Por: Augusto Velásquez Forero
AUGUSTO VELÁSQUEZ FORERO: Economista
U.P.T.C, PhD en Ciencias Sociales Universidad
Nacional de Costa Rica – Centro América
“Cuando este gigante despierte, el mundo temblará” (Napoleón).
Hablar de revoluciones socialistas, lideradas por la clase obrera era un orgullo muy diciente en las décadas de los sesentas y setentas del siglo XX. Para llegar a ser “un militante revolucionario” era necesario poseer el don de toda una disciplina de trabajo y liderazgo al servicio de los trabajadores y los marginados de cualquier país del mundo, bajo el impulso de la consigna: “proletarios de todos los países uníos”.
La revolución china es un caso de admirar en todo el planeta debido a sus propias condiciones históricas que le permitieron trascender desde un país eminentemente campesino y atrasado hacia otro con una dimensión en gran parte organizada y progresista; cuando triunfó la revolución socialista el 1 de octubre de 1949, China era un país totalmente feudal con una economía agraria atrasada, orientada a cultivo del arroz, la patata y el maíz, y una industria muy incipiente que contaba con tan solo el 3% de su población.
La pobreza, las inundaciones, el hambre, las sequías y la miseria abrumaron por siempre a un pueblo que no tenía soluciones políticas a un caos cuya chispa incendiaria se empezó a exacerbar a partir de la ‘Revolución de 1911’, dirigida por Sun Yat-sen y después por el demócrata burgués Chiang Kai-chek, a través del Kuomintang, partido nacionalista fundado en 1905, con el cual se la da fin al Imperio Chino (manchú) y se restaura la democracia parlamentaria, que en última instancia buscaba liberar al país del yugo extranjero y de la dominación imperialista; sin embargo, esto no fue suficiente para una sociedad altamente poblada 500 millones de habitantes en ese entonces, y con múltiples problemas económicos, políticos, sociales y culturales. Bajo la dirección Chiang Kai-chek se impuso un gobierno fuertemente conservador y represivo al servicio de la nobleza y los intereses de las potencias extranjeras; esto en cierta forma condujo al fortalecimiento de la oposición popular y la expansión del comunismo como una necesidad de los sectores más vulnerables de la sociedad -campesinos, obreros, marginados y excluidos-.
Por el año 1916 se consolida un nuevo gobierno en Cantón, fundamentado en los tres principales principios de Sun Yat-sen: a) nacionalismo, b) democracia, c) mejoramiento de la calidad de vida, pero no logran convencer a las mayorías populares que requerían menos demagogia y más intervención del orden estamental en los asuntos de la política, la economía y el bienestar social. En 1917, China deja de importar productos japoneses e ingleses y busca la ayuda de Rusia, esta alianza le permite recuperar los territorios perdidos desde el siglo pasado, y además, se reconfigura estratégicamente el escenario político para proyectar la imagen y la fortaleza del naciente Partido Comunista Chino (PCCh); en 1922, Sun Yat-sen invita al Partido Comunista a unirse al ejército (igualmente, Stalin la pide a Mao Tsetung aliarse con el ejército del gobierno y el Kuomintang, y finalmente como estrategia política de guerra Mao acepta esta petición) después de fracasar en la guerra de norte del país (China estuvo dividida por caudillos militares desde 1916 a 1928, y en el norte del país dominaba el general Yuan Shikai) y como la guerra se concibe para estos escenarios como la continuación de la política por otros medios (Clausewitz), después de la muerte de Sun Yat-sen en 1925, Chiang Kai-chek se consolida como el líder más importante del Partido Nacionalista del Kuomintang, alcanzando un año después resultados muy significativos contra los señores de la guerra del norte (la propuesta Sun Yat-sen fue la de unificar al país, pero esto significó tener una guerra civil, en la que el Partido Comunista aportó también su cuota de lucha y sangre).
Bajo la dirección del estratega Mao Tsetung y Zhou Enlai se funda en 1921 el Partido Comunista Chino (PCCh) que posteriormente en 1927 libra una de sus primeras batallas contra el régimen de Chiang Kai-chek y las políticas del Kuomintang; desde entonces, se define al interior de la clase obrera la urgencia de la revolución armada como mecanismo para la toma del poder político, es decir, las masas populares de una China colonial deciden utilizar la «guerra de guerrillas» amparados en “El ejército del Partido Comunista, o Ejército Rojo de Liberación del Pueblo”, como alternativa para alcanzar el poder político, ya que, las condiciones de la farsa democrática impuesta por el partido nacionalista no ofrecían las garantías para sacar adelante a un inmenso país carcomido por la pobreza y la desigualdad social. En 1928 Chiang Kai-chek se toma Pekín y autocráticamente se consolida como su nuevo gobernante e impulsa mediante un enfoque fascista su lucha directa contra sus principales enemigos del momento: El Partido Comunista.
