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RODRIGO SOLARTE
Las múltiples polarizaciones que palpamos en sociedades divididas como la nuestra, de no recapacitarse seria y responsablemente, seguirán en contravía de los seres humanos que la constituimos, cuyo derecho a la vida es su razón de SER o existir.
Los principios y valores dominantes en lo económico, cultural y político, construidos por las experiencias universales, regionales y nacionales vividas, están mortalmente desafiados por la corrupción a todos los niveles del Estado y con diferentes manifestaciones en los estratos sociales del campo, la ciudad, desplazados, migrantes internos, externos y víctimas directas de las guerras.
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La integración ideal del SER, entre lo material, espiritual y con la naturaleza, hace parte de la transición, que lucha por abrirse paso en las diferentes regiones diferenciadas del país, gracias a la resiliencia de mujeres, madres, jóvenes, profesionales y empresarios, conscientes de la necesidad de cambios, o natural reacción de sobrevivencia.
La ciencia rigurosa, no manipulada por los dueños del poder económico y político, se concreta con investigadores integrales. Son escasos pero existen, gracias a los valores éticos y morales, que la civilización ha integrado de diferentes fuentes, a la formación honesta y transparente, tan poco estimulada por sistemas orientados por la rentabilidad económica inmediata que el financiador, privado o público, espera.
Los procesos constructores de paz con justicia y dignidad, que marchan con diferentes apoyos y dinámicas por parte del Estado, las Instituciones que lo conforman, las familias, organizaciones sociales, económicas, nacionales e internacionales, públicas, privadas, cooperativas, artísticas, culturales, religiosas, y movimientos sociales, gremiales, políticos, etc, tienen diferentes oportunidades en esta, nuestra Colombia de regiones.
Estado, sociedad y familias caucanas, con toda su diversidad, étnica, cultural, de clases sociales, bicentenaria historia y nativas raíces, está comprometida, a conciencia de sus riquezas biodiversas, valiosas tradiciones de lucha organizada, pacífica y armada, con o sin presencia de la coca, marihuana, amapola y minería, con las actuales y futuras generaciones de caucanos y colombianos de este siglo XXI, con la paz como bandera, el diálogo como manera de abordar los conflictos, y la dignidad que el cumplimiento de los derechos humanos y con la naturaleza, nos proporciona.
Será deber de nuestros elegidos, compartir esta voluntad que el constituyente primario deposite con su voto en los próximas y siguientes procesos electorales para la renovada Colombia que aspiramos, para bien de las actuales y futuras generaciones, con toda su diversidad.
Departamento y Universidad del Cauca, han asumido el compromiso con la paz regional y rostro humano de sus proyectos. La estrategia de Cero a siempre del Instituto colombiano de bienestar familiar, ICBF, es muy diciente de sus propósitos.
Las guardias indígenas, cimarrona, campesina , todas genética y socialmente, tan valiosas como las oficiales, conformadas por soldados de nuestros pueblos, participan desarmados con sus comunidades, no por táctica, lo hacen por convicción, al rechazar las armas de cualquier procedencia, con excepciones, como sucede en cualquier sociedad.
La Ruta pacífica de mujeres y su presencia cada día mayor y decidida, por el cumplimiento de los Acuerdos y dejación de armas para dirimir conflictos políticos y de otra índole, marca ya la gran diferencia con siglos anteriores y sus marginadas mártires por la igualdad de derechos.
Nuevas experiencias se podrán conocer el próximo sábado 13 de julio en el Encuentro de experiencias e iniciativas de memoria y paz en la Facultad de Ciencias humanas y sociales de la Universidad del Cauca. Conozcámoslas para articularnos o iniciar nuevos procesos en este período de históricas decisiones.
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