El pasado 4 de agosto, en una pequeña casa ubicada sobre la vía que de Santander de Quilichao conduce a Timba, Cauca, Antonio y familia recibieron de parte de la Unidad de Restitución de Tierras, Dirección Territorial Cauca, la sentencia que legalmente les devuelve su tierra y les ofrece mejorar sus condiciones de vida.
Ésta, la vereda Lomitas, ubicada a 15 minutos de la cabecera municipal de Santander de Quilichao, antes del año 2000 era un lugar tranquilo, habitado por no más de 300 familias, quienes se dedicaban a sus cultivos de pancoger y a jornalear en algunas fincas de la zona.
Sin embargo, a principios del 2002 con la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia, la comunidad de Lomitas tuvo que vivir una época de mucho temor y zozobra. Los integrantes del grupo ilegal amenazaban a la población, utilizaban sus enseres, dormían y realizaban toda clase de acciones delictivas sin que la comunidad pudiera reclamar.
“Hubo un tiempo en el que no podíamos recorrer la vereda. Pasar por la caseta comunal era presenciar una escena de terror: gente amarrada de manos y pies pedía auxilio y nosotros teníamos que caminar con la cabeza agachada, no podíamos ayudarlos”, señala Antonio*, quien junto a su esposa e hijos salieron de su finca en el 2005.
Antonio recuerda que en el año 2001 comenzó a ver personas que no pertenecían a la zona y que portaban camuflados, identificándose como miembros del grupo armado ilegal de las Auc, lo cual generó un cambio en el orden público y la tranquilidad de la vereda, ya que estos foráneos empezaron a mandar y a creerse “los dioses de la tierra” apropiándose de sus enseres, viviendo en sus casas, queriendo estar con sus mujeres, reteniendo jóvenes que eran asesinados y luego arrojados al río Cauca.
Él y su familia tuvieron que salir en menos de 24 horas de su finca ubicada en la parte alta de la vereda Lomitas, cerca de la escuela y a unos cuantos metros de la casa comunal que hoy ya solo guarda los fantasmas de los hechos violentos que ejecutaron las Autodefensas.
Antonio asegura que hasta el día de hoy no sabe el origen de las amenazas. De lo que sí está seguro es que desde ese día empezó su tragedia. No sacó más que lo que llevaba puesto y junto a su familia se embarcó en un bus que lo llevaría a Cali a buscar el amparo de un allegado.
“En Cali estuvimos alrededor de tres años. Las necesidades económicas, pero sobre todo el anhelo de recuperar lo que me pertenecía me hizo volver. No aguanté más, le pedí a mi familia que se quedara mientras yo iba a ver cómo estaban las cosas. ¡Claro que tuve miedo!, pero la tierra me estaba llamando.”, añade Antonio.
Hoy, Antonio ya cuenta con el acompañamiento de la Unidad de Restitución de Tierras para la implementación de cultivos de piña y naranja. Teniendo en cuenta que su predio tiene una extensión muy pequeña y su casa ocupa la mayor parte, el juez ordenó arrendar un terreno adicional para que Antonio adelante su iniciativa económica. Poco a poco la tierra empieza a dar los frutos del trabajo comunitario, de la valentía de las víctimas y del compromiso de las instituciones del Estado que están a su servicio.
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