- Inicio
- Mi Ciudad
- Mi Región
- Política
- Opinión
-
Deportes
- Copa El Nuevo Liberal
- Judicial
- Clasificados
- Especiales
Por: Elías Sevilla Casas, PhD
Antropólogo
Honor et onus es una frase latina con cariz de adagio que en la Alta Edad Media europea se aplicó a los obispos recién consagrados. Se puede traducir como “honor y responsabilidad”. Sirve aquí para desarrollar algunas consideraciones sobre el patrimonio arqueológico que alberga el Parque Nacional de Tierradentro, ubicado en territorio del Resguardo de San Andrés de Pisimbalá, municipio de Inzá, Departamento del Cauca. Llamaré la atención sobre la inconsciencia e irresponsabilidad que hemos tenido frente a esta necrópolis-entendida como ‘Ciudad de los ancestros’-, que en 1995 fue incluida por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Cultural Universal.
Honor e inconsciencia: Por experiencias que se iniciaron durante mi infancia en el pueblo de Inzá y en el vallecito de San Andrés de Pisimbalá, y se complementaron luego con ejercicios profesionales de antropólogo, concluyoque la mayoría de los inzaeños, caucanos y colombianos-incluidos los indígenas- no aprecian la magnitud del honor otorgado aese conjunto de 78 tumbas prehispánicas construidas en nuestras montañas hace más de mil años.Hay algunas tan complejas y bellas, como las capillas de las más famosas catedrales. Los colombianos no son conscientesde que tienen un patrimonio único en el mundo,si le creemos a la UNESCO. De los seis criterios preestablecidos, dos le fueron aplicados: el (i) que califica la necrópolis de “Obra maestra del genio universal”, y el (ii) de “Testimonio único de una civilización viva o desaparecida”.
Repito: según el comité de expertos, estamos ante una obra única en el mundo por sus características arquitectónicas, escultóricas y pictóricas, todas ejecutadas,bajo tierra, enun tipo blando de roca volcánica denominada toba.Para hacerlas, los artistas del desconocido pueblo andino utilizaronherramientas líticas. Hacer obras de tal magnitud, belleza y complejidad implicó fuera de duda que sus autores tuvieran admirables dotes de sensibilidad, diseño y técnica.
Aunque muchos lo han soñado, sólo pocos colombianos pueden cubrir costosos viajes para conocer la Acrópolis de Atenas (500 años a. C.), la ciudad de adobe de Mojenjo-Daro en Pakistán (dos mil años a. C.), el monumento megalítico Stonehengede Inglaterra (3.000 años a.C), o las estatuas de la Isla de Pascua (700-1600 d. C).A pesar de estar en la vecindad,muy pocos han gastado unos cuantos pesos para visitar la necrópolis de Tierradentro (900 años d. C) que, en concepto de la UNESCO, comparte con los mencionados sitios los mismoscriterios que la acreditan como “Obra maestradel genio universal”.
Lo anterior resulta incomprensible porque Colombia logró, con mucho esfuerzo, que cinco sitios (Cartagena, Mompox, San Agustín, Tierradentro y el Paisaje Cultural Cafetero) clasificaran entre los 814 puntos del planeta que la UNESCO ha reconocido en su lista.La competencia entre naciones/estados es muy dura y será difícil quealcancemos un reconocimiento adicional. Por ejemplo, que la Ciudad Blanca de Popayán tenga la misma distinción, ya que –dirán en la UNESCO— no es única, pues hay otras muy bellas urbes coloniales en Latinoamérica. Es triste entonces que inzaeños, caucanos y colombianos apenas se den por enterados de las implicaciones de la distinción otorgada por una obra de tan innegable valor.
