NICOLÁS ESCOBAR BEJARANO
La semana pasada, según medios locales, un juez de control de garantías declaró ilegal la captura de un joven, cuyo alias es “Cucaracho” (desconozco su nombre). Lo anterior, conllevó a que esta persona quedará en libertad -algo muy impopular para una sociedad que sólo busca el castigo físico-. Según dicen los decires, él es uno de los delincuentes más peligrosos de la comuna cinco de la ciudad de Popayán.
No obstante lo anterior, la noticia se hizo viral por un video que circuló libremente por las redes sociales, donde se puede apreciar una narración, en primera persona, de algunos sucesos que marcaron la vida del joven, de los cuales me permito transcribir lo siguiente:
“(…) Por eso soy así, porque tuve la niñez que nadie tuvo (…) Yo no tuve a nadie, a nadie que me diera educación, como usted. Usted tuvo una mamá, que le dijo: ¡estudié!, yo tuve una mamá y otra gonorrea me le pegó unos tiros en la cabeza, me la mató, me dejó valiendo nada… Por eso yo soy lo que soy, ¿qué soy?: Un ladrón… no soy nada más, soy un ladrón, me robo una cartera, me robo un bolso”.
Lo cierto es que, desde un punto de vista sociológico alias “Cucaracho” puede tener razón, es decir, su caso no es aislado en un país como Colombia, sino que es la historia de miles de jóvenes los cuales crecieron en medio de familias disfuncionales, muy marcadas por la marginalidad de la cual todos somos cómplices o víctimas.
Su actuar es el resultado del abandono estatal, cuyos entes existen para cobrar impuestos, pero son invisible cuando de brindar o garantizar derechos como la vida digna, educación, vivienda, entre otros, se trata; incluso, de la manera más cruel, despiadada y paradójico, han denominado, al rubro dispuesto para esos fines: Inversión social (entendiendo la atrocidad del término en la dicotomía entre lo social y lo denigrante que puede ser la explotación económica).
La presente columna no es una justificación ante el actuar de este individuo – ni mas faltaba-, puesto que, no es ni el medio ni el escenario para debatir la culpabilidad de su conducta, sino que es una invitación a reflexionar sobre las causas del porqué nuestro país está sumido en una profunda crisis; nos dedicamos continuamente a castigar severamente al último eslabón de la cadena criminal (al ladrón de carteras) y olvidamos que el problema nace de la corrupción, de la falta de oportunidades, de la educación y, claro está del incumplimiento de los fines esenciales de un Estado que se proclama Social y de Derecho, mientras sus gobernantes desconocen la relevancia de dicha denominación.
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Adenda: En días pasados, el músico payanés Pablo Paz, dedicó una versión en guitarra de la canción «El Camino de la Vida», a un grupo de personas que prestaban el servicio de aseo en el barrio Benito Juárez. Mas allá de este acto altruista, le agradezco al joven porque me permitió ver en esas personas un auténtico rostro de felicidad. ¡Gracias de todo corazón!