La obra de Vargas Llosa

POR: DIEGO FERNANDO SANCHEZ VIVAS

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Conocí la obra de Vargas Llosa hace ya algunos años con la lectura de ‘La ciudad y los perros’. Me encontré entonces con una prosa limpia, elaborada con una técnica descriptiva muy precisa y una trama bien sustentada y orientada. Recordé entonces la descripción fotográfica narrativa de Hemingway, la laboriosidad y alucinación de Faulkner, la intensidad minuciosa de Flaubert, y la imaginación de Dumas, Verne y Conrad, reunidas en una sola obra literaria con el olor del trópico y la edad incierta de un estudiante de internado de su Perú natal.

Seguí entonces el periplo narrativo del escritor desde su génesis con su ya lejano ‘Los jefes’, hasta llegar a ‘La casa verde’, ‘La tía Julia y el escribidor’, ‘La guerra del fin del mundo’, ‘Historia de Mayta’, y me detuve en su prodigioso ensayo sobre la obra literaria de Gabriel García Márquez, ‘Historia de un deicidio’, de entre las muchas obras que ha escrito Vargas Llosa.

Pero definitivamente las dos obras literarias de Vargas Llosa en las que pude evidenciar con más fuerza ese hálito creador y esa vena inconfundible de narrador universal, fue al leer por un lado ‘Conversación en la catedral’, donde su genio creador aflora con una fuerza inusitada en sus primeros años de novelista, y por el otro lado, ‘La fiesta del chivo’, una obra de narrativa mayor que en la plena madurez de un escritor consagrado, lo rescata de la atonía y la medianía creativa para encaminarlo definitivamente por la senda de los mejores escritores de habla hispana. ‘La fiesta del chivo’, obra referente a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en una República Dominicana ya lejana en el tiempo, viene a completar con lujo de detalles la temática que exploraron autores latinoamericanos sobre esta aciaga época de Latinoamérica estremecida desde la Península de Yucatán hasta la Tierra del Fuego por dictaduras militares de todo pelambre, que incubó en su nicho personajes tan brutales, aciagos y pintorescos cono los Duvalier, Odría, Juan Vicente Gómez, Pinochet, Somoza y Videla entre otros.

Muchos pensaban antes de 2010, que la eterna nominación al Nobel de Literatura para Vargas Llosa se iba a convertir en la repetición de lo ocurrido con Jorge Luis Borges, el escritor más universal de este lado del mar, quien no obtuvo el galardón tal vez por sus posturas políticas e ideológicas. Ese mismo año le dieron el Nobel a Vargas Llosa, a lo que su hijo Álvaro Vargas solo atinó a decir: «Ahora ya no tendremos que contestar porque a mi padre no le han dado el premio Nobel”.

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