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HAROLD MOSQUERA RIVAS
Ha causado revuelo en nuestra patria la carta que el embajador en Estados Unidos, Pachito Santos dirigiera al Juez que conoce la causa de Andrés Felipe Arias, solicitando que le concedieran la libertad bajo fianza para que pasara con su familia estos días de navidad. Los contradictores manifiestan que esa no es función de un embajador, pues entra en contradicción con la Corte Suprema de Justicia que lo reclama para que pague una condena de 17 años de prisión. Por supuesto la justicia norteamericana negó la solicitud de libertad bajo fianza, por considerar que el reo representa un peligro de fuga, en tanto que se fue de Colombia para Estados Unidos, precisamente fugado de la justicia que le condenó, por tanto, con ese antecedente, ninguna autoridad judicial seria creerá que no se va a fugar apenas recupere su libertad. Lo que no parece lógico es el miedo que Andrés Felipe pareciera tenerle a la prisión en Colombia, cuando en Estados Unidos lo está de verdad y la cárcel allá es demasiado dura para él y su familia.
Basta recordar al ex presidente de Panamá Ricardo Martinelli quien en la misma situación solicitó su extradición y cuando los trasladaban encadenado cantaba feliz que ahora sí podría ver los partidos del equipo panameño en el mundial de Rusia y además comería lo que quisiera y tendría las visitas que él escogiera sin las restricciones carcelarias de los gringos. En síntesis, su extradición era casi su libertad. Si Andrés Felipe hubiese optado por aceptar su extradición, estaría seguramente en el patio de políticos de la Picota, donde Juan Carlos Martínez privado de la libertad es recordado por haber realizado una fiesta con 200 invitados y amenizada por la orquesta Guayacán, también se recuerda las fiestas de cumpleaños de Leonidas Vargas el narcotraficante y esmeraldero del Caquetá que acostumbraba a celebrar sus onomásticos con mariachis en la cárcel. Capítulo especial escribió Carlos Herney Abadía, quien estando preso dentro del proceso 8000, fue capturado en medio de una riña de borrachos en el norte de Bogotá, cuando debería estar en su celda.
Un guardián del Inpec, explicó el suceso señalando que lo dejaba salir porque él era muy buena gente y siempre regresaba a seguir pagando su condena. Con todos estos antecedentes, que demuestran la falta de seriedad de nuestras autoridades penitenciarias y el sistema carcelario, resulta contradictorio que Andrés Felipe haya decidido prolongar su estadía en la cárcel de Estados Unidos, en lugar de venirse a disfrutar de los todos los beneficios legales y extralegales que en nuestros países tienen las personas privadas de la libertad, cuando tienen poder político y económico.
Si esa Carta de Pachito Santos se hubiese dirigido a un Juez de Ejecución de penas o al director del inpec por el Presidente de la República, su Ministra de la Política o el de Defensa, posiblemente el doctor Andrés Felipe estaría gozando ya de prisión domiciliaria y celebrando en ella la navidad con los suyos.
Esperemos que algún día, nuestra justicia y nuestro sistema penitenciario sean lo suficientemente serios como para que ni siquiera sea necesario extraditar a los nacionales en un acto de reconocimiento de la incapacidad de nuestras instituciones, que termina sometiendo nuestra soberanía a los dictados del gobierno norteamericano.
Es casi seguro que el doctor Arias será extraditado en contra de la voluntad de nuestro actual gobierno y en contra de la suya estará disfrutando la próxima navidad en Colombia en unión de los suyos.
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