Cuando los pubenences desalojados por los conquistadores de sus hermosas tierras circundadas por sus dos ríos, veían escondidos desde las altas montañas, recorrer en noches de luna su territorio por una gran culebra de fuego, allí nacía la cultura religioso cristiana y católica traída desde España, de nuestras procesiones de la Semana Santa.
La serpiente de fuego eran los alumbrantes de las nacientes procesiones semana santeras del culto religioso Católico celebrando el rito de la pasión, muerte y resurrección del Nazareno que cambió la historia del mundo y fundando su religión y dando origen así a una cultura religiosa sustentada en los valores de la fe en Dios y en la figura inmortal de Cristo Jesús.
Para nadie es desconocido que España trajo a América a través del florete y de la Cruz, una nueva cultura que fue impuesta a los pueblos indígenas descubiertos y conquistados, la cultura europea, que a pesar de llagar en plena época del Renacimiento, está cargada de las ideas y del espíritu de la Edad Media hispana, comenzando así el proceso de cimentación de la Iglesia Católica, por mandato expreso de los Reyes Católicos, para extender el predominio de la fe cristiana en las tierras del Nuevo Mundo.
No podemos desconocer que nuestra Semana Santa con sus procesiones, tienen origen en ese proceso de culturización hispánica que es ancestral, desde el segundo viaje de Colón el 28 de mayo de 1493 cuando llega con la primera expedición misionera encabezada por un importante grupo de religiosos cuya misión era catequizar a los moradores de estas tierras para que se convirtieran a la Santa Fe Católica por orden de los monarcas españoles.
Nuestra Semana Santa es pues, una expresión religioso cultural que el pueblo payanés desde los orígenes de la conquista y la colonia hasta la actualidad, ha venido manteniendo como su más clara expresión de religiosidad y de fe cristiana, que sirve a todos por igual para que durante las fechas de su celebración, se avive la economía de nuestra región a todos los niveles.
Es la voz de la cultura de un pueblo que grita que sus tradiciones están vivas, que allí en esas sagradas imágenes que se portan sobre hermosas decoradas andas, hace ya más de cuatro siglos y medio, está el esfuerzo de generaciones entera de payaneses, que año tras año le muestran al mundo la más preciada evidencia de sus valores morales, religiosos, artísticos, culturales únicos en su esencia misma.
Nunca podremos aceptar ni permitir, que el fanatismo de la laicidad esgrimida por los detractores contra nuestra Semana Santa y sus desfiles procesionales, vaya a afectar el apoyo estatal, que es obligatorio, para mantener y promover el patrimonio cultural de la Nación, y de este hacen parte nuestra ilustre Ciudad y su Semana Santa.
Como lo expresamos en la pasada columna, la declaratoria de nuestras Procesiones, por parte de la Unesco, como Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad, es el argumento que remata cualquier defensa frente a las pretensiones de una demanda que se sustenta en la igualdad de cultos.
Esta teoría podría tener aplicabilidad, en caso que otros cultos tuviesen las mismas expresiones culturales como las nuestras, con la tradición ancestral que poseemos, y si el Gobierno no las apoyase. ¿Entonces cuál es la igualdad de cultos que se reclama sino tienen la cultura religiosa que nosotros poseemos con nuestras expresiones semanasanteras?
Popayán, esta tierra amada y querida, que ha entregado a la Patria 17 Presidentes, y con la que el Estado siempre tendrá una deuda social impagable, hoy hidalga y erguida defiende ante la Corte Constitucional su patrimonio religioso cultural, para que no se cercene el apoyo económico que sirve para mantener esplendorosa y viva en el corazón de Colombia y el mundo, nuestras raíces ancestrales que crearon su propia cultura, la que hoy exponemos con inmenso orgullo, como muestra indeleble de nuestra identidad cultural.
Distinguidos Magistrados de la Honorable Corte Constitucional, la Semana Santa de Popayán y sus Procesiones es la cultura ancestral de nuestra Ciudad.
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