La posición del ICANH y los Indígenas: La inconsciencia arriba mentada, frente al valor intrínseco de la necrópolis, está en la base de un hecho preocupante: la ausencia de un serio y efectivo Plan de Manejo Especial (PME) que debería estar asociado al honor de tener en nuestro territoriotal “Obra maestra del genio universal”. Esa irresponsabilidad es tanto del Estado colombiano como de la sociedad a cuyo servicio está el Estado. En esta ocasión el Estado está representado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y por las autoridades indígenas del resguardo cuyo territorio acoge la necrópolis. No olvidemos que los cabildos indígenas son también autoridad de la República, con derechos que reclaman legítimamente, pero también con responsabilidades, como lo señala expresamente la Constitución Política en su Artículo 246.
No ignoremos tampoco que la Carta Magna, en su Artículo 63, pone en pie de igualdad -curiosamente en el mismo Artículo- las tierras de resguardo y el patrimonio arqueológico; y que en el Artículo 72, al hablar de los bienes culturales de la nación y en particular del patrimonio arqueológico, dispone que “La ley establecerá los mecanismos para readquirirlos cuando se encuentren en manos de particulares y reglamentará los derechos especiales que pudieran tener los grupos étnicos asentados en territorios de riqueza arqueológica”.
En cuanto a bienes arqueológicos, los indígenas Nasa de la región rehuían hasta hace poco las ‘guacas’, entre ellas las dela necrópolis. Estaban por fuera de su preocupación cotidiana, excepto para evitarlas, dado que para ellos eran restos malignos “del pijao”, un pueblo anterior, subhumano y peligroso.
Sin embargo, desde 2006 hubo un cambio de 180 grados en esta actitud. Por consideraciones de estrategia política y económica del movimiento indígena, la necrópolis de San Andrés comenzó a ser llamada por los indígenas la “ciudad de los ancestros”. Sus reclamos hasta ahora han buscado más participar en la administración de El Parque como fuente de empleo y en los recursos para turistas a él asociados, queenhacerse cargo de la salvaguarda de patrimonio ancestral.
Lo de ancestral debe precisarse. Los datos arqueológicos y etnográficos disponibles no permiten asegurar que haya continuidad genealógica y cultural entre el pueblo prehispánico que labró las tumbas y el pueblo Nasa de hoy. Los indicios, sobre todos los referentes a la tecnología necesaria para construir tales maravillas, favorecen la conclusión de que no hay tal continuidad. Sin embargo, otra cosa es la continuidad declarada en el plano estratégico político, enmarcada como está en la legítima autoafirmación étnica. Al respecto, vale la pena traer la conclusión de la investigadora Joanne Rappaport que los conoce bien: para los Nasa, la “historia no es lo que fue sino lo que ha debido ser”.
Volviendo al tema de la salvaguarda del bien arqueológico, conviene recordar que la UNESCO tiene entre las exigencias para incluir un sitio en la Lista del Patrimonio Universal, el que se haga un Plan de Manejo Especial (PME). A enero de 2017 todavía no existe ese Plan como propuesta que pueda ser conocida por el público para ser ejecutada a cabalidad. Sólo a partir de 2007, a raíz del cambio de actitud de los indígenas frente al Parque y de las consecuentes tensiones entre ellos y el ICANH, esta entidad se dio cuenta de que desde 1995-fecha de la inclusión de El Parque en la Lista- el Estado colombiano ha debido elaborar el correspondiente PME. Por razones varias, entre ellas las tensiones entre el ICANH yel Cabildo indígena local, ese Plan aún no ha podido concretarse como herramienta integral y efectiva para la salvaguarda del patrimonio arqueológico que sigue en deterioro, como a continuación se expone.
Deterioro irreparable: La consecuencia de la inconsciencia e irresponsabilidad es clara. Según un estudio realizado en 2009 por quien escribe esta nota,hay deterioro progresivo–irreparable, porque se trata de pérdidas graves-de algunos de los componentes de este patrimonio.El visitante puede comprobar que, por factores varios, queda muy poco de la belleza original. Las fotos aquí adjuntas dan una idea al respecto.