En palabras de Marx, un nuevo fantasma recorría al pueblo chino y ese es el comunismo, con su máxima de “el poder nace del cañón de un fusil” (Mao Tsetung). Desde sus primeras luchas por la igualdad y la libertad los campesinos y los militantes de esta nueva fuerza siguieron acosando al temible monstruo del capitalismo hasta derrotarlo con la victoria final de la clase obrera, conformada por los excluidos y marginados de un país que tiene 9 millones de Km² y una población flotante de 1.200 millones de habitantes después del formidable triunfo de su revolución proletario/campesina. Pero como todo proceso revolucionario tiene sus enemigos -el imperialismo- Mao y su pueblo debieron combatir permanentemente, no contra tigres de papel, sino con toda una legión de mercenarios y potencias bélicas para sostener el nuevo proyecto de la sociedad comunista, instaurado a partir del triunfo de su revolución armada. En 1934, Mao y su ejército popular inician una cruzada llamada ‘La Larga Marcha’ para replegarse como estrategia de guerra a la defensiva durante un trayecto de 12.000 Km que les significó huir del cerco del enemigo, en un escenario en donde el conflicto por sí mismo es desigual desde el punto de vista de los suministros, armas y avituallamientos para el combate; todas la guerrillas en el mundo asumen esta responsabilidad de enfrentar una guerra prolongada en condiciones desiguales, pero con la esperanza de algún día alcanzar la victoria final, es decir, derrotar al capitalismo y al imperialismo (cualquier revolución socialista era considerada como un triunfo de los obreros y un fracaso del capitalismo, aunque en algunos países en donde el pueblo logró la victoria política, todavía eran sociedades feudales con una fuerte tradición de servidumbre colonial, tal como fue el caso de China): Mao y su ejército popular lo lograron y hoy China es la primera economía del mundo, no tanto por su inserción a la economía de mercado, sino por las mismas enseñanzas recibidas de la revolución socialista.
Después del triunfo de la revolución en 1949, el problema fue sostener hacia el futuro el proyecto del comunismo, pues habían otros intereses en Occidente por expandir e infiltrar el capitalismo bien fuera a través de la penetración cultural imperialista o mediante el conflicto bélico entre naciones, lo que en última instancia dio origen a la famosa guerra fría y la división entre Primero, Segundo y Tercer Mundo.
Ya en 1956/57 en pleno auge del triunfo de su aguerrida revolución popular, Mao impulsa la campaña de ‘Las Cien Flores y un Salto Adelante’, fue una cruzada de liberación y aproximación de académicos e intelectuales que no compartían las políticas del nuevo sistema comunista, sin embargo, éstos fueron esquivos a la propuesta del maoísmo y pasaron al escenario público como figuras peligrosas para luego ser señalados como reaccionarios y enemigos de la revolución, mediante una ardua persecución impulsada por estudiantes de escuelas, colegios y universidades en todo el país, finalmente, los opositores o críticos reflexivos recibieron el castigo del Estado y debieron retractarse públicamente de sus opiniones en contra de la revolución; con este proyecto Mao pretendió consolidar una ideología completamente revolucionaria al interior de los trabajadores, los campesinos y el Partido Comunista Chino a través de una nueva dictadura, que aunque no era realmente proletaria, si estaba constituida por las mayorías de campesinos, trabajadores de diversas áreas productivas de la economía y la población correspondiente a los sectores más bajos de la sociedad, es decir, había correspondencia en cierta forma, con los planteamientos del marxismo y la impronta de construir un mundo nuevo libre de latifundistas, explotadores e intromisiones extranjeras –Rusia, Japón y la cultura occidental capitalista-.
De igual forma, el llamado “Salto Hacia Adelante”, se constituyó en un programa del gobierno revolucionario para darle un nuevo impulso a la industria y a la agricultura, ya que el primer Plan Quinquenal asesorado por Rusia había terminado y el país quedó desprotegido y endeudado, por lo tanto, era necesario hacerle frente a esta nueva guerra económica. Los avances de la industria sacrificaron el desarrollo de la agricultura en un país totalmente agrario (década del 50), con resultados satisfactorios en los primeros años de este ambicioso proyecto, pero a inicios de los años 60s (1960 – 62) la producción agrícola descendió vertiginosamente y la industria se deterioró, impulsando así una gran crisis en la propuesta comunista de Mao, hasta el extremo de propiciar una fuerte hambruna que puso en peligro el futuro de la revolución. Entre 1959 y 1962 en la China Comunista murieron de hambre veinte millones de habitantes, conformados por campesinos y trabajadores de los sectores más vulnerables de la sociedad; esta fue quizás una de las épocas más difíciles para Mao en su proyecto de consolidación del comunismo chino.
Como las crisis no son eternas, desde 1966 se promueve al interior del Partido Comunista Chino la famosa y conocida «Revolución Cultural» y se pone en boga la lectura nacional e internacional del libro rojo de Mao, usualmente difundido con el nombre de ‘Las cinco tesis filosofías de Mao Tsetung’, el cual se constituyó en el nuevo catecismo revolucionario y el imaginario de la sociedad deseada por todos. Después de la muerte de Mao en 1976, la República Popular de China debe enfrentar para el bien de su futuro como nación una serie reformas que fueron tomadas por sorpresa en la mayoría de los países socialistas y la comunidad política y académica internacional; fue precisamente en el gobierno del líder del Partido Comunista Chino Deng Xiao Ping (1978/79) que se puso en marcha por primera vez en el país una transformación muy radical al modelo comunista, con premisas muy parecidas a la llamada «perestroika», «glásnost» o «transparencia», aplicada forzadamente en la desaparecida ex-Unión Soviética. La gran metamorfosis de la China Comunista es que desde las reformas conocidas como la “Gran Primavera de Pekín”, el país ha incursionado en las economías de mercado de todo el mundo y en la actualidad se ha convertido en la primera potencia económica del planeta, es el principal acreedor de los Estados Unidos y su exportador más importante, por sus precios tan bajos y competitivos ha logrado en parte sostener el gran derroche de la vida consumista americana.
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