La guerrilla ha sido una peste para nuestro Cauca. Igual que los políticos sin entendimiento de gobernanza que han accedido al poder para robar y mangonear la vida de los demás. Igual que las catástrofes naturales como los terremotos, las inundaciones, los veranos intensos, la desorganización social, la ignorancia, el cólera, la viruela, la fiebre amarilla, las langostas… Todo eso, todas esas vainas, desde la viruela hasta la guerrilla, pasando por los políticos ineptos, nos han jodido la vida en mayor o menor grado a los caucanos.
Fatalismos que hemos asumido los pobres con resignación, con miedito, pero al mismo tiempo con fortaleza de espíritu. Para eso hemos tenido muchas iglesias a donde ir orar de rodillas, e incluso ofreciendo la limosnita del caso para que los santos, la Virgen y el mismo Dios, no se olviden de nosotros, o al menos nos defiendan de esas monstruosidades que acaban con la vida y los sueños de la gente.
Los que han heredado fortuna, o los que han logrado la hazaña inverosímil de conseguir platica a pesar de vivir en el Cauca, han pagado lo que sea por un poquito de tranquilidad en la tierra como en el cielo. Desde la colonia y casi a lo largo del siglo veinte, por ejemplo, el miedo de los terremotos y las enfermedades raras hacia que la gente se despojara de unos pesos para mandar a hacer rogativas, misas, novenarios, letanías, trisagios, rosarios, y hasta construcción de iglesias. Ya en tiempos más recientes, con el alma transida de miedo y dolor, la gente pagaba extorsiones, vacunas o chantajes para que la guerrilla dejara vivir.
En otros escenarios, frente al drama de la carencia económica, la necesidad y el hambre misma, la gente ha tenido que acudir a los directorios políticos para rogar y pedir a lágrima viva por una solución a sus problemas. Acuden a los políticos para suplicarles por un empleo o un contrato. Y los políticos, como obispos se dejan besar las manos, y reciben las ofrendas y el voto, a cambio de un empleo o un contrato.
Ellos, los políticos, como verdaderos artistas de la magia han tratado de lograr la multiplicación de los contratos y de los puestos para paliar el hambre de los necesitados. Y hacen lo que pueden con lo que tienen. Pero como por estos lares, por las tierras del Cauca, la falta de formación política también hace parte del horror de vivir en la marginalidad, -algunos políticos (no todos, pero si la mayoría)- han terminado siendo una peste más para nuestro departamento.
La minería ilegal también es una peste. Hoy enriquece a unos, pero a futuro dañar la naturaleza será la pobreza de muchas generaciones. Las siembras de coca, mariguana y amapola también son pestes que enriquecen a unos y han sembrado de violencia las calles del país.
Pero sin duda la peste más conocida, la más publicitada –en los últimos años- ha sido la guerrilla. Todo los crímenes, la violencia y desmanes de orden público –nos han dicho siempre por los medios de comunicación- son por culpa de la guerrilla que ya infiltrada, que ya traqueta, que ya en guerra… ha sembrado de muerte y miedo el departamento del Cauca.
Pero “como nada es eterno en el mundo”, como resuena en las cantinas, gracias a los avances de la ciencia las pestes se controlan mejor; los desastres naturales son explicados y mejor atendidos; la diversidad de cultos hace que la gente no le tenga miedo a Dios; las universidades ya enseñan ciencias políticas y por internet tenemos ciudadanos mejor informados para elegir los gobernantes; y lo mejor, la mejor noticia para nuestra generación, después de 52 años, la guerrilla va a firmar esta semana un tratado de fin del conflicto armado.
La pregunta que me inquieta es: ¿Y ahora qué o quién será el chivo expiatorio para nuestros males? Ahora que sabemos que las catástrofes no son castigos de Dios, que los políticos no son los malos sino nosotros que los elegimos, que la guerrilla ya no va a matar ni secuestrar más, Ahora, ¿ahora a quién le vamos a indilgar nuestros males?
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