Dos jóvenes campesinos de 28 y 22 años llegaron a la capital en busca de mejores oportunidades. La pobreza en la que vivían en la vereda Tambo, corregimiento Los Milagros del municipio de Bolívar los llevó a cambiar de vida. Él solo quería darles una casa y una vida digna a su esposa, sus dos hijas y al bebé que viene en camino
Por: Olga Portilla Dorado
Juvencio Samboní Sacanamboy y Nelly Esperanza Muñoz Ruano, son los padres de la pequeña Yuliana Andrea Samboní Muñoz, quien fue torturada, asesinada y violentada sexualmente en un apartamento en el norte de Bogotá. La historia más reciente y trágica que ha sacudido al país.
Ellos, dos campesinos de 32 y 26 años, llegaron como lo hacen muchas familias de este país a las grandes urbes en búsqueda de mejores oportunidades, de trabajos más rentables para poder cumplir sus sueños y el de sus hijos.
En esta historia el único sueño de Juvencio era darle a su esposa y sus hijos una casa y estudio, lo que él nunca tuvo. Desde muy niño Juvencio quedó huérfano y junto a sus hermanos vivían en una casa familiar enclavada en las faldas de las montañas del Macizo colombiano.
Seis horas hay desde Popayán hasta Los Milagros, un corregimiento que está más cerca de Nariño que de la capital caucana. Son cuatro horas, aproximadamente hasta Bolívar, por una vía pavimentada, que hasta hace pocos años lograron tener los bolivarenses, de ahí para allá son dos horas y hasta un poco más, por una vía destapada que se asemeja más a una trocha.
Según un censo municipal de 2008 en ese corregimiento viven alrededor de 5.444 personas y en la vereda Tambo –de donde son los Samboní Muñoz- son aproximadamente 718 habitantes. Estos campesinos se dedican a la agricultura, cultivan y cosechan papa, olluco y cebolla; claro, los que tienen cómo sembrar y los que han sido bendecidos con un pedazo de tierra.
Ese no es el caso de Juvencio, como recuerda su primo Miller Imbachí, “Juvencio no tiene nada, ni un pedazo de tierra donde sembrar”. Y aunque el padre de Yuliana desde muy joven aprendió a coger un palín y un machete para labrar la tierra, los 6.000 pesos que se ganaba en el jornal (de 7:00 a.m. a 4:00 p.m.) no le alcanzaban a veces ni para comer.
“Imagínese uno ganar diarios 6 mil pesos, y trabajar todo el día, es que la vida acá es muy dura, y en el caso de mi primo más porque toda su familia es muy humilde, y por ejemplo los que tenían productos para sacar, si a usted un bulto de papa se lo pagan a 30 mil pesos, no es rentable porque todo el transporte que tiene que pagar para que se lo lleven a la ciudad a vender. Entonces así es muy duro sobrevivir por acá, por eso él se fue, porque le ofrecieron un trabajo mejor”, dice Miller.
Aunque no era mucho lo que ganaba en ‘la rusa’, como se le conoce popularmente al trabajo de construcción, entre los gastos del arrendo y el estudio de Yuliana, Juvencio ya tenía un dinero ahorrado para construir su casa. Con sus propias manos él pensaba edificarla, aún no sabía si en Bogotá o en su tierra natal. La otra parte de su sueño, era cumplirle lo que deseaba Yuliana. “Ella quería ser modelo, ser reina. Ella era muy alegre, y entusiasta”, recuerda el familiar de los Samboní.
El estudio para su hija, fue la otra meta que siempre lo motivó para trabajar día a día, rebuscarse y aguantar tanta adversidad que se le presentaba en el camino. Doña Nelly, su esposa dedicada al hogar y a los niños, pues además de Yuliana, estando en Bogotá tuvieron a otra pequeña que hoy tiene dos años, y ahora aguardan con anhelo y con la esperanza de que la vida les dé un mejor futuro a su bebé que yace en el vientre de su madre con tan solo cinco meses.
Los Samboní Muñoz, a parte de la tragedia de la que fueron víctimas al perder a su pequeña de 7 años, son ese rostro que nos recuerda las desigualdades que aún cubren a muchas zonas apartadas del país, la pobreza, el difícil acceso a la educación, la no tenencia de vivienda, la falta de oportunidades, las vías de comunicación de veredas y corregimientos para el comercio; y un sinnúmero de ‘carencias’ por las que día a día hombres y mujeres como Juvencio y Nelly, salen con una pequeña maleta donde han empacado dos o tres prendas de vestir y se van a las capitales, buscando cumplir sus sueños, que en casos como este terminan empañados por el dolor.
Comentarios recientes