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RODRIGO SOLARTE
Dedicaré este breve escrito a la niñez y familias del Cauca, refiriéndome, más a la re-educación y reflexión permanente que necesitamos: padres, madres, adultos significantes para la niñez, instituciones de salud, educativas, e Instituciones gubernamentales, en esta etapa de transición en la cual nos encontramos como Municipio y Departamento.
Le interesa leer… ‘La niñez al centro (5)’
La transición la concebimos hacia adelante, construyendo la paz con justicia y dignidad desde las familias con sus niñas, niños y adolescentes, proceso estructural que involucra, Estado, comunidades, sociedad y familias, tanto del campo como en cabeceras municipales y ciudades.
Dejemos a los políticos en la búsqueda de adherentes con pensamiento diferente, que también argumenten la visión de país que tengan, con sus familias e hijos en formación y particular contexto material y espiritual.
Tomemos tal polarización, sin armas en la mano, así sigan en reposo en sus conciencias, como estímulo a la reflexión indispensable, considerando la guerra interna, cuyo impacto sigue influyendo en las nuevas generaciones, por sus consecuencias, en tema de reflexión-acción cotidiana de la historia que continúa haciendo memoria y aspirando a la no repetición.
La niñez del campo, conformada por mestizos, negros e indígenas, principalmente, incluyendo familias desplazadas y en lucha por sus medios de subsistencia manejados por los ¨ mercaderes de la muerte¨, ilegales, y algunos, tristemente legalizados, siguen siendo los más afectados en el presente y futuro, reflexión pertinente, que los procesos educativos de toda índole, deben asumir como magisterio que se inicia con madres y padres, quienes humanamente aspiran a lo mejor para sus hijas e hijos.
El Cauca ya tiene procesos en marcha. La permanente lucha por la vida y la familia en medio de tantas persecuciones que la memoria histórica testifica, y la decisión de sus habitantes de dialogar para encontrar salidas justas y por consiguiente pacíficas, pese a los pocos recursos económicos apropiados por la corrupción tradicional, inmersa en valores sin ética y moral, hacen parte de la esperada autocrítica constructiva a todos los niveles, comenzando por quienes, como dirigentes y voceros del querer popular, deben ser ejemplarmente consecuentes, para orgullo y ejemplo de sus mismos descendientes.
Especial mención sobre NNA y jóvenes de este siglo XXI, tiene o debe tener la educación virtual responsable, adecuada y oportuna, para no enfermar más la mente, influida por tantas violencias y corrupciones en este largo período de nuestra historia.
Estamos en procesos de integración desde lo personal y familiar hasta lo político estructural. Es la era que corresponderá a las nuevas generaciones, facilitada y/ o dificultada por las decisiones de quienes definen los recursos económicos a nivel estatal; las comunidades organizadas con tanta deuda social postergada en campos y poblaciones del Cauca, decididas a exigir sus derechos y cumplir con los deberes consensuados, y la creatividad de las familias, potenciadas por el buen trato a la niñez, quienes a su debido tiempo, replicaran aprendizajes y ejemplos con un mejor vivir para comunidades y naturaleza que también habrán aprendido a cuidar y amar.
El optimismo o pesimismo, son también construcciones mentales y sociales contagiosas. No se trata de evadir la realidad. Se trata de afrontar la vida como se presente. Mientras ella exista, habrá energías y maneras de enfrentar las enfermedades, individuales y sociales, entendiendo los anticuerpos que desarrollamos, equivalentes a la RESILIENCIA del campo psicosocial y otros del saber, como las potencialidades de los seres humanos y su qué hacer en el planeta tierra o rinconcito que nos haya correspondido.
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