Tres de las cuatro lomas (Segovia, San Andrés y El Duende) han recibido atención del ICANH, que si bien no es del todo adecuada sí ha servido como medida de salvaguarda parcial frente a los factores de deterioro. La cuarta loma, conocida como El Alto de El Aguacate,tenía en 2009 42 tumbas abiertas, de las cuales 40 estaban totalmente a la intemperie y al arbitrio de quien pasara por allí. Sólo 2, una de ellas con las bellísimas pinturas naturalistas de “las lunas” y “las salamandras”, estaban protegidas por un techo. La vigilancia de El Alto sigue siendo ocasional, no permanente.
El deterioro viene de mucho antes, desde cuando los guaqueros las abrieron buscando estatuas, vasijas y oro.El proceso se agudizó cuando, a partir de 1934, los arqueólogos profesionales las intervinieron para conocerlas y exponer lo que quedaba de obra arquitectónica, escultórica y pictórica. Como el ascenso a El Aguacate es difícil y como, según dice el ICANH, ese alto no está cubierto por las escrituras de El Parque, hay dificultades jurídicas para darle el mismo tratamiento que ha dado a los otros altos.Hasta el día de hoy no ha habido forma de asegurar la cooperación de las dos autoridades de la República, el cabildo y el ICANH, parala salvaguarda integral y efectiva.
El informe detallado de esta situación lamentable se rindió a las autoridades. En julio de 2009 se presentó al Cabildo de San Andrés, al entonces Gobernador del Cauca, Guillermo Alberto González Mosquera, a la agencia especializada del Banco de la República que financió el estudio, y al ICANH. La administración municipal deInzá no se interesó siquiera por conocer los resultados, y la autoridad indígena no ha hecho nada, que yo sepa, con la información recibida a favor de la salvaguarda de “La ciudad de los ancestros”. El Gobernador del Cauca, a quien se le requirió en dos ocasiones, hizo alarde de preocupación y escribió una carta al entonces presidente Álvaro UribeVélez mediante la cual pedía urgente intervención. La misiva llegó por la vía burocrática al ICANH.Allí paró toda su gestión.
De entonces acá algo ha hecho el ICANH en materia de intervenciones puntuales, pero, como dije arriba, la entidad reconoce que todavía no hay un Plan de Manejo que sea herramienta efectiva para la intervención integral.Los borradores conocidos del Plan no incluyen a El Aguacate.
Por tanto, Tierradentro -como bien arqueológico de primera categoría para la humanidad- sigue siendo en lo local, regional y nacional apenas un señuelo para turistas extranjeros; y, de no hacerse algo en serio, perderáel atractivo por física desaparición.Se trata de un patrimonio vulnerable a las inclemencias de la intemperie,al medio natural biofísico, a los movimientos tectónicos y a los visitantes irresponsables. Sólo sirve una intervención integral de acuerdo con un PME que el ICAHN y los indígenas deben convenir cuanto antes.
Esta nota se escribe con la esperanza de que los colombianos de cerca y de lejos, indígenas y no indígenas, recapacitemos sobre la importante conjunción que el viejo adagio latino nos recuerda: es un honor de rango universal tener a Tierradentro, pero también es una enorme responsabilidad, honor et onus, que se traduce en un efectivo y pronto PME.
Termino con una información práctica para quien se sienta conmovido y desee informarse más a fin de hacer algo por su salvaguarda, en particular la de El Aguacate. En internet puede encontrarla “Guía para visitantes” del ICANH, con información básica sobre el sitio; los artículos de Sevilla “Arte en la necrópolis prehispánica de Tierradentro” y “Shaft-and-ChambersTombs in theNecropolis of Tierradentro, Colombia” sobre la necrópolis; el artículo de Sevilla y Piñacué“Los Nasa de Tierradentro y las huellas arqueológicas”; y el resumen de Langebaek y Dever “Arqueología Regional de Tierradentro” sobre el trasfondo arqueológico contextual.
Comentarios recientes