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La motivación principal detrás de cada inventor, pensador, filósofo y artista a lo largo de la historia, ha sido la sensación que causa el asombro. Muchos teóricos dicen que la curiosidad es como un poderoso manantial que empuja a saber más cosas, a ver más allá de lo evidente, a no conformarnos con lo que se ha dicho o lo que nos han contado. En este orden de ideas, no debemos olvidar que la curiosidad es el deseo natural de saber y los docentes en todos los niveles no debemos dejar que el deseo natural se pierda en medio del trajinar de las notas, de los procesos de evaluación y de las políticas públicas y quizás la forma más certera de ayudarlos será provocando preguntas.
Las preguntas implican asombro e inversión en encontrar una respuesta que pueda llevar a más preguntas, envía a las personas en una búsqueda para aprender más. Es una herramienta de aprendizaje que puede indicar el nivel de curiosidad del estudiante, su conocimiento actual y su participación. En este sentido, Gadamer (1997), nos ilustra lo pertinente a la pregunta. Para el filósofo alemán preguntar quiere decir abrir; abrir la posibilidad al conocimiento. Por eso, el sentido de preguntar consiste precisamente en dejar al descubierto la posibilidad de discutir sobre el sentido de lo que se pregunta. Una pregunta sin horizonte o sin sentido es una pregunta en vacío que no lleva a ninguna parte. De acuerdo con lo anterior, el preguntar es también el arte de pensar.
Pero nos surge la avasallante duda y quizás algunos docentes aún no han logrado interpretar el sentido de sus palabras y comprender que preguntar y pensar son dos procesos intelectuales inseparables; primero, porque quien pregunta formaliza la búsqueda reflexiva del conocimiento; y segundo, porque si el hombre piensa y tiene conciencia de ello, puede así mismo plantearse preguntas y posibles respuestas; a partir de este necesario enlace se producen nuevos conocimientos. Y por eso, me atrevo a preguntar, ¿nuestros docentes en todos los niveles saben construir y formular preguntar?
Ya desde los tiempos de Grecia clásica, el arte de preguntar se ha llamado dialéctica, porque es el arte de llevar una auténtica conversación. Para llevar una conversación es necesario en primer lugar que los interlocutores no argumenten al mismo tiempo. La primera condición del arte de conversar es asegurarse de que el interlocutor sigue el paso de uno. Llevar una conversación quiere decir ponerse bajo la dirección del tema sobre el que se orientan los interlocutores. Requiere no aplastar al otro con argumentos sino balancear realmente el peso objetivo de la opinión antagónica.
Nuestro sistema no permite que el niño ni el joven piensen, ni hagan preguntas, ni sean críticos. Lo experimentado hoy en el aula corresponde a la tendencia de una escuela tradicionalista, que formatea la frialdad de la educación bancaria, que se caracteriza por estimular una educación pasiva y carente de humanismo. Es necesario que los maestros y los alumnos adopten mutuamente una actitud crítica y creativa frente a la vida.
Es hora de cambiar esos métodos pedagógicos tradicionales y anticuados. Tenemos que transformar aquellos procesos de enseñanza dogmática, represivos y verticales, por nuevos estilos que sean democráticos, humanistas, participativos, polémicos y críticos, a fin que no sólo se sienta gusto en el ejercicio docente, sino también, para que las actuales y las futuras generaciones lleguen a ser hombres y mujeres deliberantes, con libertad de decisión y elección, y comprometidos con los nuevos valores y con los cambios sociales, económicos y políticos que exige el siglo XXI
¿Será posible que el estudiante sea feliz en sistema educativo autocrático y dogmático?
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