QUEIPO F. TIMANÁ V.
Es una palabra de uso frecuente en el Cauca: “es que soy pobre, somos pobrecitos, mi familia es pobre”; desde niño me rebelé contra esa palabra, por cuanto le impide a la persona que la usa, precisar en qué es pobre y le agota las posibilidades de usar su energía para superar su situación y luchar por alternativas que contribuyan a visualizar un nivel más favorable.
La primera recomendación que hago es aprovechar el servicio de la educación pública, tanto en el sector urbano como en el rural. La segunda, es que los esposos antes de procrear un hijo, analicen la responsabilidad que van a adquirir, por cuanto la madre en su embarazo debe tener una alimentación balanceada, rica en proteínas y vitaminas, debe proporcionar unos estímulos positivos a su niño en el vientre, que le presente un microclima de bienestar; al nacer el hijo, este debe nutrirse de leche materna en lo posible, es el mejor alimento y le previene de enfermedades, también será importante el tiempo que le dediquen al afecto, el vocabulario que escuche el niño, los hábitos de higiene y recreación que se le ofrezcan, este es mi consejo: un hijo es una decisión que debe ser analizada y asumida por padre y madre con toda la responsabilidad que lo requiere.
La educación de la primera infancia de 0 a 5 años debe ser ofrecida en la familia y con el apoyo de profesionales o personas capacitadas sobre esta etapa de la vida (los hogares infantiles, por ejemplo). La atención será sobre la motricidad, la riqueza en el vocabulario y las primeras experiencias para relacionarse con los demás, todo esto debe ser mediado por el juego infantil. Lo ideal es que siga el preescolar y curse su primaria, esta etapa es supremamente importante, por cuanto lo que somos es gracias al conocimiento y al ejemplo, lo cual nos inicia en el aprender a ser más humanos gracias a la educación; es empezar una formación para el resto de la vida, pues todo se aprende: no solamente los conocimientos teóricos, sino que se inicia el desarrollo de todo lo que somos en nuestra integridad, formamos nuestra voluntad, nuestro carácter, nuestras emociones, aprendemos a convivir con los otros, a ser amables, a resolver problemas, a desarrollar nuestra motricidad compleja, esta etapa hasta los 12 años es clave para aprender que la educación y el aprendizaje nunca terminan, que es desde la cuna hasta la tumba.
Luego viene la educación secundaria básica, media, para la cual recomiendo se haga en acción conjunta con el SENA y con el criterio de pertinencia, se requiere una educación que combine la parte teórica y práctica. La educación ojalá logre despertar una aventura por el conocimiento, un deleite por la lectura y la escritura, además, la educación demanda un cierto pragmatismo, que me sienta útil para servir en la familia y en la sociedad, para ello se requiere el acompañamiento de unos buenos profesores, de una bien dotada biblioteca escolar, granja escolar, campos deportivos y laboratorios.
Sigue la educación postsecundaria en sus múltiples modalidades, de acuerdo al proyecto de vida que cada joven ha venido construyendo a lo largo de las etapas previas en educación, en el que han intervenido factores familiares, sociales, emocionales y académicos, las excusas de que no estudio por falta de recursos económicos no son ciertas a partir de este año, las medidas tomadas recientemente garantizan la matrícula y en caso extremo su manutención.
¿Y de la palabra pobre qué?
Si mi vocabulario graba y repite constantemente que soy pobre, es similar a una invalidez, si lo reitero en todo momento esto queda grabado en mi mente y nunca podré reconocer mis capacidades y tomar decisiones que me permitan avanzar, la repetición de esa maldita palabra cohíbe a la persona para avizorar nuevos horizontes, y me condenará a ser pobre de cuerpo y espíritu, porque esa es la palabra que me identifica.