiones del Medio Oriente, sin un dracma en el bolsillo, predicando la doctrina del amor. Supongo que Alejandro, pensó, “ingenuamente”, que la JPPSS tenía que alinearse con la nueva política papal y que para ello era conveniente, revisar el debe, el haber y el saldo de sus cuentas, y de paso pegarle una miradita a los gastos de los años anteriores, para que el Santo Padre quede tranquilo, y no vaya a caer en la tentación (que los obispos también tienen), de preguntar pendejadas, sobre platas, cuando nos visite el próximo año.

Comparto las preocupaciones de Alejo, que son las de la feligresía. Tengo entendido que a la Sacra Tesorería de la JPPSS llegan óbolos del presupuesto nacional, departamental y municipal. Esas “limosnas”, están sujetas al control oficial y supongo, lógico, que las cuentas están superclaras. Ni más faltaba que hubiera, sobre eso, la más mínima duda. Lo que pasa es que, hay otro detallito, que no debe molestar a nadie; los recursos públicos, son eso: públicos, nos pertenecen, son platica nuestra. Los que pagamos impuestos, que no diezmos, tenemos derecho a conocer, su destinación, la función social que deben cumplir y su manejo ajustado a las normas legales.

Yo, la veo fácil. Señores de la Junta, respóndale a Alejandro y por ahí derecho a un grupo de herejes, que queremos tener la tranquilidad de que nuestros impuestos sirven para aligerar el peso de nuestros pecados que, como ustedes sospecharán, son bastantes. Yo, les aconsejo que es mejor responderle a Zúñiga, que a esas Entidades incómodas que llaman ías, que cuando les da por preguntar, son insoportables; y si llegan a encontrar que falta una moneda, lo ponen en aprietos a uno, y no bastan las jaculatorias ni los golpes de pecho; tampoco se contentan con unos azotes, como en la justicia indígena, sino que tratan al feligrés como a cualquier pecador, con todas sus consecuencias. Soldado avisado…