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Hoy más que nunca los humanos somos conscientes del valor de la mente y su influencia en el desarrollo de lo que llamamos enfermedad del cuerpo, sabemos que esta tiene casi siempre una raíz mental o emocional, pero también que existe la relación inversa, es decir el poder interno que poseemos para sanar o para apoyar a la medicina en cualquier proceso de sanación. Durante o después de pasar por alguna crisis de salud, etapa de tratamiento, intervención quirúrgica o convalecencia sin duda nos sentimos mal, experimentamos un natural impacto psicológico, muchas veces muy fuerte, aunque nos creamos muy valientes, ya que tenemos malestares, síntomas, pérdidas o molestias entre otras situaciones que nos sacan de nuestra zona de bienestar.
Trascender esas sensaciones es el gran reto y es más fácil lograrlo si contamos con el afecto y apoyo de seres queridos que se ocupan de nosotros y nos ayudan, el equipo médico y de especialistas, algún consejero o quizá tan solo un buen samaritano que nos escucha. Entonces vamos entendiendo que todas estas vivencias que hacen parte de la enfermedad, por duras que parezcan, no son gratuitas, ellas siempre vienen para dejarnos una enseñanza y para demostrarnos el poder del amor en el proceso curativo, la importancia de la presencia amorosa de la familia, amigos, vecinos, conocidos y hasta personas que no conocemos, pero que gracias a las redes sociales sentimos cercanas, todo parece llegar como un bálsamo para el alma, impactando en positivo la sanación integral.
Frente a un diagnóstico, cualquiera que sea, la mayoría de las personas caemos en la trampa mortal de encerrarnos en el dolor inicial, la rabia, la tristeza y hasta el resentimiento, preguntándonos: ¿Por qué a mí?, ¿por qué me pasa esto?, ¿qué hice para merecerlo?, ¿voy a morir? o ¿por qué de esta desgracia?, si yo soy tan bueno, ayudo a la gente, nunca le he hecho nada malo a nadie, etc. Son reacciones propias de la mente, que es necesario sentirlas, vivirlas, escucharlas, permitir que nos hablen y que también nos pregunten ¿y por qué no a ti? En fin, darnos la oportunidad de aceptar la situación y empezar a verla como una bendición es fundamental, porque lo que sucede es para algo importante, por lo tanto si no lo permitimos, vamos a salir bien librados pero sobre todo, con un gran aprendizaje que nos hará mejores personas.
No quedarnos anclados en el desasosiego ante la enfermedad, es un camino para darnos la posibilidad de entender que ella apareció como consecuencia de algo producido por: nuestro sistema de creencias, emociones de baja vibración sobre las cuales rumiamos todo el tiempo, traumas no resueltos o heridas que aun sangran del pasado personal, familiar, transgeneracional y hasta del inconsciente colectivo de nuestra grupo social.
Recordemos que lo que sucede no es culpa de Dios, de los otros o incluso de mí mismo, no se trata de buscar culpables, sino de hacernos responsables de estos procesos naturales de la vida. Nuestra existencia es como una película o un libro y por lo tanto cada uno tiene un libreto o un manuscrito único, karmas y sucesos individuales, el proceso del camino de la vida en el que es necesario comprender, que lejos de alejarnos de nuestro centro y de esa conexión con la divinidad, debemos encontrar la serenidad necesaria, para que las causas de lo que nos sucede se revelen. Condiciones genéticas, factores de estrés, sentimientos que vibran en negativo, actitud mental autodestructiva, actividades que no dan respiro, metas intensas propuestas a toda costa, infinidad de compromisos, viejos resentimientos guardados en el chakra del corazón durante años o dolores del alma que no han sido sanados, entre otros.
Al ir comprendiendo los ¿Por qué?, aparecen los ¿para qué? y la fortaleza necesaria para llevar adelante la situación de enfermedad que sea. Entendemos la importancia de sanar física y emocionalmente, de aceptarnos y a los demás como somos, de romper cadenas, no cargar con los karmas de los otros y de perdonar como mecanismo de sanación. Nos damos cuenta que no hemos sanado nuestra psique de tantos dolores., entonces aunque parezca tarde, es una dicha tomar consciencia de la razón de ser del enfermar, que nos permite internalizar ese abandono en que dejamos a nuestras dimensiones: psicológica y espiritual. Hoy sabemos que al desatenderlas por tanto tiempo, tal vez años, se rebelan y enferman al cuerpo, sentimos cuanto ellas nos necesitan para que marchemos como un todo en perfecta armonía.
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